Hace tiempo que no pongo historias de las que hacen pensar. Así que aquí va esta dirigida a los adolescentes.

Abbie, tímida y reservada, empezó el noveno grado en una secundaria del centro de la gran ciudad. Jamás se le ocurrió que se sentiría sola. Pero pronto se encontró soñando con su antigua clase de octavo grado. Había sido pequeña y amigable. Esta nueva escuela era demasiado impersonal y nada amigable.

A nadie en esta escuela le parecía importar si Abbie se sentía acogida o no. Ella era una persona muy atenta, pero su timidez le impedía hacer amigos. Bueno, tenía esos compañeros ocasionales, ya sabes, esos que sacaban provecho de su amabilidad, engañándola. Caminaba todos los días por los corredores casi invisi­ble; nadie le hablaba, por lo que nunca se escuchaba su voz. Llegó al punto en que consideró que sus pensamien­tos no eran tan buenos como para que alguien los escuchara; así que siguió callada, casi muda.

Sus padres estaban muy preocupados por ella, pues temían que jamás tuviera amigos. Y en vista de que estaban divorciados, tal vez necesitaba con urgencia con­versar con alguna amiga. Sus padres hicieron todo lo posi­ble por ayudarla a encajar. Le compraron la ropa y los CD de moda, pero tampoco funcionó.

Por desgracia, los padres de Abbie no sabían que pen­saba terminar con su vida. Con frecuencia lloraba hasta quedarse dormida, pensando que nadie la querría nunca tanto como para ser un amigo de verdad. Su nueva compañera Tammy la utilizaba para hacer su tarea pretendiendo que necesitaba ayuda. Lo que es peor, Tammy no invitaba a Abbie a divertirse con ella. Esto sólo llevó a Abbie más a la desesperación.

Las cosas empeoraron en el verano; Abbie estaba total­mente sola sin nada que hacer más que dejar que su mente divagara. Llegó a pensar que esto era todo lo que la vida ofrecía. Desde el punto de vista de Abbie, no valía la pena vivir. Empezó el décimo grado y se unió a un grupo de jóvenes cristianos en la iglesia de la localidad, con la esperanza de hacerse de amigos. Se topó con muchachos que en el exterior parecían acogerla, pero que en el inte­rior deseaban que se quedara afuera de su grupo. Para la época de Navidad, Abbie estaba tan confundida, que tomaba tabletas que la ayudaban a dormir. Era como si estuviese huyendo del mundo.

Finalmente decidió que saltaría en Nochebuena, mientras sus padres estaban en una fiesta, del puente del lugar. Al dejar el calor de su casa para emprender la larga caminata hasta el puente, decidió dejar a sus padres una nota en el buzón. Cuando abrió la puerta del buzón, encontró que había correspondencia. Sacó las cartas para ver de quién eran. Había una de sus abuelos, algunas de vecinos… y había una dirigida a ella. La abrió, era una tarjeta de uno de los muchachos del grupa de jóvenes.

Querida Abbie: Quiero disculparme por no haber hablado contigo antes, pero mis padres están en pleno divorcio, por lo que no he tenido oportunidad de hablar con nadie. Tal vez tú podrías ayudarme con alguna de mis dudas respecto a los hijos de padres divorciados. Creo que podríamos llegar a ser amigos y ayudarnos el uno al otro. Te veo el domingo en el grupo de jóvenes. Sinceramente, tu amigo Wesley Hill

Miró la tarjeta un momento, la leyó una y otra vez. “Llegar a ser amigos”, sonrió al comprender que había alguien a quien le preocupaba su vida y que quería a la tranquila y sencilla Abbie Knight como amiga. Se sintió muy especial. Se dio la media vuelta y regresó a su casa. Tan pronto traspasó la puerta, llamó a Wesley. Creo que se puede decir que fue un milagro de Navidad, porque la amistad es el mejor regalo que le puedes dar a cualquiera.

Fuente: Sopa de pollo para el alma del adolescente

Un amigo es un regalo que renace

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