22 noviembre 2024
         Acabo de ver la votación de la moción de censura en el Congreso de los Diputados y, tal como se vislumbraba desde ayer tarde, Rajoy ha sido removido de ese cargo presidencial que tan indignamente ha ostentado desde 2011

Y digo que lo ha ostentado con la mayor indignidad porque sus mandatos han estado llenos de situaciones escasamente democráticas, de un empobrecimiento generalizado de las clases medias y modestas, una red de mentiras institucionalizadas y la más descarada ausencia de diálogo. Y la corrupción ha alcanzado las más descaradas cotas, jamás explicadas, jamás asumidas, jamás justificadas (en realidad este asunto resulta injustificable).

                Rajoy y su partido han hecho retroceder muchos de los logros democráticos que desde el XIX hasta 2011 se habían consolidado: el régimen de libertades públicas fue laminado por la llamada ley mordaza; los derechos laborales fueron sacrificados por la reforma laboral esclavista que implantó en su primera legislatura y que deja las manos libres al empresariado para contratar en precario y pagar miserias por el trabajo ajeno; el rescate bancario, ese que nos iba a salir gratis, nos ha empobrecido a todos, menos a los bancos, esos bancos que después desahucian a quienes no han podido satisfacer las cuotas de las hipotecas; hemos llegado a una verdadera persecución de todo lo heterodoxo y han sido muchos los creadores que se han visto a punto de entrar en la cárcel por una simple broma o desahogo que ofende a la gente de bien, especialmente si tiene un trasfondo contra le religión; los parados crónicos han sido olvidados, como si su envidiable situación fuera en todos los casos culpa de ellos y su desafección al trabajo; un fiscal jefe recomienda en Murcia que no se investigue a un presidente presuntamente corrupto; unos discos duros se machacan después de treinta y cinco formateos…

                Y que no se manifieste la menor crítica ante estas arbitrariedades: será una persecución, una campaña en contra del partido, un linchamiento mediático. Tienen tal visión de la democracia que llegan a creerse incuestionables. Es esa herencia del viejo caciquismo, la esencia de aquella frase lapidaria de “Usted no sabe con quién está hablando”, que tan bien funcionó en los años más oscuros, en que el poder no era un instrumento, sino una prerrogativa que no admitía objeción alguna.

                Rajoy se ha negado al diálogo. Ha sabido siempre que no tiene capacidad dialéctica y que se podría liar incluso con sus propios argumentos, por lo que ha evitado a la prensa en todo momento. Y si hablamos de dialogar con Cataluña, algo que desde 2011 tendría que haber sido su tarea prioritaria, el panorama que ha provocado no puede ser más desolador.

               Rajoy, se va, pero deja un panorama desolador. La caverna objetará que Pedro Sánchez no ha ganado unas elecciones, algo que es evidente. Lo que interesadamente calla es que ha ganado un mecanismo perfectamente constitucional. Ahora vendrá la caverna a culpar a Sánchez de todo lo culpabilizable, desde el agujero de ozono, hasta el precio de las quisquillas de Motril y volverán a la carga con su mantra: cada vez que gobierna el PSOE arruinan al país. Lo que no puede hacer un gobierno es penalizar el consumo (IVA del 21%, que no pensaban subir) y minimizar el gasto social. Así es obvio que se ahorra, pero a costa de los más débiles. Le temo a ciertos conocidos que sé que me van a machacar enviándome whatsapps y mensajes denigratorios contra Pedro Sánchez y el gobierno que pueda formar, dure lo que dure. Yo le agradezco, por lo pronto, que haya desalojado de la Moncloa al presidente más inepto y al partido más corrupto de toda nuestra historia reciente.

             Rajoy es hoy un cadáver político que ocupará uno de los rincones más oscuros de la Historia. Me preocupa el futuro y espero que Sánchez sea capaz de salvar las difíciles situaciones que no le van a dar respiro. Tiene bastante tarea delante: desmontar la legislación laboral y social del PP, generar una sociedad más justa, recuperar con puestos de trabajo y salarios dignos a los miles de jóvenes (mi hija entre ellos) que salieron de España por lo que la ministra Báñez llamó “movilidad internacional” y una larguísima lista de urgencias para las que le deseo el mayor acierto. Adiós, triste Rajoy. Bienvenido, esperanzador Pedro Sánchez, y toda la suerte del mundo.

Alberto Granados

FOTO:Imagen tomada de El País (Fotografía de Uly Martín)

Cambio presidencial