«Cuando NO es relativamente NO» por Alberto Granados
En cuestión de horas, Mariano Rajoy será de nuevo Presidente de Gobierno, el PSOE sufrirá el mayor desprestigio de su historia y quedará eclipsado, incluso en la oposición, por Podemos. Es un proceso extraño que supone varias cosas:
1 Se nota de lejos que somos el país inventor de la picaresca, un país en el que se admira y se apoya con el voto al corrupto, al que secretamente se envidia por su astucia, por su desvergüenza. Si no fuera así, no se explicaría el apoyo que el PP ha recibido en las urnas en las dos últimas consultas electorales. El Partido Popular, en efecto, ha acumulado tales cotas de corrupción estructural, que en cualquier país de nuestro ámbito recibiría un doloroso castigo electoral, pero aquí se soslayan hechos tales como que la corrupción alcanza a varias comunidades, que tiene imputados a una significativa parte de sus jerarcas y arrimados y que el Presidente Rajoy da por zanjados estos pecadillos con la única explicación de que él no sabía nada. Escasamente homologable ante la comunidad internacional.
2 Pedro Sánchez ha jugado sus cartas como si quisiera perder, como si necesitara inmolarse, sin llegar a creerse su verdadero papel de jefe de la oposición. Cegado por la mínima posibilidad de llegar a presidir el Gobierno, ha llegado a creerse que todo dependía de él, cuando era responsabilidad de Rajoy. En el proceso, demasiado largo ya, han sido los suyos quienes se lo han fagocitado en tanto que Rajoy ha demostrado que siendo correoso, echando balones fuera, dando la vuelta en seco si se encuentra a la prensa, explicándose a través de un televisor, etc. y enrocado siempre en sus posiciones, se puede volver a gobernar. Ahora exige pacto de estabilidad. De sonrojo nacional… si aún nos quedara algo de vergüenza.
3 La campaña “NO es NO” me ha parecido desde sus primeros momentos una estrategia condenada al fracaso. Desde este verano he defendido en perfiles de Facebook que habría sido mejor la abstención que el choque frontal con la realidad y su lógica. He argumentado que prefería tener a Rajoy como rehén del resto del arco parlamentario antes que a Pedro Sánchez como rehén de Podemos. Y conste que comprendo que no es plato de gusto aupar de nuevo a Rajoy a la presidencia, con todo el lastre de ausencia de diálogo, corruptelas, de conservadurismo, pero es que el resultado de dos elecciones ha sido claro.
Si el PSOE hubiera sabido leer el resultado de las segundas elecciones con ojos de políticos de envergadura, habría dejado pasar sus mínimas opciones para un momento más idóneo. De esa forma, Rajoy estaría gobernando desde el verano, ya llevaría una carga importante de desgaste, el triste asunto catalán probablemente le habría estallado al PP y Sánchez podría estar fortaleciéndose como líder de la oposición, en vez de cederle el papel a Iglesias. Además, Rajoy tendría que actuar con pies de plomo, en frágil minoría y hasta se le podría haber apretado para que retirara la vergonzosa y esclavista Reforma Laboral, la elitista LOMCE y cambiara de rumbo en políticas sociales, culturales y científicas. Pero la campaña “NO es NO” ha arruinado todas las posibilidades de negociación… para acabar en que “NO es sólo relativamente NO”, a cambio de nada. O mejor, tras dejar decapitado al partido de los socialistas. Decapitado y, según se espera mañana, dividido entre los que van a tragarse el sapo de la abstención y los que no se van a plegar a las nuevas exigencias y tienen previsto votar No, pese a las consecuencias (los del PSC, la ex comandante Zaida, Margarita Robles, Pedro Sánchez y alguna sorpresa más).
Un hierático Pedro Sánchez observa el debate de ayer. Fotografía de Chema Moya en El País digital
Para que el largo y curvo camino del PSOE llegue a desembocar a este punto no se necesitaban alforjas de grandilocuencia, ni gestos heroicos que al final han quedado en la más absoluta nada. Repito que yo me hubiera abstenido este verano, pero con contraprestaciones y con un líder más o menos intacto. Hubiera sido sentido de estado y sentido práctico. Pero mis palabras, como las de algunos barones, se consideraron traición (alguien muy querido me llegó a acusar de vendido). Me ha extrañado que entre mis antiguos compañeros de militancia socialista no haya habido nadie que coincidiera públicamente con mi análisis, de lo que deduzco que había una seria campaña para dejar que Pedro Sánchez se estrellara. ¿La orquestó Susana Díaz? No lo sé y me importa muy poco a estas alturas. Me pregunto qué opinarán ahora mis queridos compañeros que tanto defendía en NO, a la vista de esta nueva y desconcertante situación.
También me pregunto (lo he hecho siempre y al no encontrar respuestas me salí del partido) quiénes estarán dispuestos a presentar su dimisión de las responsabilidades políticas a partir del sábado. Porque en el desgaste hasta el ridículo del PSOE hay mucho culpable, mucho aferrado a una gestión desastrosa en un cargo que no se merece por ineficaz, mucho complaciente y mucho apoyo incondicional cultivado largamente a base de favores clientelares. Pero todo ha reventado.
Ahora Rajoy es el jefe indiscutible y se va a enfrentar a un PSOE desnortado, acobardado, sin líder y dividido. Sólo va a contar con la oposición de Pablo Iglesias y su demagogia, mientras el Partido Socialista intenta encontrar un asidero para no hundirse definitivamente o quedar relegado a ser la tercera o cuarta fuerza en un futuro arco parlamentario. Se habla, una vez más, de refundar el PSOE, pero la refundación solo será viable si se prescinde del lastre de las viejas jerarquías, mucho más pendientes siempre de mantenerse en el cargo que de los problemas de la gente en general y del partido en particular. Y no los veo yo generosos como para dejar la política activa y retirarse a sus puestos de trabajo. Volver al tajo es durísimo cuando se lleva rotando de cargo en cargo, de ineficacia en ineficacia dos o tres décadas. Sería lo lógico, pero muy pocos han dado ese paso, lo que los dignifica dadas las tragaderas que se soportan con las puertas giratorias.
Pobre partido y pobres los que creemos en sus principios, mucho más sabios que sus jerarquías. Sueño con un partido limpio de viejas adherencias, renovado, con un líder que tenga la suficiente solidez como para limpiar la casa de incompetentes y enfrentarse definitivamente a la corrupción del PP y a su gobierno para el mundo financiero, para la iglesia y para la enseñanza privada. Pero los sueños sueños son.
Alberto Granados
Publicado por en Lo que me pasa es que este mundo no lo entiendo