Siete lugares de barbarie y dignidad para recuperar la Memoria
La periodista y colaboradora de ‘Público’ María Serrano publica ‘Lugares de la Memoria de Andalucía’, una obra que bien podría ser una guía de los horrores del franquismo en su momento fundacional. Se presenta este martes en Sevilla.
Decía el abogado Carlos Slepoy, recientemente fallecido, que España ha permitido «el olvido, la desmemoria» de las lucha de la II República y los crímenes franquistas, pero que lo que es aún más grave es que la democracia también ha permitido «la legitimación de los dirigentes franquistas». Los crímenes del franquismo quedan enfrascados así en el innombrable pasado y en virtud de un futuro hacia ninguna parte se pide a las víctimas de la dictadura que se vayan muriendo sin hacer mucho ruido.
La obra Lugares de la memoria de Andalucía, de la periodista y colaboradora de Público María Serrano, es uno de esos libros que su lectura supone un fuerte latigazo a la desmemoria colectiva del Estado. El libro, con un lenguaje didáctico y dando prioridad siempre a los testimonios, acerca al lector a la trágica realidad de la represión franquista. A las indiscriminadas masacres, las purgas, las cazas de sindicalistas, la represión de las mujeres… un repaso que permite vislumbrar al lector que nada de lo que sucedió en la mal llamada Guerra Civil fue por casualidad.
«El libro aporta una pequeña información con testimonio que permite al ciudadano, al turista, incluso al investigador tener un pequeño aporte de que ocurrió allí y poder visitarlo», señala a Público María Serrano, periodista y colaboradora de esta casa, que presenta la obra este martes 9 de mayo a las 19.30 horas en la Casa de la Provincia de Sevilla-
Concretamente, la obra de Serrano recoge y explica los cincuenta Lugares de la Memoria Histórica de Andalucía en un libro que bien podría ser una guía de los horrores del momento fundacional del franquismo: la terrible represión sobre la población española que los golpistas calificaron de ‘antiEspaña’. «Es importante evocar y guardar los vestigios de una etapa tan reciente de nuestra historia. Como periodista me ha gustado resumir y concretar en muchos espacios que incluso gente de cada provincia desconoce y que necesitan ser conocido por escolares, en excursiones, por los mayores para contar lo que saben de allí», sentencia María Serrano.
A continuación, Público expone un resumen de siete lugares de la Memoria que vienen recogidos en el libro.
Los refugios antiáreos de Almería
Gloria Sevilla era una niña de apenas diez durante la Guerra Civil. En su memoria tiene grabado cómo sus vecinos tropezaban ante las puertas del refugio antiáreo de su Almería natal. “Con aquellos cañonazos, ¿quién iba a ser capaz de salir a la calle?”, se pregunta esta mujer en la obra de María Serrano. Su testimonio sirve para explicar la caída de la última provincia andaluza fiel a la República: Almería.
«Qué miedo y qué asfixia daban aquellos refugios. Encima se veía tan poco que no se sabía ni cuantos éramos»
A finales de mayo del 37, navíos de guerra alemanes bombardearon la ciudad de Almería, dirigidos por la mano directa de Hitler. Aquel día negro acabó con un balance de 40 muertos, 150 heridos y unos 200 edificios destruidos. «Qué miedo y qué asfixia daban aquellos refugios. Encima se veía tan poco que no se sabía ni cuantos éramos. Nos entraba descomposición de cuerpo. Era muy imponente”, prosigue Gloria Sevilla.
Estos refugios, rehabilitados en el año 2006, se han convertido en un testigo vivo de aquel horror vivido por los almerienses. El Gobierno republicano mandó construir una red de refugios a nueve metros de profundidad, extendida por túneles de casi cinco kilómetros de extensión, gracias a la labor del arquitecto Guillermo Langle, el ingeniero de canales José Fornieles y el ingeniero de minas Carlos Fernández. Tenía capacidad para albergar a 34.000 personas.
Los Muros de Puerta de Tierra de Cádiz
Los muros de Cádiz han sido testigos de infinidad de asesinatos. La ciudad de Cádiz tardaría apenas 48 horas en caer en manos del ejército sublevado. La historiadora Alicia Domínguez apunta en su libro El verano que trajo un largo invierno que las víctimas del fascismo en Cádiz ascendieron a 4.600, aunque los fusilados en la posterior represión alcanzaría la cifra de 13.845 gaditanos, asesinados en ejecuciones que se convirtieron dentro de la ciudad en puro espectáculo.
Los asesinatos se justificaban por sus verdugos porque era urgente la eliminación de enemigos contrarios a la patria
Los asesinatos se justificaban por sus verdugos porque era urgente la eliminación de enemigos contrarios a la patria. Solo en el primer mes de control fascista en la ciudad se produjeron 111 víctimas. A partir de 1937 el destacamento militar continúa con la represión por toda la provincia a través de juicios sumarísimos. Estos procesos eran tan ‘legales’ que incluso eliminaban la fase final del juicio que permitía a la acusación pedir más pruebas. Tampoco se llevaba a cabo en muchos de los casos el proceso de la declaración de testigos. Los juicios se improvisaban en aulas de colegios o en medio de una sala del Ayuntamiento.
Una de aquellas víctimas fue Franscisco Rendrón, relojero de la ciudad, que fue acusado de ser uno de los miembros más destacados del Partido Comunista en la ciudad de Cádiz durante la etapa del Frente Popular. “No he sido ladrón, ni he incendiado iglesias, como tampoco he saqueado templo religioso alguno”, sostenía en los múltiples interrogatorios.
La ruta guerrillera de los Juiles en Córdoba
Con la caída de Andalucía, el espíritu combativo llevó a los hermanos Juiles internarse en la sierra en marzo de 1939 junto a muchos otros. El historiador local Luis Miguel Sánchez Tostado destaca que el grupo “comenzaría su actividad con una treintena de anarquistas, casi todos ellos naturales o vecinos de Bujalance, cuyas andanzas se localizan entre las provincias de Córdoba y Jaén”. Sus principales guerrilleros camuflaban su identidad a través de un apodo. Eran conocidos como Béjar, Aviador, Cobos, Bigotín, Cerrinegro, Martínez, Chivito, Churro, Simón, Navarro, Chepa, Moreno, Gato, Payaso, Boy, Niño del Dinero, Quincallero, Moni y Abisinio.
“El número de componentes del grupo de los Juiles variaba según iban muriendo o eran apresados y se iban incorporando otros compañeros”
«El número de componentes del grupo de los Juiles variaba según iban muriendo o eran apresados y se iban incorporando otros compañeros”, cuenta el historiador José Luis Gutiérrez Molina, autor de la obra Resistencia antifascista y represión en Bujalance.
Tras varios años de resistencia y lucha en Sierra Morena, el grupo cae víctima de una traición en un cortijo de Montoro conocido como Mojapies. En la madrugada del 6 de enero de 1944, la partida de los Juiles es acribillada por las balas ante la trampa del Abisinio. Martínez intenta la huida y es asesinado. Payaso no resiste el episodio de venganza y se pega un tiro en la sien. Los hermanos menores Juiles sufren varios disparos. El único que logra salir con vida es el más joven de todos, conocido como Quincallero, que fallecería en 2007.
Carretera de Víznar a Alfacar (Granada)
Madrugada del 16 al 17 de agosto. García Lorca va a ser trasladado en la zona del barranco de Víznar, sembrado de fosas comunes. Primera parada, Cortijo de las Colonias. Horas más tarde estaría frente al pelotón de fusilamiento. El investigador Miguel Caballero, autor de Las 13 últimas horas en la vida de García Lorca relata que, en aquellas terribles circunstancias, “el poeta estaba rodeado de una serie de personajes que hacían difícil que pudiera escapar de su destino” y es que para entender la crueldad de aquellos momentos no hay que olvidar el papel impune de aquellos militares golpistas.
Solo la matanza indiscriminada en la conocida carretera de la muerte dejó entre los municipios de Víznar y Alfacar más de 2.500 asesinados
“Eran la mayoría africanistas y estaban acostumbrados a los métodos represivos que practicaron en la guerra de Marruecos. Los utilizaron en la represión de Granada, con una crueldad inusitada desde el principio”, señala el investigador. Solo la matanza indiscriminada en la conocida carretera de la muerte dejó entre los municipios de Víznar y Alfacar más de 2.500 asesinados del régimen de Franco.
Queipo de Llano, jefe del ejército franquista en Andalucía, dio el visto bueno a la ejecución de Lorca en el barranco de Víznar. El 18 de agosto, el poeta sería trasladado junto al maestro Dióscoro Galindo en un coche hasta la finca de Las Colonias, donde coinciden con los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. Lorca pasa sus últimas horas encerrado en la planta baja. Los reos son conducidos a la carretera que une Víznar con Alfacar. Lorca muere fusilado en la madrugada del 19 de agosto, al pie de un olivo.
La cárcel provincial de Huelva
Desde finales de los 60 y hasta 1978, la dictadura franquista convirtió la antigua Prisión Provincial de Huelva en un centro de internamiento de homosexuales, que eran castigados al amparo de la ley denominada de Vagos y Maleantes. El médico franquista Vallejo-Nájera diagnosticaba los síntomas de la homosexualidad como “holgazanería, importunidad, tendencias cleptómanas, agresividad, vagabundeo, etc”.
Con esta tesis se justificaba el electroshock y la esterilización forzosa para impedir la “propagación” de este colectivo
Con esta tesis se justificaba el electroshock y la esterilización forzosa para impedir la “propagación” de este colectivo. La persecución comenzaría desde el inicio de la Guerra Civil, y es que ya en 1936 Queipo de Llano radiaba ante los micrófonos de Radio Sevilla esta proclama: “Todo afeminado o invertido que lance alguna infamia sobre este Movimiento, os digo que lo matéis como a un perro”.
El régimen franquista ordenaría por un decreto del 25 de enero de 1968 el internamiento de este tipo de presos, calificados como “pervertidos sexuales de hábito”. Los condenados eran internados durante un periodo de entre tres meses y tres años para su “reeducación”. La privación de libertad estaba regulada por el Tribunal de Calificación, con presencia eclesiástica y encargado de determinar la duración del proceso de cura. Al sur de España se ubicaban dos centros de rehabilitación para homosexuales, uno en la prisión de Badajoz (para homosexuales pasivos) y el otro en Huelva (para los activos).
El cementerio de Andújar (Jaén)
Si Jaén es después de Gernika la ciudad española más castigada por la aviación franquista, Andújar, junto a Linares, vivirá “un elevadísimo número de ataques aéreos precisamente por su proximidad a los frentes de batalla de Córdoba”. Esto provocaría que las autoridades republicanas llevaran a cabo la construcción de una red de 18 refugios antiaéreos para preservar la seguridad de la población. Hoy aquellas galerías subterráneas se encuentran en perfecto estado de conservación.
Las víctimas eran jornaleros, panaderos, albañiles, ferroviarios, chóferes, ceramistas, carpinteros, agricultores…
La fosa común del cementerio de Andújar cuenta con los cuerpos de entre 93 y 138 víctimas. No obstante, el número de víctimas ascendería en 1944 cuando fue descubierto en la localidad un intento de reagrupación del PCE provincial.
Los nombres de 93 víctimas sepultadas en el camposanto de Andújar están bien documentados. Las víctimas eran jornaleros, panaderos, albañiles, ferroviarios, chóferes, ceramistas, carpinteros, agricultores… En el cementerio de Andújar existen al menos dos fosas comunes de la represión franquista ubicadas en el muro norte del antiguo cementerio. Las reformas recientes en el cementerio han
provocado que una hilera de nichos se encuentre actualmente encima de los cuerpos, lo que complicaría en gran medida una futura exhumación de los huesos.
La antigua cárcel de mujeres de Málaga
La cárcel vieja de Málaga sirvió de prisión y hacinamiento para más de 4.000 presas republicanas que pasaron hambre, miseria y penurias desde la ocupación de la capital por las tropas franquistas en febrero de 1937. El conocido Caserón de la Goleta, en pleno centro de la ciudad, sería la sede principal de la antigua cárcel de mujeres de Málaga. En ella se llegaron a albergar en el frío invierno de aquel año
a más de 400 mujeres en habitáculos en las que apenas había cabida para un centenar. Más del 60% eran de la provincia y el resto procedía de la capital o de otras ciudades.
La cárcel vieja de Málaga sirvió de prisión y hacinamiento para más de 4.000 presas republicanas que pasaron hambre, miseria y penuria
La mayor parte de las malagueñas encarceladas eran jóvenes entre 21 y 40 años, aunque la represión se extendió a todos los grupos de edad. La violencia no entendía de edades sino de actitudes ideológicas. Las que procedían de la provincia, en su inmensa mayoría, y un tercio de las residentes en la capital, firmaban con el dedo. Prácticamente todas aceptaban el defensor que le asignaban y ninguna recurría a profesionales para su defensa en los consejos de guerra y en los juicios sumarísimos, sino a pliegos de firmas de los vecinos o avales, resultando estos una interesante línea de investigación que demostraría ese aspecto de guerra de clases y de miserias humanas tan propia de esta etapa negra de la historia.
Su vida cotidiana estaba marcada por un fuerte ejercicio de limpieza psicológica por parte de las autoridades franquistas, ya que eran calificadas como seres inferiores y perversos. Así lo destacaba en los informes de aquella cárcel Antonio Vallejo-Nájera, jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares del aparato franquista. De su experimento con reclusas arrojaba que eran “libertarias congénitas, revolucionaras natas que impulsadas por sus tendencias biopsíquicas constitucionales desplegaron intensa actividad sumadas a la horda roja masculina”.
La Comisaría de Investigación de Jesús del Gran Poder
En pleno corazón de Sevilla, en la actual calle Jesús del Gran Poder, se encontraba lo que fue durante los primeros meses de la guerra en uno de los principales centros de terror y detención creados por el ejército franquista. El lugar había sido durante la II República sede de la Escuela Nacional de Magisterio.
La última parada para los presos, la mayoría de ellos “condenados a muerte”, era el patio número tres, decorado con vidrieras.
Antonio Bahamonde, delegado de propaganda del general golpista Queipo de Llano, tras su exilio, y el actor Edmundo Barbero, dejaron escrito en sus memorias cómo las aulas fueron transformadas en salas de tortura. Bahamonde y Barbero narran detalles cómo en la antigua clase de Fisiología de esta escuela “había un piano y un cencerro muy grande, la misión era que no se oyeran los interrogatorios”, mientras que “las vitrinas estaban llenas de varas de acebuche y de vergajos” para las palizas que allí se cometían.
La última parada para los presos, la mayoría de ellos “condenados a muerte”, era el patio número tres, decorado con vidrieras. “Siempre estaba lleno de gente, puesto que los que entraban por la mañana habían de ser fusilados por la noche”. El sonido sobrecogedor de las torturas y palizas hacían que aquella calle no fuera apenas transitada por nadie durante la guerra.
El centro como tal duró apenas seis meses. La Comisaría de Investigación y Vigilancia desarrolló su actividad entre el 25 de julio y el 12 de noviembre de 1936 al mando del capitán Manuel Díaz Criado, que dirigía la organización de todo el aparato represivo en Sevilla. La mayoría de los condenados a muerte salían de allí en dirección a las tapias del cementerio de San Fernando.