24 noviembre 2024

La socialdemocracia ha sido el proyecto político más significativo del último medio siglo en Europa. Ha contribuido decisivamente a la mejora del nivel de vida de los trabajadores, a la paz social y al consenso político. Y ha sido central en la difícil construcción de la Unión Eu­ropea.

Y en España, los gobiernos del PSOE-PSC entre 1983 y el 2011 fueron los que afianzaron definitivamente la democracia y modernizaron el país. Sin embargo, en las últimas dos décadas se ha producido una erosión del proyecto socialdemócrata, que no necesariamente coincide con gobiernos socialistas, puesto que en algunos casos (Blair, el Pasok, Hollande, entre otros) los so­cialistas hicieron suyas políticas neoliberales que les apartaron de sus bases tradicionales.

Hoy día, sólo Suecia y Portugal resisten mediante alianzas con la izquierda. ¿Es irreversible este declive generalizado de lo que fue un gran proyecto político? Sí y no. Por un lado, hay factores estructurales que estuvieron en la raíz de la socialdemocracia y que han cambiado fundamentalmente. La sociedad industrial que engendró la clase obrera como actor social de referencia ha ido desapareciendo paulatinamente. Los trabajadores industriales representan menos del 25% de los activos en Europa, mientras que los sindicatos son hoy actores políticos más que organizaciones de clase. Aunque los sindicatos han sabido adaptarse mejor a la nueva estructura social que la socialdemocracia.

Se han transformado en cooperativas de servicios en Escandinavia y Alemania, y se han refugiado en el sector público y en industrias exportadoras estratégicas como la automoción. Aun con baja tasa de sindicación, son ellos los que se erigen en agentes de negociación de los intereses populares más allá de la clase obrera. Y es que la segunda gran razón del declive socialista tiene que ver con un factor político-ideológico: el triunfo del proyecto neoliberal que puso en cuestión el Estado de bienestar en todos los países.

Y fue precisamente el Estado de bienestar (y su corolario, la redistribución de renta por vía impositiva) el núcleo central de la hegemonía socialdemócrata en amplios sectores sociales. La salud, la educación, el derecho a la jubilación, el seguro de desempleo, el derecho a la vida por el hecho de ser humanos, eran valores indiscutibles hace tres décadas y que han sido recortados o negados en la práctica, en nombre del mercado y la competencia en el marco de la globalización.

 La hegemonía del neoliberalismo vino asociada con la globalización y la supremacía del capital financiero. Los partidos socialdemócratas se adaptaron a la nueva época para conservar cuotas de poder, ya fuese practicando políticas dirigidas al mercado más que a la sociedad y respetuosas de un orden mundial liderado por Estados Unidos (Blair fue el pionero) o mediante coaliciones políticas en posición subordinada a los partidos de centroderecha. La “gran coalición” instaurada en Alemania se convirtió en el modelo que seguir, a pesar de que sus efectos fueron nefastos para el propio SPD alemán, convertido en apéndice del CDU-CSU, como para los países del Sur.

Cuanto más se apartaron los socialistas del Estado de bienestar y más se plegaron a la dominación del capital financiero, más fueron perdiendo su base histórica de legitimidad. La crisis del 2008-2010, con su correlato de la crisis del euro, les dio la puntilla. Porque cuando llegó el momento de decidir, escogieron la defensa de las instituciones financieras en lugar de la preservación del Estado de bienestar y aceptaron la disciplina de la austeridad impuesta por Alemania en función de sus propios intereses nacionales disfrazados de europeísmo.

El Pasok, partido dominante en Grecia durante mucho tiempo, prácticamente desapareció tras su alianza con los conservadores. El progresismo italiano del PD fue dando tumbos hasta ser deslegitimado en el referéndum que perdió Renzi. Los socialistas franceses, tras recuperar brevemente el poder por la corrupción de la derecha, se hundieron bajo una presidencia de Hollande con políticas claramente antisociales. Los portugueses sobrevivieron aliándose con la izquierda. Y en el norte de Europa, sólo Suecia resiste, a duras penas, mientras que el resto de Escandinavia y Holanda han cedido la hegemonía política a la extrema derecha xenófoba.

En España, la desastrosa gestión de Rodríguez Zapatero de la crisis, primero negándola y luego entregándose a Alemania hasta incluso llegando a reformar la sacrosanta Constitución para limitar el gasto público de connivencia con el PP, precipitó la debacle del 2011, perdiendo nuevos votos a cada elección, mientras surgía una potente alternativa política de izquierda engendrada desde los movimientos sociales. Pero en política no hay determinismo, sino efectos de las políticas que se practican. La suerte de los partidos socialistas depende de que reviertan o no la separación entre gobernar y su proyecto histórico. Sólo si proponen y hacen políticas socialdemócratas pueden recuperar su apoyo en sectores sociales que ya no confían en sus declaraciones. Pero al mismo tiempo necesitan ser partido de gobierno, porque a su edad el PSOE ya no está para liderar la rebelión de las masas.

La cuestión es que han supeditado el contenido de sus políticas a la posibilidad de ser gobierno, aunque sea de segundones. La fórmula para su renacimiento es simple: programa auténticamente socialdemócrata y alianza con la izquierda para cumplirlo desde el gobierno. Porque cualquier otra alianza es contradictoria con el proyecto socialdemócrata.

Eso es lo que se está debatiendo en el PSOE, más allá de las ambiciones personales. La plataforma Somos Socialistas propuesta por Pedro Sánchez se plantea en estos términos. Pero los poderes fácticos, empezando por la banca y las potencias europeas, intentarán bloquear esa estrategia, como ya lo hicieron en noviembre mediante una conspiración interna de la cúpula del PSOE. Si lo consiguen, el declive socialdemócrata en España será irreversible, como ya lo es en la mayoría de Europa.

http://www.lavanguardia.com/opinion/20170304/42527384244/renacera-la-socialdemocracia.html