Megan Maxwell: una señora de Aluche que ya vende más libros que nadie en España

Era secretaria y estuvo 14 años escribiendo novelas que encuadernaba para su madre y sus amigas antes de dar el salto. Se ha convertido en el gran fenómeno editorial de Planeta

Nos habla de una escena ocurrida poco antes de convertirse en un fenómeno editorial. Ella, María del Carmen según su DNI y Megan Maxwell por decisión propia, decide introducir tríos e intercambios de pareja en su primera novela erótica. Pero como no atesora experiencias del estilo, recurre a lo que ella llama «San Google». Al final, la labor documental la empuja a ver una cantidad considerable de porno durante una temporada.

Meticulosa y sistemática, Megan va tomando notas sobre dónde tiene que poner la pierna la protagonista para ejercitar una postura, la mano en la nuca de la chica para aquella otra, la cadera girada así para facilitar una penetración doble… «A veces me iba a hacer la comida y dejaba los vídeos en mi ordenador. Si pasaba mi hijo por allí volvía a los dos segundos todo rojo diciendo ‘jo, mamá, jo, mamá'», recuerda.

Han pasado más de cinco años desde aquello y es impactante tomarle las medidas al fenómeno Maxwell. Sobre todo por lo inverosímil que sigue resultando fuera de su burbuja. ¿De verdad hay una escritora de la que casi nadie habla en el mundillo cultural y que distribuye millones de ejemplares en 25 países distintos? Ningún autor factura tanto en toda la editorial Planeta y la suma de sus títulos —entre tres y cuatro al año— la convierte en la española más leída. Según datos utilizados durante sus promociones, en el primer lustro como autora de ‘best sellers’ ha vendido 1.700.000 ejemplares solo en nuestro país.

Megan Maxwell. (Asís G. Ayerbe)
Megan Maxwell. (Asís G. Ayerbe)

El título de su novela más popular (‘Pídeme lo que quieras‘) se lo han tatuado cientos de sus fans en el monte de venus, imitando a la protagonista. Algunas, más discretas, prefieren grabarse la flor que rotula su serie erótica y que ella misma lleva marcada en el brazo. Megan recibe constantemente fotos que lo acreditan y recuerda la primera vez que lo vio: fue en el País Vasco, cuando una «guerrera» (como llama a sus seguidoras) le pidió que la acompañara al baño. «Cuando entramos se empezó a desabrochar los pantalones y yo estaba flipando. Luego se los bajó y me lo enseñó».

A sus 53 años, en la cumbre, se presenta como una mujer teatral e intuitiva, capaz de atraer con naturalidad la atención en cualquier sobremesa. Pasamos cuatro días con ella, en un viaje promocional con periodistas, y hay que abstraerse bastante para imaginarla narrando escenas de porno duro. En persona, su rasgo más destacado es la cercanía. En esto coinciden quienes la tratan profesionalmente: dedica horas y horas a relacionarse con sus fans a través de las redes sociales, donde suma ya cientos de miles de seguidores. Con algunas lectoras se cartea regularmente y, en casos especiales, acaban quedando. Muchas le cuentan su vida: como terapia y con la esperanza de convertirse en uno de sus personajes a futuro, algo que puede acabar ocurriendo. Abrumada por la cantidad de regalos que recibía en casa, abrió hace tiempo un apartado de correos.

Autoedición extrema

En sus primeras giras de promoción, Megan se hacía una foto en cada puerta de embarque antes de subir al avión y la colgaba en sus redes. Dejó de hacerlo después de que en el aeropuerto de Santiago de Chile tuviese que intervenir la policía para rescatarla de una nube de seguidoras tan densa que estaba derivando en tumulto. «Se abrieron las puertas y empezaron a gritar. Yo me di la vuelta para ver si venía alguien famoso detrás de mí». Su editora hace tiempo que decidió repartir números en las presentaciones, «como en las pescaderías», para evitar estampidas.

Cuando escribió su primer libro, Megan tenía 28 años y trabajaba como secretaria jurídica. «Llevaba papeleo de multas, accidentes de tráfico… pero me gustaba la novela romántica, leía muchas como mi madre, y un día que estaba aburrida cogí papel y bolígrafo y me dio por escribir». El resultado de aquello, de los folios garabateados que fue ordenando en la mesa del salón, lo tituló ‘Casi una novela‘. Porque entendió que eso era. Después hizo una labor de autoedición extrema: imprimió y encuadernó varias copias y se las regaló a sus familiares y amigos más cercanos, junto a un CD con las canciones que la habían inspirado. La idea le divirtió tanto que repitió una segunda vez, una tercera, una cuarta, una quinta…

Megan Maxwell. (Asís G. Ayerbe)
Megan Maxwell. (Asís G. Ayerbe)

«Mi madre me insistía para que lo mandase a editoriales pero yo veía que los escritores que firmaban libros eran periodistas, intelectuales, gente así. Yo no tenía ni estudios, ni carrera, ni un padrino. Era una mujer normal y lo hacía solo porque me molaba. Pero al final me dieron tanto la coña en casa que me puse a escribir a varias editoriales. Primero grandes y después pequeñas». Algunas declinaron amablemente el ofrecimiento y el resto no respondieron nunca. No le afectó demasiado porque tampoco esperaba grandes cosas.

Portada 'Te lo dije'.
Portada ‘Te lo dije’.

Megan siguió inventando historias de amor a ratos muertos por las noches hasta que su hijo se puso enfermo y optó por dejar el trabajo para atenderlo. «De pronto tenía tanto tiempo libre que no sabía qué hacer y me puse a escribir y a escribir». En total pasó 14 años haciéndolo: imprimiendo miles de páginas, novelas que solo leían sus amigos. Hasta que el profesor de un curso on-line de novela romántica le dio su primera oportunidad. «Me apunté y cuando leyó mi trabajo me dijo que quería publicarlo en una editorial pequeñita que tenía en Sevilla. Es un libro de más de trescientas páginas, una comedia romántica que titulé ‘Te lo dije‘».

En los años que siguieron vendió otra novela a La Esfera de los Libros, ganó el Premio Seseña de Novela Romántica y llamó la atención de Planeta, que le ofreció editar algo en versión digital. Megan aún se tomaba aquello como «un ‘hobby’ que daba un dinerillo» cuando recibió una llamada de Esther Escoriza, la editora que tantas veces había ignorado sus borradores en el pasado. «Me propuso algo que no esperaba».

El sado es una cosa que no me pone nada. A mí si un tío me pega le meto una hostia que lo dejo seco

Estaban buscando a alguien dispuesto a subirse a la ola de ‘Cincuenta sombras de Grey'», un ciclón imparable en ventas, en manos de la competencia. «Me lo comentó y tardé un día en pensarlo porque me parecía un poco fuerte. Pero al día siguiente la llamé para decirle que lo iba a intentar». Lo primero que decidió es que evitaría escenas sado como las de Grey. «Es una cosa que no me pone nada. A mí si un tío me pega le meto una hostia que lo dejo seco. Y las amigas a las que se lo consulté pensaban lo mismo que yo».

Portada del libro 'Pídeme lo que quieras'.
Portada del libro ‘Pídeme lo que quieras’.

La novela (‘Pídeme lo que quieras’) salió publicada el 12 de noviembre de 2012. Su web pasó de 32.000 visitas acumuladas en años a más de 300.000 en las primeras 24 horas. María del Carmen Rodríguez del Álamo había dado el salto y podría por fin dedicarse a ser Megan Maxwell a tiempo completo. Se subió a la ola con ímpetu («pensé que podía durar poco y tenía que aprovecharlo») y acordó despachar cuatro novelas al año, utilizando gran parte del material acumulando en los años que escribía para su familia.

En tiempo récord convirtió los éxitos en sagas y se centró en tres subgéneros con sus respectivas tramas: novela erótica, novela romántica y novela medieval ambientada en Escocia, un lugar que ha recreado mil veces a pesar de que lo visitó por primera vez el año pasado para celebrar la despedida de soltera de una amiga. «Nos lo pasamos como enanas», recuerda. A ‘Pídeme lo que quieras’ le siguieron ‘Pídeme lo que quieras ahora y siempre’, ‘Pídeme lo que quieras o déjame’, ‘Pídeme lo que quieras y yo te lo daré’…

‘Iceman’ empotrador

Como era de esperar, no han tenido respuesta entre la crítica. Ni buena ni mala: simplemente la ignoran. Miran las portadas con sorna y las apartan. Cualquier lanzamiento con una centésima parte de lectores recibe más atención mediática que Megan Maxwell. Y muchos ni siquiera lo consideran literatura. Es tentadora la idea de despachar su éxito como «porno para mamás», como «libros para gente que no lee», como un subgénero que distribuye desde las estanterías de los hipermercados.

En realidad le ocurre como a tantos fenómenos populares masivos. Las referencias culturales de Megan están en la televisión, el cine y la novela romántica anglosajona. Sus tramas más exitosas, las eróticas, alternan peleas románticas con reconciliaciones y sexo salvaje. De alguna manera, encajan en la descripción de un viejo chiste machista: «¿Por qué las mujeres ven las películas porno hasta el final? Porque creen que se casan». Es lo que acaba ocurriendo en ‘Pídeme lo que quieras’.

Portada de 'Yo soy Eric Zimmerman'.
Portada de ‘Yo soy Eric Zimmerman’.

La novela que da voz al protagonista de la saga (‘Yo soy Eric Zimmerman) nos presentan a un potente empresario alemán que seduce a una humilde empleada con escenas que describen un caso flagrante de acoso laboral. Ella no quiere acercarse y él la obliga amenazando con despedirla. La toca sin consentimiento hasta que ella cede, entra en el juego y disfruta. El día de la boda, en la escena final del libro, resume así su deseo: «Quiero a un ‘iceman’ empotrador». Al comentarlo, Megan prefiere poner énfasis en la transformación que experimenta él gracias al amor. «Algunas feministas se quejan, pero les digo que sigan leyendo hasta el final, donde todo cambia. Mis mujeres son fuertes, por eso las empezamos a llamar guerreras. En la novela romántica el rol era antes sumiso. Ahora ya no», dice.

A la escritora le molesta que hablen despectivamente de sus lectoras. «No es verdad que sean amas de casa aburridas y adolescentes. Hay niñas de 16 años y señoras de 80. Hay chicas que trabajan limpiando casas y otras que son juezas o abogadas. También hay hombres que me leen, aunque les da más vergüenza y me lo dicen en privado».

A veces quienes se acercan a saludarla, dice, son los maridos. «Me cuentan que les he salvado la relación, señores de 50 años que dicen que ahora están deseando llegar a casa porque tienen planes divertidos que hacer, que ya no tenían sexo y han resucitado la pasión. También me contactan sexólogos que están recomendando mis libros». Algo parecido ocurre con los propietarios de locales de intercambio y de jugueterías eróticas. «Unos me dicen que se les han disparado las ventas y otros la afluencia. Me invitan pero no voy, imagínate la que se puede formar si aparezco».

Me gustan los ‘realities’. Ahora estoy viendo ‘Supervivientes’ y me inspiro para mis personajes

Le piden fotos y autógrafos en la sección de pollería del Mercadona, en el Foster’s Hollywood y en la cocina de un restaurante. Ella no tiene que fingir empatía porque vive en ese mismo mundo. A la hora de elegir restaurante en el aeropuerto se decanta por un Burger King, pide un menú con refresco y aritos de cebolla. Se define como una loca de la Coca Cola Zero y disfruta con los ‘reality shows’. «Ahora estoy viendo Supervivientes y me inspiro mucho para construir mis personajes», comenta sin darse importancia. Y su cantante favorito es Alejandro Sanz, con quien intercambia mensajes directos por Twitter.

Megan Maxwell trabaja muchas horas, con un método y una rutina. Establece tramos fijos, redacta de arriba abajo releyendo sin parar y busca modelos reales para sus personajes. «Primero decido cómo quiero que sean y luego busco actores en Google que se parezcan a la descripción. Cuando me decido por uno, imprimo una foto a color y la pego en el despacho. Así cuando hablo de alguien estoy hablando siempre de la misma persona».

En todas las entrevistas le acaban haciendo la misma pregunta. ¿Por qué firmas como Megan Maxwell, Mari Carmen? Ella alterna una respuesta comercial («para vender libros románticos hay que tener un nombre así»), otra descriptiva («Megan porque me ha gustado siempre y Maxwell por el cantante soul») y una tercera biográfica («si la vida hubiese ido por otro lado, Megan podría haber sido mi nombre»).

Megan Maxwell. (Asís G. Ayerbe)
Megan Maxwell. (Asís G. Ayerbe)

Se refiere a su propia historia personal. Su madre la parió en Düsseldorf, donde había emigrado desde un pueblo de Toledo para trabajar en una fábrica. El padre fue un militar estadounidense que desapareció después de ser trasladado y con el que solo retomó brevemente la relación por carta durante unos meses. Cuando ella tenía ya medio año, su abuelo se presentó en Alemania y obligó a su madre a regresar a España. Acabaron en un piso de Aluche, un quinto sin ascensor en el que leyeron juntas muchas veces ‘El rescate’, una novela romántica de Julie Garwood ambientada en Escocia.

Con el dinero que ha ganado en los últimos años, Megan le ha comprado a su madre un apartamento con ascensor. También le dedicó un libro que novela el romance con su padre. En ella, todo el principio es verdad y todo el final es mentira. «En la parte que imaginé, mi padre reapareció y se casó con mi madre. Quería un final feliz también para esa historia. He decidido que todas mis novelas tienen que acabar así y eso no voy a cambiarlo».

FOTO: Megan Maxwell. (Asís G. Ayerbe)

A %d blogueros les gusta esto: