“Sin escucha no hay aprendizaje”
Pautas para conectar con los estudiantes, por Andrea Giráldez “Sin escucha no hay aprendizaje”.
Todavía recuerdo aquel día en el que, al volver del colegio, pregunté a una de mis hijas, que por entonces tenía 8 años: ¿qué has aprendido hoy? Cuando respondió “nada” pensé que era la típica respuesta evasiva de quien no quiere hablar en ese momento, pero para mi sorpresa continuó: “estuve desconectada”. ¿Desconectada? Y ahí vino la explicación: “Sí, te sientas recta, mirando a la profesora, sonríes, de vez en cuando asientes con la cabeza… y sigues pensando en tus cosas”. Claro que sabía que estas cosas pasaban (y muy frecuentemente) en clase, pero ese día el impacto fue tan grande que desde entonces no he dejado de investigar y trabajar en este tema.
¿Cuántos alumnos y alumnas “desconectados” tenéis en vuestras clases?
Es fácil que pasen desapercibidos, porque no interrumpen, no molestan, generalmente aprueban e incluso sacan buenas notas; sin embargo, ¿tiene sentido condenarles a pasar tantas horas muertas e improductivas en el aula? ¿Nuestro fin último no es que todos los estudiantes aprendan? Si es así, deberíamos considerarlo, porque como decía Nadine Dolby en un artículo publicado en 2012: “Cuando nadie escucha, nadie aprende”. Puede que parezca una obviedad, pero ¿cuántos de nosotros hacemos algo, deliberadamente, para asegurarnos de que los estudiantes están escuchando y no simplemente oyendo lo que decimos como un murmullo de fondo? ¿Deberíamos hacer algo? Y si es así, ¿qué podríamos hacer?
Lo primero, empezar por nosotros mismos. Es lo que suelo decir y hacer en los talleres y grupos de trabajo con docentes de todos los niveles (desde Infantil a la Universidad) con los que aprendemos sobre este tema. Resulta curioso cómo la mayoría descubre por primera vez que su habilidad de escucha tiene mucho margen de mejora, y como no se puede enseñar lo que no se tiene, las primeras (muchas) horas de práctica forman parte de un proceso de desarrollo personal relacionado con la escucha. Y de ahí, claro está, volvemos a la escuela o la universidad y a la práctica de nuevas formas de escucha con nuestros colegas y, especialmente, con nuestros estudiantes, a quienes también acompañamos en el desarrollo de sus propias habilidades. He aquí diez ideas clave que consideramos para estimular la escucha activa y que tu mismo podrías intentar en el aula.
1. Conoce a tus estudiantes y deja espacio para que ellos te conozcan.
Aunque esto puede parecer una obviedad, según pasan los años los alumnos y las alumnas comienzan a convertirse en seres cada vez más anónimos en nuestras aulas. Es más probable que los estudiantes escuchen a aquellos docentes que se toman un tiempo para conocerles y crear una relación empática. Preocúpate por aprender sus nombres, por saber algo sobre sus intereses y por permitir que te vean como una persona cercana. ¿Aprenderías algo de alguien a quien no conoces o en quien no confías?
2. Habla menos e incluso aprende a callar cuando no hay nada que decir o cuando toca escuchar.
Independientemente del tamaño de tu clase, recuerda que tu meta es que los estudiantes aprendan y escuchar lo que tienes que decirles no siempre garantiza el aprendizaje. Me atrevería incluso a decir que, en muchas ocasiones, es probable que aprendan más si escuchas lo que ellos mismos tienen que decir. Si en algunos momentos tienes que explicar algo o dar algún tipo de lección magistral, asegúrate de que sea lo más breve posible y de que entre una explicación y otra hay tiempo para el diálogo, las discusiones en pares o pequeños grupos, etc.
3. Deja que los otros hablen.
En muchas ocasiones, escuchar a los propios compañeros y compañeras hablando de sus dificultades para resolver un problema, o de cómo lo han conseguido, o dar tiempo para que compartan sus puntos de vista puede enseñar a los estudiantes tanto (o incluso más) que escuchar a sus profesores. De hecho, como decía David Burns, profesor de la Universidad de Pennsylvania: “El mayor error que puedes cometer cuando intentas expresar algo de manera convincente es que tu principal prioridad sea expresar tus ideas y sentimientos. Lo que realmente quiere la mayoría de la gente es ser escuchada, respetada y comprendida. En el instante en que las personas perciben que las entienden encuentran la motivación para comprender tu punto de vista.”
4. Intenta que los estudiantes tengan una razón para escuchar y sean responsables de su propia escucha.
En aquellas ocasiones en las que realmente necesitamos que nos escuchen, debemos darles buenas razones para que lo hagan o, al menos, evitar darles razones para que “desconecten”. Decirles “ahora tenéis que escuchar atentamente” no parece ser la solución.
5. Apaga la pantalla.
A pesar de que las ayudas visuales pueden ser importantes, en algunas escuelas y universidades se desaconseja el uso de la pizarra digital o de las presentaciones en PowerPoint, puesto que se considera que no promueven la escucha activa. ¿Puedes imaginar por qué?
6. Pregunta, pregunta y pregunta.
Son las preguntas, y no las explicaciones interminables, las que promueven el aprendizaje, y como decía Einstein, “lo importante es no dejar de hacerse preguntas”. Ahora bien, intenta que las preguntas no sean solo un mecanismo para controlar si te han escuchado o si han entendido lo que acabas de decir (¿alguien piensa que la respuesta afirmativa a un “habéis entendido” es la mejor manera de comprobar la comprensión de lo que se ha dicho?) sino que sean preguntas capaces de promover la reflexión y formas de pensamiento más complejas.
7. Modela el comportamiento de un buen oyente.
No se trata de explicar a los estudiantes en qué consiste la escucha activa, sino de predicar con el ejemplo. ¿Cuántas veces interrumpimos a los estudiantes? ¿Cuántas veces mostramos desinterés por lo que tienen que decirnos? ¿Es nuestra escucha, cuando ellos hablan, realmente activa? Un recurso sencillo para concentrarnos en lo que dice un estudiante y demostrar que estamos escuchando es parafrasear lo que acaba de decir. “Entonces, si he entendido bien, has dicho que…”.
8. Deja un tiempo para que comprueben lo que han entendido.
Si explicas algo en el aula, lo más probable es que no todos entiendan lo mismo o que algunos pierdan parte de la información. Deja unos minutos para que, en parejas, puedan comprobar sus notas o simplemente conversar sobre lo que has explicado.
9. Evita la monotonía.
Nada favorece más la distracción que la monotonía. Mucho se ha dicho sobre este tema, pero a en algunas clases poco parece haber cambiado. ¿De verdad piensas que un alumno es capaz de escuchar a un docente que habla sin parar durante 20, 30 o 50 minutos?
10. Escucha con los ojos.
Recuerda que las palabras pueden representar una parte muy pequeña del mensaje, y algunas veces lo que se dice transmite menos que el cómo se dice. Observa lo que hacen tus alumnos y alumnas mientras te hablan y aprende a “escuchar con los ojos” observando las congruencias e incongruencias entre su lenguaje verbal y corporal.
Y, si has llegado hasta aquí, recuerda que ninguno de estos diez puntos es una receta, sino simplemente una invitación a reflexionar sobre cómo escuchamos y cómo nos escuchan y, si lo deseas, a dar algunos pasos para mejorar esta habilidad fundamental para la comunicación dentro y fuera del aula.
Profesora universitaria, consultora, facilitadora de procesos de formación en soft-skills y directora de online learning en Growth Coaching Online
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