22 noviembre 2024

  Tendría yo unos ocho o nueve años cuando comencé a coleccionar sellos, tal como hacía mi primo Jaime, que me proporcionó buena parte de sus piezas repetidas y me introdujo en la filatelia.Una hermana de mi abuela, la tía Camila, al enterarse de mi nueva afición, me prometió darme los restos de las colecciones (sellos, monedas y postales) de su marido, el tío Pepe David, a quien no llegué a conocer.

 Me aclaró que ya solo quedaba lo menos valioso, pues los sellos y monedas importantes habían tenido que venderlos para sobrevivir e intentar comprar antibióticos para su marido. La entrega sería tras su muerte, para lo que metió varios paquetes en una caja de zapatos sobre la que escribió a lápiz su decisión testamentaria. Mi tía murió cuando yo tenía ya los veinte años cumplidos, por lo que su generosa herencia me dejó bastante indiferente. Era un momento en que yo estaba en otras cosas mucho más sustanciosas y relacionadas, especialmente, con las chicas, o más bien con la problemática ausencia de ellas.

        Las monedas, sellos y postales han estado un montón de años almacenadas en distintas cajas, sin que yo les prestara demasiada atención, aunque es verdad que, al jubilarme, puse en mi anterior blog varias series, pues me sorprendió la frescura, la belleza o la oportunidad de algunas postales: la serie “Bañistas de Biarritz” o el golpe de Estado en Honduras en 1924. Y en este mismo blog, la serie “Faros”.

Muelles de El Callao (Perú), 1917

Vista del Riachuelo, (República Argentina, ca. 1920)

Refugiados musulmanes en Salónica (1914) o la Historia se repite

        Muchas décadas después de la muerte de Pepe David, en el Ayuntamiento de Estepona alguien se da cuenta de que las fotos antiguas de la población, con las que se pretende montar una muestra, son casi exclusivamente las que mi tío encargó a un fotógrafo profesional para enviárselas a sus corresponsales. Y rastreando al personaje dan conmigo. Varias llamadas y correos interesándose por la biografía de Pepe David y el generoso envío por su parte de la documentación que han encontrado: varias postales escaneadas, un enorme pdf con todo el proceso ante el Tribunal contra la Masonería y el Comunismo, su condena y su expulsión del cuerpo, un informe de Falange, donde curiosamente, lo defienden por su carácter pacífico y respetuoso…

El equipo de Patrimonio ha encontrado sorprendentes hallazgos en esta imagen en la que aparece una iglesia hoy desaparecida

Estepona

El faro de Punta Doncella

Otra imagen con Pepe David (el más alto) y mi abuelo

        Por mi parte, les he prestado un total de 260 postales del primer tercio del s. XX que el equipo municipal del patrimonio esteponero ha escaneado, ordenado con metodología archivística y me ha devuelto, algunas de las cuales forman parte de la exposición, en una sala llamada Sala José David, a cuya inauguración asistí en nombre de la familia el pasado jueves 4 de Mayo.

Pepe David con tía Camila y Dionisillo, un hermano de mi madre que murió poco después de fiebres tifoideas

La misma toma más de cien años después: un faro más alto y sin mis fantasmas familiares

       Eso de que un pariente remoto reciba un homenaje por el daño que se le hizo, solo por sus ideas, durante la dictadura de Franco me ha emocionado. Y el largo paseo hasta el faro me produjo una reacción extraña, de proximidad a la tragedia que vivieron los dos.

        El jueves, tras las intervenciones de la Comisaria de la exposición (Victoria Infante) y un fotógrafo local (Juan Galán), fue mi turno. Con una sala de la llamada Casa de las Tejerinas llena de gente, conté la percepción que tengo del “tío Pepe David”. Esta fue mi intervención:

         Señoras, señores, miembros de la Corporación Municipal, gestores de esta exposición, buenas tardes.

         Se suele definir al ser humano como “animal racional”, concepción que, aun siendo verdad, deja fuera de campo otras dimensiones esenciales de la persona, pues cualquiera de nosotros somos también creativos, contradictorios, interrogativos, sociales… y emocionales. Es verdad que somos animales, a veces demasiado animales como suelen mostrar los noticiarios; también es cierto que somos animales que nos hacemos preguntas trascendentes e intentamos encontrar sus respuestas entre la angustia existencial, la duda de saber para qué estamos aquí y el análisis de nuestras propias contradicciones. Y que somos creadores, en una extensa gama que va desde lo más sublime del arte hasta los simples memes y chistes.

        Pero hoy me interesa enfatizar nuestra dimensión emocional, esa que nos conmociona ante la injusticia, la desgracia o el dolor infligido a nuestros semejantes. Por eso he venido a Estepona para asistir al reconocimiento de lo que en menor o mayor grado dejó hecho el tío Pepe David en favor de esta población, de cuyo faro fue torrero durante muchos años.

        Mi memoria no alcanza propiamente al recuerdo de este hombre. Los vagos recuerdos son, muy posiblemente, inducidos por las conversaciones oídas en mi casa durante años. Supongo que murió en los primeros cincuenta, en tanto que yo nací en 1949, de ahí mi ausencia de recuerdos. Pero siempre aparecía en la charla de mesa camilla el tío masón, el desclasado, el maldito en una familia de benditos bienpensantes, católicos practicantes, del Régimen y, de forma inequívoca, “de orden”, signifique eso lo que pueda significar. Era librepensador y masón, algo que repugnaba el orden eterno de las cosas de mi familia, pero todos coincidían en algo muy importante: era respetuoso, abierto, muy cariñoso con toda la chiquillería del viejo caserón en que me crié. A pesar de sus extravagantes ideas, se le quería y admiraba a todos con la belleza de sus múltiples colecciones: sellos, monedas y postales, algunas de las cuales se exponen aquí hoy.

        No sé decir cómo ni cuándo conoció a su mujer, la dulce tía Camila, hermana de mi abuela materna. No me cuadra demasiado que un hombre nacido en Alicante y con evidente vocación costera llegara a conocer a una mujer criada en Alcaudete, entre olivos, y que tal vez no habría visto jamás ni el mar, ni un faro, ni mucho menos a un farero, pero se conocieron y se casaron. A partir de ahí, y un poco a regañadientes, fue aceptado por el resto de los Palacios, pese a ser esa especie de grano que desentona en la cara bonita de mi conservadora familia. Y desde entonces genera un rico anecdotario, mil ves oído con la atención que le es propia a la magia de los cuentos.

         Que cuando ingresó en la masonería tuvo que pasar una noche en un ataúd, lo que le produjo bastante hilaridad; que facilitaba el que mi tía Camila practicase el culto religioso; que cuando estaban en la casa familiar de Alcaudete les regañaba a mi abuela y sus otras cuñadas y sobrinas porque rezaban el rosario con poco recogimiento, ya que se interrumpían frecuentemente unas a otras para darse recados sobre temas domésticos y eso no le parecía serio; que en los tiempos de máxima violencia accedió a coger el varal del palio para una procesión porque otros hombres no se atrevían, ya que había en las proximidades un izquierdista armado y aclaró después que no le parecía aceptable el papelón que los fieles creyentes le estaban haciendo pasar al pobre cura…

        El BOE del 28 de Enero de 1941 fijaba su expulsión definitiva del cuerpo de torreros de faro, tras un largo proceso que se inició tan pronto como terminó la guerra incivil. Abatido, humillado, herido en sus creencias por la nueva España del Régimen, fue condenado a doce años solo por sus ideas. Su amargura venía de antes, ya que su republicanismo socialista se fue apagando durante el conflicto al ver las barbaridades de sus correligionarios y al sentirse amenazado por las barbaridades del bando alzado. Fue, sin duda, uno de los primeros españoles que alcanzó lo que hoy llamamos en términos históricos la equidistancia. Aún le quedaba un horror más: la cárcel, de donde salió enfermo de una afección urinaria de la que no se repuso.

       Mientras, su mujer, mi tía Camila, fue acogida en casa de su hermana Enriqueta, pintora de profesión, que no dejó de aclararle un solo día que se encontraba en semejante desamparo por culpa de su marido. La vieja coplilla reflejada por Cela en su obra La colmena: Desgraciaito el que come / el pan por manita ajena / siempre mirando la cara, / si la ponen mala o buena. Más humillación, en este caso revestida de caridad cristiana.

        Cuando el tío Pepe David salió del penal de Burgos, se dejó humillar aun más por su cuñada porque no le quedaba otro remedio, simplemente porque no quería que su esposa pasara hambre. Me cuesta trabajo asumir el sufrimiento que todo ello debió de producir en aquel hombre unánimemente aceptado como honesto e íntegro, pero el hambre da cornadas difíciles de restañar. Por extraño que les pueda parecer este anecdotario, Pepe David fue generoso con su mujer hasta su último aliento al permitir que le llevaran el viático en su lecho de muerte. Mis hermanos y primos hemos debatido si ese último gesto fue una concesión final, como le gustaba pensar a la generación anterior de mi familia, que vio en ello a la oveja descarriada que vuelve al redil, o un último acto de amor a su esposa a la que intentó tranquilizar sobre las condiciones espirituales de su particular más allá.

Este fue José David Vidal, a quien hoy Estepona le rinde este pequeño tributo y en razón de eso estoy aquí para acompañar su recuerdo y agradecer en nombre de la familia el homenaje, tanto a la Corporación Municipal, como al equipo que directamente se ha ocupado de esta muestra.

        Solo me queda compartir con ustedes una reflexión final: hubo muchas víctimas de la barbarie y del consecuente nacionalcatolicismo del Régimen. Muchos, seguro que demasiados, siguen perdidos en cunetas y lejos de sus familiares. Mi tío y otros muchos miles exigen desde sus enterramientos, cunetas y fosas comunes algo con lo que se hacen denigrantes bromas y manifestaciones desafortunadas: memoria, justicia y reparación. No es Memoria Histérica, no se abren heridas porque jamás se han cerrado del todo, no es afán de allegar subvenciones. Es un simple acto de justicia que nuestra época, nuestro entorno civilizado y nuestro sentido común exigen, desde mi punto de vista, que no es más que la perspectiva de un animal racional, pero también emocional.

Muchas gracias

         Recibí una intensa ovación y hubo gente que, a la salida, me esperó. Me sentía un tanto incómodo por si la referencia a la Memoria Histórica pudiera haber molestado a alguien, pero creí muy necesario incluir mi breve mención de este aspecto. Una señora me dijo a la salida: “Aquí hicieron barbaridades. Está bien que haya aparecido en tu discurso. Muy bien hecho”. Fue una jornada muy emotiva para mí y me alegro de haber hecho el viaje, que me ha permitido, no solo descubrir un pueblo precioso (más bien ciudad, que alcanza los 70.000 habitantes, si bien dispersos en urbanizaciones costeras) y al equipo de Patrimonio (archiveros, arqueólogo, restauradora, fotógrafo, los que se han encargado del escaneado…: Carmen Pérez Hinojosa, Alfredo Galán, Rafael Galán, Victoria Infante, Ildefonso Navarro, José Gil… ), así como al Concejal de Cultura, José María Guerrero. Todos ellos me han demostrado ser unos entusiastas profesionales. Algo de agradecer en una época en que lo público se menosprecia, inexplicablemente. Gracias a todos ellos y al público de Estepona, del que recibí un apoyo total y un calor humano que me hicieron sentirme como en mi casa.

 Alberto Granados

FOTO DE ENTRADA: Cartel de la exposición