«RECUERDOS DE UN PASADO» por José Enrique Granados
Otro de los escritos que hace unos años me facilitó Antonio Jesús Sánchez Lamolda para el extra de las fiestas de IDEAL del año 2009 (extra que no vio la luz) es este de la gacetilla de hoy. Se titula “Recuerdos de un pasado”.
“Un día 22 de mayo de los años 1939 ó 1940, después del almuerzo, nos dijo mi abuelo, Juan de Dios Sánchez Castro, a mi hermano Juan de Dios y a mí, el que suscribe, que fuéramos con el a dar un paseo. Iba a talar varios olivos de D. Santiago López Castro, maestro de varias generaciones, que los tenía en la falda del Castillejo un poco más arriba de las aguas potables, en el Camino de las revueltas.
Cogimos entre mi hermano y yo un poco de ramón para que comiera la cabra que teníamos en casa de mi abuela, Francisca González Rajoy (mama tita). Cogiendo el ramón nos encontramos un objeto metálico de unos 25 o 30 centímetros. Lo apartamos y sin decirle nada al abuelo, lo introdujimos entre el haz del ramón, y nos fuimos a casa de la abuela, que ésta estaba en una habitación sentada en la mesa camilla, esperando que mi hermana Amalia le llevara el brasero de picón.
Desatamos el haz de ramón y cogimos el objeto metálico, y a darle golpes sobre un marmolillo que había en el patio de la casa debajo de una higuera. Un golpe, otro y otro hasta que el objeto explotó, y en ese momento pasaba mi hermana Amalia que también supo lo que era la metralla. Resultamos los tres niños heridos por la explosión de una bomba de mortero que, según dijeron algunos expertos sobre el caso, hizo explosión solamente una cosa que se llamaba firtón, que si llega a explotar todo, nos hubiera causado la muerte a los tres hermanos. Y si hay alguien que duda de los milagros, este fue uno y verdadero.
Mi madre, Angustias, no estaba en casa, era veintidós de mayo y se fue a hacedle visita a Santa Rita en Granada, seguro que cuando ocurrieron los hechos estaba rezando (que coincidencia). Mi padre, Juan de Dios, estaba en Málaga en su trabajo, era corredor de fincas. Nos encontramos los tres hermanos solos “chorreando sangre” por los brazos y las piernas. Las vecinas entraron a la casa y viendo el panorama a mi me cogió en brazos Mercedes la Callejas, Carmen la de Angulo también cogió a otro y el otro hermano no se quien lo cogió. Nos llevaron a casa del médico que se llamaba D. Alfredo, que vivía en la Calle Real, desde allí nos trasladaron al Hospital de San Juan de Dios. Allí estuvimos sobre una semana y salimos los tres solamente con varias cicatrices en manos y piernas.
Pienso que este sería uno de los hechos que guiaron a mi padre a acometer por si sólo obra tan desproporcionada a sus medios. La realización de una ermita en lo alto de un cerro, en plena postguerra, “La Ermita de los Tres Juanes”.
Por José Sánchez Gómez de Atarfe. Vivido y escrito.”
En la fotografía, explanada existente en el entorno de los Tres Juanes, antes de la construcción del lago, década de los noventa del siglo pasado.