«TATUAJES» por Alberto Granados
El tatuaje es la figura, texto o símbolo trazado en la piel mediante incisiones que se rellenan de tinta. Ligado, se supone, a simbologías religiosas, también se han encontrado muestras de tatuajes usados como identificadores tribales, elementos votivos o marcas para excluir de un grupo a los indeseables y criminales. Los restos paleontológicos permiten ver que el tatuaje ha sido un elemento común en diferentes culturas que se ha practicado desde por lo menos cinco o seis mil años antes de Cristo.
Durante la mayor parte de mi vida, el tatuaje ha venido asociado a la novelesca copla que nos hablaba de aquel marinero hermoso y rubio como la cerveza que llevaba su pecho tatuado con ese nombre de mujer. según cantaba mi madre en la cocina, imitando a doña Concha Piquer. Por lo demás, los tatuajes eran cosa de los estratos sociales más desfavorecidos, si no abiertamente marginales: legionarios medio zumbados, macarras del barrio chino de cualquier ciudad de medio pelo, marineros alcoholizados y otros especímenes bizarros, de esos que la sociedad rechaza o, al menos, pone en cuarentena antes de inviarlos a tomar café en casa.
Sin embargo, en las últimas décadas el tatuaje se ha impuesto como moda que ha alcanzado a todas las capas de la sociedad, dándose la enorme paradoja de que ha llegado a ser un elemento nivelador de otras diferencias socioeconómicas: ahora el CEO de una empresa del IBEX 35 y el operario de a pie, o la secretaria de dirección y la peluquera de barrio llevan los mismos tatuajes y se han gastado las mismas fortunas en tunearse la piel.Todo empezó hará unos veinte años. Los jóvenes se hacían tatuajes en ese espacio mínimo que dejaba al descubierto en el hombro la manga corta de un jersey, en la cintura, en la pantorrilla o en el brazo.
Por entonces eran dibujos muy esquemáticos y simples: un pequeño delfín, la rosa de los vientos, una flor mínima o una mariposa hechos en un dibujo muy esquemático, apenas el perfil y sin sombreado ni sentido del espacio. Eran un adorno que tenía su gracia por su sencillez. Pero la tendencia fue ampliándose y los dibujos tatuados fueron haciéndose más complejos cada vez. Ahora hacía falta mucha más tinta de distintos colores, apareció el sombreado y la sensación de volumen y el nivel creativo fue cada vez más exigente. También el precio, algo que no consigo explicarme en ciertos niveles socioeconómicos, aunque una dependienta a la que pregunté me habló de cifras fuera del alcance de su sueldo y de préstamos bancarios para poder afrontar el capricho. También me habló del placer de ver su piel hecha un lienzo vivo.
No me gusta una piel tatuada, pero estaría dispuesto a entender que alguien con erupciones, granos o poros intentara camuflar su defecto cutáneo. Lo que no puedo entender es que chicas que han recibido el regalo de una piel perfecta, como de porcelana, cometan la suprema barbarie de mancillarla con dibujos de tinta. Eso es un atropello que me rebela, aunque nunca he sido ni moralista, ni censor como para anatemizar a quienes se tatúan. Pero conste que me crispa el fenómeno y que jamás seré un maorí en materia de de esta nueva costumbre de la que solo sale beneficiado el tatuador.
Alberto Granados
PUBLICADO EN IDEAL EL 28 DE OCTUBRE DE 2025
FOTO: https://www.okchicas.com/belleza/tatuajes/21-estilos-de-tatuajes-debes-conocer/