22 noviembre 2024
        A comienzos de julio, en el curso de una agradable cena, mi querida amiga María Luisa Torán puso en mis manos un libro, pequeño y sabio, un regalo por haber cumplido años unos días antes. Se trata de “De senectute política. Carta sin respuesta a Cicerón”, del helenista asturiano Pedro Olalla (Acantilado, mayo de 2018), del que hasta ese momento no había leído nada.

Un gran descubrimiento, sin duda, que me invita a adentrarme en otras obras de este autor al que agradezco su lucidez, la calidad de su prosa y su compromiso.

De senectute política es una epístola dirigida a Marco Tulio Cicerón, una carta que desafía al tiempo en su retórico intento de compartir ideas con alguien que vivió en el s. II a. d. C., aunque tuvo una inusitada influencia en el pensamiento posterior. Esta pirueta cronológica le permite al autor compartir con el pensador latino una serie de agudas reflexiones sobre la esencia de la democracia, la política y los políticos, la corrupción, la sociedad actual, etc. Son ideas que establecen un feroz contraste entre la esencia de la democracia y la versión corrompida que hoy ha dado en llamarse democracias formales, aquellas en que el ciudadano delega su cuota de poder en políticos que lo representan, según la teoría, aunque en la práctica traicionan al elector entregados a otros poderes fácticos.

Partiendo de un poema incompleto de Safo, en uno de cuyos versos se lee “…no les es dado a los mortales sustraerse a la vejez.”, Pedro Olalla desmenuza las virtudes de la senectud, desautoriza a quienes la sienten como una pestilencia de la que hay que deshacerse y desmiente una forma de pensamiento que propugna desposeer de sus derechos cívicos (capacidad de votar) a los mayores. A partir de ahí, Olalla fija todo lo que engloba el concepto democracia, tal como surgió en la polis griega y la perversión a que ha llegado en la sociedad actual por culpa de partidos y políticos que anteponen su ambición y apego al cargo o sus vinculaciones con otros intereses al bienestar de sus electores.

Olalla enfoca una serie de aspectos (el verdadero significado del voto femenino, los valores acumulados en la experiencia de la vejez, el servicio que hoy día prestan los abuelos, la corrupción política, el sistema de partidos…) y cada uno de sus diagnósticos es un latigazo en la conciencia ética del lector y, sobre todo, del elector, con el que se cuenta solo cada cuatro años, en el momento de convocarlo a las urnas.

Una prosa deliciosa, una ilación impecable en el discurso, el atractivo del lenguaje epistolar, hoy desaparecido, la base documental clásica a la que el autor recurre constantemente… son factores que hacen que el lector se sienta inmediatamente cautivado por esta carta dirigida a un Cicerón, que es cada uno de sus lectores, una carta que no espera otra respuesta que el golpe en la conciencia de una sociedad conformista y cómplice con la desfachatez de sus políticos y la inoperancia de sus instituciones.

Gracias, María Luisa, por poner en mis manos una de mis lecturas más apasionantes del año, gracias por tu cálida dedicatoria. Gracias, Pedro Olalla: la lucidez de este libro es impagable en una época donde el pensamiento ético-político ha sido absorbido por las ofertas de Amazon, las redes sociales o el modelo de teléfono móvil. De senectute política recupera mi fe en el papel del intelectual.

 

Alberto Granados