La desmemoria de Cervantes que alimenta el mito
20 abril 2016Villanueva de los Infantes, Argamasilla de Alba y Mota del Cuervo pugnan por ser el ‘lugar de la Mancha’.Decenas de libros y estudios avalan a cada municipio en sus aspiraciones. Mientras tanto, la Ruta del Quijote atrae a eruditos y artistas, que buscan la inspiración que encontró en esta tierra el gran escritor
«Este fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero».(‘Don Quijote’, segunda parte, capítulo 74).
Imaginen por un momento que la primera frase del libro más grande que vieron los siglos fuera esta: «En un lugar de la Mancha llamado…». Y piensen que en los puntos suspensivos Cervantes hubiera escrito Argamasilla de Alba. O Villanueva de los Infantes. O Mota del Cuervo. O Alcázar de San Juan. O Quero. O cualquiera de los pueblos que se disputan el honor de ser ‘el lugar de la Mancha’. Pues si eso hubiera ocurrido, uno de los mayores enigmas de la historia de la literatura habría quedado resuelto, pero a la vez, ‘El Quijote’ habría perdido algo de su magia. Y es que gracias a esta misteriosa primera línea, toda una región de España hizo suyo el libro, de manera que decenas de personas en los últimos cuatro siglos, desde los mayores eruditos hasta el labrador más humilde, pasando por decenas de artistas (hasta 23 esculturas del Quijote y sus compañeros se levantan en la zona) y por todos los concejales de Cultura que en la región han sido, se han sentido tentados de desfacer semejante entuerto.
Son innumerables los estudios que ofrecen argumentos para señalar a un determinado pueblo como ‘el lugar de la Mancha’, o también para descartarlo. Pero tras una primera criba, tres son los municipios que cuentan con más puntos para hacerse con este honor. Un inciso: un honor que no sería solo simbólico, como la honra de aquellos hidalgos venidos a menos que retrata Cervantes. No: un honor que, en una zona cuya primera industria, gracias al turismo, es El Quijote, supondría millones de euros. Dicho lo anterior, los tres pueblos que aspiran a la gloria literaria son Villanueva de los Infantes, Argamasilla de Alba y Mota del Cuervo.
En Villanueva de los Infantes, (provincia de Ciudad Real, capital de la comarca del Campo de Montiel), un cartel que anticipa la voluntad de acabar con todas las dudas recibe al visitante: ‘El lugar de la Mancha’. Tampoco hay dudas de la devoción cervantina del municipio, que en su bellísima Plaza Mayor presenta un conjunto de esculturas que muestra a Don Quijote llamando a gritos a Sancho, y a Rocinante y al burro de Sancho (pobre animal, que se quedó sin nombre) acompañándolos. Un grupo de alumnos de 1º de Bachillerato del IES Mar Menor de San Javier, en Murcia, están de viaje de estudios por la comarca, un destino «que se les ha ocurrido a los profesores», explica una alumna, Carmen, con poco entusiasmo. Y varios de ellos se montan en el caballo y en el burro y durante un momento, la escena parece cobrar vida y Don Quijote, hecho una furia, ya no se dirige a Sancho, sino que abronca a los chavales por subirse a lomos de los animales.Villanueva, o Los Infantes, como así llaman los vecinos a su pueblo, tiene dos glorias literarias en su historia. La otra (o la una, dependiendo de con quién se hable) es ni más ni menos que Quevedo. El poeta fue nombrado señor del pueblo vecino de la Torre de San Juan, y a Los Infantes se acercaba a hacer vida social, a conversar con el cura y con el médico y a tomarse un vino… Al final de sus días, Quevedo se instaló en el Convento de Santo Domingo, y allí murió. Sus huesos, tras muchas vueltas (lo de descanse en paz no sirve en España, que se lo digan al mismo Cervantes), están enterrados en el convento de la localidad.
Pero los vecinos de los Infantes piensan que se puede amar a dos escritores a la vez y no estar loco. Por eso, el pueblo esgrime con orgullo las conclusiones de un estudio que llevó a cabo un equipo multidisciplinar (Geografía, Historia, Filología, Sociología, Matemáticas y Ciencias de la Información) dirigido por tres catedráticos: Francisco Parra Luna, Sociología; Santiago Petschen, Relaciones Internacionales, y Manuel Fernández Nieto, de Literatura. En total, 20 expertos (¡20!) que dieron la vuelta a los pueblos de la Ruta del Quijote para encontrar el lugar del que Cervantes no quería acordarse. La puesta en escena de aquel estudio aún hace sonreír a los vecinos. Ver a un catedrático universitario con todas sus letras montado en un caballo flaco y a otro en un burro, todo para saber si los tiempos de viaje que marcó Cervantes para Alonso Quijano y Sancho corresponden a la realidad, representa una buena metáfora de la pasión que El Quijote aviva cada día en tanta gente. Pues bien, este estudio, que se prolongó durante una década, concluye que ‘el lugar de la Mancha’ es Villanueva de los Infantes. Cuatro placas en la pared de la Iglesia del pueblo, con un mapa del ‘Sistema de tardanzas cervantinas’ que algunos veneran como si fueran las tablas de Moisés, corroboran las hipótesis del estudio. Pero entonces, en ese momento de plena euforia en el que uno cree que ha encontrado el tesoro, llega el jarro de agua fría. Un lugareño, al que sus vecinos no tardarían en llamar aguafiestas, lanza una pregunta al aire. «Pero si nosotros somos el lugar del que Cervantes no quiere acordarse, ¿por qué la casa del Caballero del Verde Gabán está aquí, y Cervantes habla de ella, y cita al pueblo?». Tenso silencio. Porque efectivamente, la casa de Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán, citado en el capítulo XVI de la segunda parte, dista apenas 100 metros de la plaza, en la calle Cervantes. La casa merece un artículo aparte, pero por mucho estudio complutense que haya, la duda sobre el lugar de la Mancha acecha con más fuerza que antes.
El camino de los pueblos candidatos continúa en Argamasilla de Alba, que se siente avalada por la historia y por el ‘establishment’ cultural para declararse ‘el lugar de la Mancha’. Así reza (ojo, igual que en Villanueva de los Infantes) un cartel a la entrada del pueblo. Así lo dijo Azorín en ‘La ruta del Quijote’, en 1905. Y así lo quisieron certificar con su presencia los académicos de la Lengua, que celebraron en el pueblo el año pasado su segunda reunión en 300 años de historia fuera de la sede de la RAE, en homenaje a los Académicos de Argamasilla, que en ‘El Quijote’ se reunían en la botica del pueblo y de los que Cervantes se mofaba por sus ínfulas literarias. De aquella reunión de la RAE quedó para la historia un texto del académico Arturo Pérez-Reverte. Siguiendo con el recorrido por el pueblo, la Oficina de Turismo del municipio ofrece claves para descifrar el enigma del lugar de la Mancha, y es que justo en este lugar está ubicada la cueva de Medrano, donde Cervantes pasó cautiverio cuatro meses y donde, según la mayoría de los biógrafos del escritor, pudo concebir el Quijote.
Además de la cueva, en Argamasilla muestran una prueba más para corroborar sus aspiraciones. Rodrigo de Pacheco, el noble que hizo encarcelar a Cervantes al sentirse estafado (o al ver a Cervantes lisonjeando a su sobrino), se quiso hacer un retrato para la posteridad, y su cuadro cuelga en la iglesia del pueblo. Su rostro, enjuto y con ojos saltones, parece casar bien con la imagen que se tiene de Don Quijote, lo que abre paso a la hipótesis de que el escritor se inspiró en él para su personaje. Argamasilla, en todo caso, ofrece argumentos para ser el pueblo del que Cervantes no quería acordarse. Qué paradoja que los descendientes de aquellos paisanos de los que Cervantes se burló (los académicos) y a los que intentó timar (Rodrigo de Pacheco) defiendan con pasión la procedencia de la obra.
A la pugna entre Villanueva de los Infantes y Argamasilla de Alba le ha salido un tercero en discordia. El año pasado, con ocasión del cuarto centenario de la publicación de la segunda parte de ‘El Quijote’, el investigador conquense José Manuel González Mujeriego publicó ‘Lo que Cervantes calló’, el libro que sustenta la teoría de que Mota es ‘el lugar’. Y la cosa, igual que con Argamasilla, también tiene algo que ver con amoríos. La obra sostiene que la hermana mayor de Cervantes mantuvo una relación con el sobrino del alcaide de Mota Hernando de Ovando. Este sobrino reconoció a la hija, pero no se casó con la madre. La familia Cervantes no se tomó a bien esta afrenta, según González Mujeriego, de ahí que el escritor no quisiera acordarse de Mota del Cuervo.
La geografía, además, parece aliarse con Mota del Cuervo. Cervantes insiste en que la localidad donde vive la moza de la que está enamorado el Quijote se encuentra cerca del hogar del caballero andante. El Toboso está a apenas 14 kilómetros de Mota, mientras que El Toboso y Argamasilla de Alba distan en 52 kilómetros y El Toboso y Villanueva de los Infantes, en 106. Dicen los moteños que no podía el Quijote recorrer ni 52 ni 106 kilómetros para ver a su amada… De Mota, por ejemplo, es Isabel Fernández Morales, que se enamoró del Quijote y abrió una hospedería llamada ‘Casa de la Torre’ en El Toboso. La casa es un lugar de cálida acogida y un museo cervantino en sí misma, pero la propietaria se muestra especialmente orgullosa de la edición de ‘El Quijote’ que ha ilustrado con dibujos de artistas locales y cuyos capítulos están traducidos a 67 idiomas, entre ellos, guaraní y gaélico irlandés. Isabel prepara ahora su siguiente proyecto: una ruta desde El Toboso a Barcelona que emule la del Ingenioso Hidalgo y que se convierta en el futuro, afirma, en un «nuevo Camino de Santiago». En ella y en todos los apasionados que uno encuentra en la Ruta del Quijote, sean guías, hosteleros o simples vecinos, uno ve tanta pasión que piensa que esa gente no hace lo que hace solo por dinero. Algunos hablan de Alonso Quijano como si fuera un primo lejano que se fue de viaje, o como si fueran a encontrárselo a la vuelta de la siguiente esquina. Cuatrocientos años después, hay un hilo invisible que une al caballero andante con sus vecinos.
La ruta termina en Quintanar de la Orden. Aquí asumen que ellos no son el pueblo elegido, pero también han querido homenajear la obra, eso sí, desde una visión moderna. Cuatro grafiteros de prestigio internacional, Inti, Milu Correch, Parsec y Core246, este hace apenas unos días, han marcado el municipio con unos murales espectaculares que reinterpretan con un toque actual y romántico a Don Quijote, Dulcinea, el Licenciado Vidriera y al propio Cervantes. Cuatro imágenes que prueban el hechizo que la obra de Cervantes sigue ejerciendo en cualquiera que se sienta atrapado por ella.