NOTA PREVIA: El embrión de este relato fue el encargo que mi sobrina Carla Granados me hizo en septiembre de 2013. Me pidió un cuento para ser publicado a beneficio de la ONG con la que colaboraba en un orfanato remoto de Kenia. Destinado a favorecer la solidaridad, siempre pensé que no estaba bien equilibrado y que me había pasado en el aspecto sentimental. Carla me regaló la trama a través de un correo y yo sólo tuve que darle vida.

Su ONG anda casi esfumada en el viento y ella está ahora muy ocupada con su doctorado, pero la actualidad de los inmigrantes sirios hace que rescate y reelabore el cuento, cuya tesis no ha perdido vigencia, por desgracia.

A mi sobrina Carla Granados, generosa  cooperante y protagonista de este relato

     …cada vez me gusta menos lo que hago: este madrugón, esperar ahora un apestoso vagón del metro, estas apreturas, esta prisa irracional… y total, para nada, porque las pruebas de laboratorio no terminan de ser concluyentes y mi trabajo sigue estancado… y para colmo, la actualidad, cada día menos esperanzadora: esas imágenes de los muertos de Lampedusa, las del atentado en el centro comercial Westgate de Nairobi, tantas malas noticias… quizás tendría que dejarlo, plantearme lo que me dicen mis padres cada vez que me sumo a algún proyecto de cooperación:

     -Pero hija, si lo de tu solidaridad está muy bien, pero ¿tiene que ser en los países más inestables, donde hay mil riesgos más de los que la vida ya trae de por sí? –me dice mi madre, con gesto angustiado.

     -También puedes ser solidaria aquí, con nosotros, que mira que hay donde cooperar y ONGs que dan el callo… -remacha mi padre, con cierta gana de que le haga caso.

     ¡Hala!, este imbécil se cree que puede subirse al vagón pasando por encima de mí, menudo porrazo me ha dado con la mochila…, ahora toca buscar un sitio donde no me aplaste la prepotencia de estos chicos… es cierto, esas advertencias me hacen vacilar sobre mis decisiones, pero yo necesito sumergirme en cada problema, no verlos en el telediario ni contemplar pasivamente las fotos de internet… y llevan razón papá y mamá, pero soy así y eso no tiene remedio: no puedo sentirme siempre una privilegiada occidental, con todas sus necesidades cubiertas y que aún quede para caprichos mientras en el otro mundo, no sé si tercero, o cuarto o enésimo mundo, todo es una pura necesidad… porque mientras aquí soñamos con el último cacharro electrónico para navidad, aquellos niños juegan con lo primero que cae en sus manos y mientras aquí la gente va al gimnasio para mantener la forma física y adelgazar, allí la delgadez es pura hambre y mientras que aquí los abuelos envejecen plácidamente allí la gente muere de mil cosas, todas de lo más impensable para nuestras conciencias… ¿cómo quedarme quieta? …y tengo que reconocer que lo de Nairobi me ha dejado tocada, con tanto muerto… es que tres semanas antes yo estaba allí haciendo unas compras para los abuelos, para mis padres, para algunos amigos y mi hermana… cuatro baratijas, que mi economía de becaria no da para más, pero el hecho es que estuve allí… un simple cambio en los planes de estos descerebrados, la elección de esa fecha en que yo hice mis compras para el atentado y tal vez se habría acabado todo… ¡a ver si te estás pasando!, me digo a veces, no puedes cambiar el mundo… pero también sé que detrás de cada utopía siempre ha nacido algo sólo unos cuantos años después y tampoco pido demasiado: sólo lo que cualquier niña nacida aquí tendría incluso en tiempos de crisis… pero rodeados de comodidades no nos damos cuenta, hace falta que nos atraviese un simple y escueto dato humano y es ahí donde aparecen el compromiso y este agobio que me hace preguntarme si estoy haciendo lo correcto, que en cierta manera es una locura, eso ya lo sé, o debería dejar el mundo como está, que al parecer es lo más sensato… pero si es que no tengo arreglo, ahora mismo llena de dudas en el vagón y entonces, ¿por qué he sentido esa atracción hacia la familia africana que se acaba de subir y se acerca a mí? …le cedo el asiento a la señora, que está embarazada, y me fijo en los ojos de esa niña, unos ojos llenos de curiosidad y vida… le hago una caricia en la naricilla y la madre me sonríe, tal vez extrañada de que alguien la trate con algo de humanidad… ellos no lo saben, pero la chiquilla me recuerda a Lucy… como movida por un impulso hurgo en el mp3 y pongo en modo Repetición la canción de Dylan, esa vieja canción de los tiempos de mis padres… ¡me recuerda los viajes con ellos en el coche, sonando la misma cinta una y otra vez…! …son sólo unas simples preguntas a la vida, al género humano, tal vez directamente a mí:


…how many roads must a man walk down / before you call him a man? …la musiquilla me acompaña de forma obsesiva camino de mi trabajo en ese Departamento, tan avanzado y a la vez tan lleno de carencias …¿cuántos caminos debe recorrer un hombre / antes de que le llamemos hombre? …estas preguntas me hacen reflexionar y me recuerdan el correo de la “jefa”, un correo que me metió de lleno en este campo de trabajo …hablaba de un viaje en un mugriento asiento de un matatu, que resultó ser un autobús, ella llevaba dormida en el regazo a Lucy, una niña sorda del orfanato en que la ONG estaba llevando a cabo un programa de actuación …había un serio dilema con la chiquilla, decía aquel correo electrónico: ¿llevarla a un destartalado centro, donde le enseñarían el lenguaje para sordos o dejarla con su discapacidad junto a sus “hermanos de abandono”, que a fin de cuentas eran la única familia que ella conocía? …se sabía de abusos en el centro para sordos, de la miseria y la corrupción que mataba de hambre a los internos,  pero los burócratas de Nairobi no se molestaban en investigar, tal vez consideraran que no había ningún problema en violar a niñas y que el país tenía ya bastantes preocupaciones como para pensar en una chiquilla sorda, con un ojo de cada color, abandonada poco después de nacer y perteneciente a una etnia considerada como la última en la injustificable jerarquía de castas y razas… una basura, en definitiva… pero “la jefa” veía tanto futuro en aquella niña que siguió enviando correos y difundiendo su caso, hasta que llegaron varios cooperantes, entre ellos, una otorrino de León, que acudió a trabajar un verano y se interesó por la pequeña: su sordera no era tan acusada como habían dicho los desmotivados médicos keniatas… una esperanza se abría y permitía mirar hacia un futuro… how many times must a man look up / before he can see the sky? …bastaba un implante y Lucy empezaría a oír… todos los de la ONG pensamos en un  futuro para la niña: un futuro que empezaba inexcusablemente por traerla a España e implantarla, pero ¿quién iba a asumir semejante responsabilidad …¿cuántas veces tiene un hombre que mirar arriba / antes de conseguir ver el cielo?

Imagen tomada de mansunides.org

Imagen tomada de mansunides.org

…la idea era un desafío, justamente la energía que necesitan los cooperantes para lanzar al aire su sueños: traer a la niña una temporada, acogerla en la casa de alguno de nosotros, hacerle el implante, hacerle pasar el período de adaptación… y el problema venía después: ¿se puede mostrar un paraíso occidental a una niña de ocho años para después devolverla a sus carencias? …es el viejo cuento de la Cenicienta convertida en princesa para después volver a la miseria, o la historia de aquella película que tanto le gusta a mi padre, My fair lady, donde Elisa Doolitle, la florista indigente se convierte en una refinada dama para que un distinguido caballero británico gane una apuesta y, una vez conseguida la proeza, tiene que volver al arroyo… un vuelo a lo más alto que, de repente, te deja caer… y el viejo Bob sigue cantando mientras se acerca la estación donde me bajaré para ir al trabajo: Yes, ‘n’ how many seas must a white dove sail / before she sleeps in the sand? …la pobre Lucy es hija de un funcionario de la prisión de Nairobi, que dejó embarazada a la madre y después se desentendió de las dos, por eso la chica dejó a su bebé ante la puerta de la cárcel… nadie hizo nada y poco después fue a parar al orfanato, que es casi tanto como decir a la calle y así vino a dar con nosotros, con nuestra ONG… Sí, y ¿cuántos mares tiene que surcar una paloma blanca / antes de de dormir en la arena? …yo había oído la historia, pero este verano he pasado mi mes de vacaciones en Kenia y mi mundo occidental se ha tambaleado… verla mirar hacia donde miran los otros niños y estallar en una sonora carcajada, ver la expresividad de su mirada o ese lenguaje especial que comparte con los demás críos, sin necesidad de palabras… Lucy es toda una promesa, todo un desafío, una personita que me ha calado profundamente y me ha puesto la conciencia en carne viva… me ha cambiado tanto, que me pregunto si sigo siendo una chica normal… y creo que sí: normalísima …mi carrera, mi beca mal pagada, mis tristes expectativas en el Departamento, mis sueños, mis padres detrás… es decir, una mujer como cualquier otra, con los mismos problemas, pero yo recibí ese correo en que me hablaban de ella y, como es que soy así, reaccioné… ¿que he corrido riesgos? ya lo creo, pero no me importa, la vida es un puro riesgo y hay que vivirla a pesar de ello… ¿o es que a mis veinticinco años voy a pensar en morir de vieja en la cama? …ese correo…, en realidad era tan simple como para decir lo que es obvio: que la suerte va por barrios y épocas, que no es lo mismo nacer en Europa que en África, que una niña que haya nacido en Kenia no tiene ni la milésima parte del futuro que le corresponde a una niña cualquiera nacida en un país más o menos próspero, algo así como esta España, tan llena de políticos cretinos, que nos cierra tantas puertas, pero que aún tiene un alto nivel de vida… sólo pensar en la sanidad de aquí, comparada con los primitivos hospitales de aquel triste país… yes, ‘n’ how many deaths will it take till he knows / that too many people have died? …allí las luchas tribales, la miseria y la muerte se enseñorean sin piedad sí, y ¿cuántos muertos llevará / que se sepa que ha muerto demasiada gente? …y dejan escaso futuro para estos niños con los que he trabajado y me he enternecido hasta convertirme en otra persona, porque sé que con mi trabajo de cooperante en el orfanato he cambiado, siquiera un poquito, la vida de estos niños y aunque ellos no lo sabrán nunca, ellos han cambiado, ¡y en qué medida!, mi vida acomodada, que esas tristes criaturas le mueven el alma  a cualquiera …Yes, ‘n’ how many years can some people exist / before they’re allowed to be free? … mi estación, tengo que bajarme y dirijo una última sonrisa a la niña y a su madre …sí, y ¿cuántos años puede existir un pueblo /antes de que se le permita ser libre? …al mirar al padre, éste me hace un gesto que no consigo interpretar, pero no puedo detenerme, he apurado tanto la cercanía de la pequeña que me va a resultar difícil llegar a mi salida…

 

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Bob Dylan en su (mi) juventud

    …el juglar de los tiempos de mis padres está cantando ahora mismo: Yes, ‘n’ how many times can a man turn his head, / pretending he just doesn’t see? …subo las escaleras de la salida y el sol de la mañana me ciega… sí, y ¿cuántas veces puede un hombre volver la cabeza / simulando simplemente que no ve? …entonces consigo interpretar lo que me quería decir ese hombre al señalarse los dos ojos: que estoy llorando, tal vez no es para tanto, pero he vuelto de Kenia muy blanda, con una sensibilidad especial a flor de piel, llena de sueños y de un miedo nuevo: el miedo a que no se cumplan, pues este mundo es demasiado egoísta y vuelve la espalda a los problemas que a mí me afectan tan profundamente… ¿por qué me complico tanto la vida? ¿no dicen que la juventud actual es frívola y egoísta? Pues yo tendría que ir a lo mío y ya está… tengo que secarme las lágrimas, que voy dando el cante… no sé cuántas vueltas le he dado ya a la canción y decido parar el mp3, pues el ruido del tráfico no me deja oírla… sólo me da tiempo a percibir una de esas preguntas: Yes, ‘n’ how many ears must one man have / before he can hear people cry? …sí, y ¿cuántos oídos tiene que tener un hombre / antes de oír llorar a la gente? …a Lucy le bastaría con sus dos oídos y el implante que la rescatara de su sordera… entonces  sería una niña normal que podría tener sueños de futuro, ilusiones, pero ¿lo conseguiremos? …pienso en el estribillo de la canción, en eso que he oído tantas veces y que al pensar en el futuro que sueño para la pequeña Lucy suena mucho más real y amargo que nunca: The answer, my friend, is blowin’ in the wind / the answer is blowin’ in the wind…: la respuesta, amigo mío, está flotando en el viento / la respuesta está en el viento.


Alberto Granados

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