Imagina un país donde un diputado y ex presidente del Parlamento, llega a la sede del Poder Legislativo en su propia motocicleta o en autobús. Donde los políticos no cuentan con oficial ni tienen plaza de garage reservada frente al edificio histórico en el centro de la ciudad.

No sólo el diputado ordinario no cuenta con un coche oficial, pero tampoco se beneficia de ningún tipo de transporte. Una excepción se hace al presidente del Parlamento que, si va a un evento oficial, tiene el derecho de usar un vehículo oficial. Pero sólo si es a la reunión en la condición de alcalde y no a título personal.

No sólo no son beneficiados de forma especial en el transporte. Las ayudas para el cambio de vivienda tampoco forma parte de los beneficios inherentes al cambio. Tampoco al término de cuatro años de mandato, los diputados tienen derecho a una jubilación.

Las dietas para comidas de trabajo también son muy reducidas y se limitan a dos comidas al mes de 40 francos suizos cada una (unos 35 euros).

Seguramente, el país que estés imaginando sea pobre. Quizás de latinoamérica o africano. Un país donde ni tan siquiera un político puede tener esos privilegios.

Pero todo lo contrario. Se trata de una de las regiones más ricas del mundo. Y no ricas por tener un Producto Interior Bruto alto sino porque cuenta con unos índices de pobreza muy muy bajos. Su tasa de desempleo del 5,3% y es uno de los pilares de un sistema financiero más importantes del mundo. Su capital federal , Berna, es una de las mejores y más caras ciudades del mundo desde hace años.

Suiza no ofrece ningún tipo de beneficio económico a sus políticos

Para que os hagáis una idea, el sueldo del presidente del Parlamento de Ginebra es inferior a la media de un salario de un fabricante de queso, menor que la renta de un mecánico, de una secretaria, de un policía, de un carpintero, una profesora de jardín de infancia, de un metalúrgico o de un conductor de camión.

Un diputado de rango bajo, tiene un salario es muy inferior al del presidente del Parlamento. Por año, llegan a recibir unos 30.000 francos suizos, el equivalente al pago medio asignado a trabajadores no cualificados.

Esto implica, además, un fenómeno muy curioso ya que normalmente, la función de diputado no se entiende como empleo sino como servicio público y consume sólo el 25% de tiempo de trabajo. Debeido a esto, la mayoría intentan compaginarlo con empleos originales, incluso después de elegidos.

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