El Génesis cuenta que, expulsados del Edén por un más que coercitivo ángel vengador, Eva, recién perdida su inocencia, fue consciente de los efectos devastadores de su desnudo y decidió cubrirse.
Desde entonces, los moralistas han hecho todo lo posible por vituperar lo carnal, lo corporal, convirtiéndolo, junto al Demonio y el Mundo, en enemigos del alma. Más allá de moralismos, el cuerpo es siempre una tentación y, como diría Benedetti, ante un cuerpo, «es una gloria no ser inocente», pero nuestro hipócrita Occidente se empeña en castigar el desnudo, en cubrirlo, en censurarlo… para después soñar con desvestirlo.        El desnudo es una vocación estética y erótica a la que se opone el pudor, tan interiorizado a través de la educación (familiar, escolar, social…). Solo pierde su fuerza demoledora cuando es un desnudo doméstico, tal vez domesticado, convertido ya en una realidad afectiva. Cuando ya no es un codiciado objeto, sino una realidad continuada. Las parejas estables abandonan pronto las gazmoñerías y se muestran los cuerpos sin resto del pudor de los primeros escarceos amatorios. El cuerpo se convierte en algo cotidiano, alcanzable en cualquier momento y la pasión se difumina y pierde sus efectos volcánicos. En esta fase es posible ser creativo, cerebral, objetivo, artístico… sin dejarse llevar por la emocionalidad de los impulsos.

Willy Ronis, El desnudo provenzal (1949)

        Un ejemplo: Willy Ronis una mañana de 1949 en su casa de campo de Gordes, en la Provenza, fotografió a su mujer, Marie Anne, mientras esta procedía a su higiene personal. Y consiguió una de las fotografías más representativas del s. XX: El desnudo provenzal, sobre la que se han derramado ríos de tinta y palabrería.

Como suele suceder, El desnudo provenzal integra los elementos más simples que se puedan imaginar: un cuerpo, unos sencillos elementos caseros y, especialmente una luz pocas veces igualada en fotografía. ¡Cuánto consiguió Ronis con tan poco! La foto derrama ternura y sencillez y quien la contempla puede ver una sonrisa en el alma de Ronis al divisar, por la espalda, casi a traición, el lavatorio de su esposa. Parece que Ronis se siente orgulloso de que algo tan sencillo y hermoso le pertenezca. Parece que en la fotografía asoma un agradecimiento a la vida por regalarle tanta  hermosura. Hay tanta ternura que dudo que moralista alguno le pusiera objeciones a una foto tan inocente.

Me gusta pensar que Willy haraganeaba somnoliento sintiendo un tenue remordimiento por perder el tiempo en la cama y desaprovechar una luz tan excepcional. Había oído a Marie Anne levantarse y percibido el olor del café recién hecho, tal vez recordó la noche de pasión desaforada con su esposa… Ronis se volvió a quedar dormido y se despertó al oír a su mujer verter el agua en el aguamanil. Abrió los ojos, al fin, y se encontró con una escena llena de la más sencilla belleza. Su sensibilidad lo obligó a abrir la cámara que siempre tenía en su mesita de noche y disparar la fotografía. Al oír el clic, Marie Anne giró su cabeza y le reprochó sonriendo: «¿Pero qué haces, tonto?». Willy tal vez le mostró una sonrisa que buscaba la complicidad, una sonrisa de niño travieso por cuya mente acababa de pasar una idea, tal vez un deseo renovado.

Es así como me gustaría imaginar la historia de esta fotografía, pero sé que no fue exactamente así. La realidad es que el fotógrafo estaba pintando una habitación. Al quedarse sin pintura, bajó las escaleras y sorprendió la higiénica escena. Le gritó un «No te muevas, que voy por la cámara. ¡Quieta!». Y un instante después surgieron cuatro tomas levemente distintas de ese mismo desnudo provenzal. No se sabe el efecto que produjo en el fotógrafo la modelo, ni si ella se sintió emocionada al ver en los ojos de su marido una mirada distinta. A mí me gusta mucho más pensar que mi versión es la real, pero en cualquier caso, la imagen reivindica la fuerza del cuerpo frente a la mojigatería de los moralistas. Ronis pro nobis.

Alberto Granados

https://albertogranados.wordpress.com/

FOTO PRINCIPAL:Las otras tres tomas de Willy Ronis para “Nu provençal”

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