24 noviembre 2024

El futuro depende de un gran acuerdo político para recuperar a los jóvenes

Muchas veces se habla de fracaso de una generación cuando nos referimos a la falta de expectativas materiales y emocionales de los jóvenes. Sin embargo, este enfoque no puede ser más erróneo: lo que se confronta es un fracaso de país. El sondeo de 40dB para este diario señala la extendida preocupación social sobre el impacto que la crisis económica ha tenido en las generaciones más jóvenes, lo cual debería hacernos huir de los tópicos, siempre oscilando entre el fatalismo y la condescendencia. Lo que debería hacerse es constatar una dolosa verdad: el rostro de la pobreza hoy en España es juvenil e infantil, casi siete puntos más que la media, según el INE, para los menores de 29 años.

Este hecho coloca a los jóvenes en una situación particularmente delicada. Perdedores de la crisis tanto en expectativas como en bienestar presente, el problema de ser pobre a esas edades es la cicatriz que deja para el resto de la vida. Ser joven es algo que no se cura con la edad cuando se está en situación de vulnerabilidad en las etapas tempranas del desarrollo mental, laboral y personal. Ahora bien, es evidente que no todos los jóvenes están en la misma encrucijada. Los de hogares más modestos, las mujeres o los de origen inmigrante afrontan todavía más dificultades. La dimensión generacional no anula, sino que atraviesa otras formas de desigualdad, lo que invita a tomarse en serio este desafío.

Afrontar esta quiebra generacional requiere políticas muy diversas. Llama a un combate decidido contra la  precariedad laboral de los jóvenes, los cuales están atrapados en una rueda de contratos atípicos e inestables (contratos basura). Necesita una revisión en profundidad de las políticas de conciliación para que las mujeres jóvenes no deban optar entre su vida laboral y familiar. Obliga a revisar nuestro sistema educativo, con una tasa récord en abandono y repetición escolar en la UE y que aboca a miles de jóvenes a no tener empleo ni futuro. Incluso, invita a repensar un modelo de bienestar basado en unas cotizaciones a la Seguridad Social que jamás podrá reproducirse en las nuevas generaciones, moviéndonos hacia un sistema más basado en transferencias universales.

El coste de oportunidad de la inacción es demasiado alto. No solo porque muchos de estos retos estén a la vuelta de la esquina, sino porque muchos jóvenes están hoy atrapados y, cada día que pasa, es más difícil recuperarlos, en especial los que salieron de la burbuja inmobiliaria y necesitarían una recualificación intensa. Dado que esta problemática es integral, compleja y debe tocar aspectos de mercado de trabajo, familias y Estado de bienestar, se hace urgente confrontarla desde un amplio acuerdo político. Es un reto que nos interpela a todos, partidos y agentes sociales, y que requiere un gran pacto con una mesa de seguimiento, comparable al de las pensiones o al de la violencia de género. Después de todo, solo si nos tomamos en serio recomponer el pacto entre generaciones en España habrá futuro para este país. Un nuevo pacto intergeneracional dentro de un nuevo contrato social.