El trauma de ‘El Quijote’: ¿a qué edad se está realmente preparado para leerlo?
Según recuerda, lo intentó más adelante en el bachillerato. «Tuve que estudiarlo como tarea obligatoria, y lo aborrecí sin remedio, hasta que un amigo me aconsejó que lo pusiera en la repisa del inodoro y tratara de leerlo mientras cumplía con mis deberes cotidianos. Sólo así lo descubrí, como una deflagración, y lo gocé al derecho y al revés hasta recitar de memoria episodios enteros».
Una experiencia similar tuvo el también nobel Mario Vargas Llosa, quien hace unos meses afirmó que su primera lectura de El Quijote a los 15 años «fue un fracaso» y no descubrió su «grandiosidad» hasta su etapa universitaria.
UN 35% PIENSA QUE DEBERÍA SER OBLIGATORIO
Éstos son sólo dos (ilustrados) ejemplos de que la lectura de la obra cumbre de Miguel de Cervantes llega a ser traumática para muchos alumnos de instituto que, generación tras generación, se enfrentan a él —ya sea completo o en parte— de manera obligatoria. Según el Barómetro de junio de 2015 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), dos de cada diez españoles han leído entero El Quijote (sí, de cabo a rabo, ambas partes). La mitad de estos superlectores lo hicieron por motivos de estudio (ya fuera en el colegio, instituto o universidad).
Quienes nunca se han acercado a El Quijote ni para leer unos capítulos —cuatro de cada diez españoles, según el CIS— lo justifican porque no les interesa la lectura (32%), por falta de tiempo o porque es muy largo (14%) o porque no les interesa (11%). Sin embargo, más de un tercio de los encuestados (el 35%) defiende que su lectura debería ser obligatoria para los estudiantes de entre 15 y 18 años.
LEER NO ES LO MISMO QUE ENTENDER
¿Es conveniente abordar El Quijote a esas edades? «Leer El Quijote en el instituto no genera un trauma, aunque su utilidad es escasa», reflexiona Bernardo Alonso, profesor de Lengua castellana y Literatura de primero de bachillerato en el IES Humanes de Madrid. Reconoce que los tutores se debaten entre dos dilemas quijotescos: «Por un lado, siempre tienes la duda de que si no lo leen ahora no lo van a leer nunca. Y, por otro, es una obra de madurez con una visión que es dificil que puedan comprender». Cuando leen El Quijote, asume, la mayoría de los chicos se queda en la superficie, «en las anécdotas y lo gracioso». Si es que se quedan con algo.
Alonso, que se ha leído El Quijote tres veces y prefiere la segunda parte a la primera, es categóricamente realista: «En el instituto, tal y como están las cosas y teniendo en cuenta que siempre puede haber algún caso excepcional, es muy dificil que los chavales de entre 15 y 17 años le puedan sacar algún partido a la lectura de El Quijote«. Pese a que le duela, nunca recomendaría hacerlo antes acabar la universidad: «A partir de los 25 años es una edad apropiada para poder disfrutarlo. Leerlo entero con la capacidad de lectura que tienen hoy los chavales… ¡Si les cuesta disfrutar de la Celestina!».
Leer El Quijote en el instituto no genera un trauma, aunque su utilidad es escasa». Bernardo Alonso
Pedro César Cerrillo, catedrático de Didáctica y director del Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil (CEPLI), también piensa que «leerlo y entenderlo (no al 100% pero sí lo fundamental) necesita cierto grado de maduración». ¿Dónde fijar ese grado? Él lo establecería antes que Alonso: «Algunas personas pueden alcanzarlo con 13 y 14 años y otros a los 15 o después. No soy partidario de leerlo antes del bachillerato».
Cerrillo habla desde su propia experiencia: «Soy de los niños que a finales de los años 50, principios de los 60, nos preparaban para entrar en el instituto con dictados de El Quijote. En bachillerato, con 13 ó 14 años, tuve que leer parte, pero no debí de entender nada, porque recuerdo una nebulosa». No lo leyó «con satisfacción» hasta que en primero de carrera se lo mandó un profesor.
Carlos Alvar, director del Instituto Universitario de Investigación Miguel de Cervantes, es de otra opinión. Asegura que en esas edades «el que quiere leer, lee y el que no, no lee. Los alumnos que no temen hacer esfuerzos pueden hacerlo». Como señala, muchos de ellos devoran libros extensos, «de vampiros» u otros temas e incluso sagas enteras.
En su opinión, sí es necesario «un cierto conocimiento para leer el texto en el castellano del siglo XVII». Como recalca, «hay que tener por lo menos un poco más de paciencia o de estar dispuesto a hacer el esfuerzo». Él mismo lo leyó a los 16 años en castellano antiguo, pero reconoce que puede ser una excepción: «También es verdad que no me enteraba de todo».
CLAVES PARA ABORDARLO
Una buena orientación es fundamental para que la primera experiencia con El Quijote no resulte frustrante. «El acercamiento de los alumnos a su conocimiento debe ser proporcional, adecuado y paulatino», aconseja Nicolás Fernández, presidente del sindicato de profesores ANPE. «La lectura, si gusta, es motivadora. Si no, genera rechazo». Fernández recalca la necesidad de ir construyendo «competencias lectoras» en los niveles educativos previos para ya en secundaria poder abordar obras complejas.
Una buena estrategia para tratar El Quijote con los alumnos de primaria es trabajar sobre alguna escena concreta y llamativa para ellos. «Es una obra que se presta a fragmentarla; ahí está el papel del profesor», dice Fernández. Por su parte, Alvar recomienda recurrir a las versiones infantiles y juveniles para esas etapas.
La lectura, si gusta, es motivadora. Si no, genera rechazo». Nicolás Fernández
Cerrillo se muestra a favor de «la ejercitación previa a la lectura de El Quijote» en primaria, explicando a los alumnos quiénes son los personajes principales, montando una pequeña representación teatral en clase… Ya en secundaria, recomienda seleccionar «episodios que tienen vida propia»: «A esas edades ya se puede entender el del retablo de Maese Pedro o el de los molinos de viento».
El profesor Alonso aclara que «hace mucho» que no se tienen que leer los dos tomos de El Quijote en el instituto. A lo sumo se manda el primer tomo, «y si ves que la cosa se pone mal mandas leer algunos fragmentos». Otra opción consiste en olvidar el libro, pero no a su autor. Para eso la mejor solución pasa por las Novelas Ejemplares, fundamentalmente las piezas El casamiento engañoso y El coloquio de los perros. Es la mejor forma «para que se vayan adentrando en la teoría cervantina de la novela», explica para matizar de inmediato: «Aun así se les atraganta».
MUCHO POR DESCUBRIR
Quienes aún no han descubierto El Quijote tienen una oportunidad ante ellos: «Leerlo por primera vez es maravilloso. Es disfrutar», resume el catedrático Alvar. En su opinión, se están perdiendo «aventuras disparatadas, ironía, sorpresa, la construcción de un mundo de fantasía…». Fernández señala que a través de El Quijote se puede conocer «dos tipos que siguen existiendo hasta nuestros días: el idealista y el realista; el iluso y el pragmático».
Este libro de Cervantes es una «novela de novelas», recuerda Cerrillo, por todos los géneros literarios que toca, desde los libros de caballerías que causaban furor en la época hasta el pastoril o la poesía. Para este experto, quienes no lo han leído «se están perdiendo la novela más apasionante que nunca se haya escrito».