24 noviembre 2024

El FMI afirma que la igualdad de género en el trabajo dispararía el PIB

Un informe del FMI constata los beneficios que tendría para las economías mundiales una participación equitativa de mujeres y hombres en el mercado de trabajo, que en algunos países podrían disparar el PIB hasta un 34%.Propone políticas sociales coherentes para que el estado se haga cargo de las tareas de cuidado y evitar incentivos fiscales contraproducentes.

La igualdad de género es buena para la economía. Es una frase sencilla que resume un informe que acaba de publicar el Fondo Monetario Internacional (FMI) y que constata los beneficios que tendría para las economías mundiales una participación equitativa de mujeres y hombres en la fuerza laboral. En algunos casos, el PIB podría crecer hasta un 34%. Para conseguirlo, el estudio señala los escollos actuales y propone medidas que se basan, esencialmente, en dos ejes: políticas sociales para que el Estado se haga cargo de las tareas de cuidados; y reformas fiscales coherentes que no desincentiven la participación de las mujeres en el mercado de trabajo.

«Hay amplias evidencias que demuestran que si las mujeres pudieran desarrollar todo su potencial en el mercado laboral habría significativas ganancias macroeconómicas», concluye el informe. Por ejemplo, si la participación laboral de las mujeres fuera igual que la de los hombres en Estados Unidos, su PIB crecería un 5%. En el caso de Japón, la economía crecería un 9%; en Emiratos Árabes Unidos, un 12%; y en Egipto, hasta un 34%.

 Sin embargo, los beneficios de la igualdad irían más alla. El FMI señala que un aumento de mujeres trabajadoras permitiría compensar la caída de la población activa en los países con sociedades envejecidas. Por otro lado, la igualdad en el mercado laboral permitiría a las empresas hacer una gestión de talento más eficaz, algo que repercutiría positivamente en su crecimiento.

En los países en desarrollo, que las mujeres cuenten con ingresos propios tiene efectos directos sobre el desarrollo de las comunidades y la tasa de escolarización de niños y niñas. El informe recuerda que las mujeres tienden a invertir una parte importante de sus ingresos en la educación de los hijos, en mayor proporción que los hombres. De hecho, según la OIT, el empleo de las mujeres -tanto el remunerado como el no pagado- es uno de los factores que más contribuye a reducir la pobreza en los países en desarrollo.

Las diferencias perduran

El informe constata que la diferencia entre las tasas de actividad de hombres y mujeres se han estrechado en los últimos años, aunque la brecha sigue siendo elevada en muchos países. Las mujeres están ocupadas mayoritariamente en el sector servicios, especialmente -de forma «desproporcionada», según el propio organismo- en las actividades relacionadas con la salud y los servicios a la comunidad.

Destacan, también, la brecha salarial entre hombres y mujeres y la presencia «dominante» de estas en el trabajo a tiempo parcial. El documento señala a la «segregación ocupacional» y a las reducciones de jornada que mayoritariamente tienen que coger las mujeres como responsables de que las diferencias entre los niveles de ingresos de mujeres y hombres permanezcan.

«Las mujeres contribuyen de forma sustancial al bienestar económico a través de grandes cantidades de trabajo no remunerado, como el cuidado de los hijos y las tareas del hogar, trabajos normalmente invisibilizados y que no están contemplados en el PIB», dicen.

¿Qué hacer?

El informe considera que hay un margen amplio para actuar sobre la política fiscal. Propone, por ejemplo, sustituir la fiscalidad sobre la familia por un esquema de tributación sobre los individuos, ya que considera que, en el caso de la primera, desincentiva el empleo femenino y lo hace secundario para la familia. En el caso español esto implicaría, por ejemplo, eliminar la posibilidad de hacer la declaración de la renta conjunta.

Plantea también una política de beneficios sociales coherente y que no desincentive la participación de las mujeres en el mercado laboral. El informe menciona como buena práctica las políticas que prácticamente equiparan los permisos de maternidad y paternidad, porque mejoran considerablemente las posibilidades de que las mujeres vuelvan luego al trabajo y contribuye también a cambiar los roles de género.

Las propuestas del FMI pasan también por garantizar el acceso a los servicios sociales de cuidados, como la educación infantil y la dependencia, y por revisar las ayudas económicas que se dan por hijo para evitar que estas supongan un desincentivo para que las mujeres entren en el mercado laboral, sobre todo si sus expectativas salariales son bajas.

En cuanto a la discrminación laboral, el informe plantea fortalecer el control y la investigación para vigilar el cumplimiento de las leyes, y establecer mecanismos alternativos a los juicios, como la mediación y el arbitraje, para resolver más ágilmente los conflictos.