Este artículo ha sido elaborado en base a los informes de la corresponsal Catherine, trabajadora social, desde Ginebra.

Una marea púrpura recorrió las principales ciudades suizas con eslóganes de solidaridad con las mujeres del mundo entero y por la igualdad de género.

En un país poco adepto a las huelgas, decenas de miles de mujeres salieron a la calle en una jornada histórica, reclamando la igualdad de trato y condiciones: según datos sindicales, las mujeres ganan un 20% menos que los hombres. Además, situaciones de discriminación y la conciliación de la vida laboral y familiar también son un problema.

En la capital, Berna, unas 40.000 mujeres tomaron las calles para hacer escuchar sus reclamos. En Zúrich, unos 70.000 manifestantes detuvieron el tráfico en el centro de la ciudad, mientras que en Ginebra, unas 50.000 personas se plegaron a la convocatoria.

Una de las manifestantes, Catherine, trabajadora social suiza, nos cuenta: “En Ginebra durante la mañana nos organizamos por barrios, empresas, lugares de trabajo, sobre todo,del sector estatal. Allí, iniciamos la jornada de lucha con acciones y picnics en parques o plazas. Luego de participar en estas actividades nos reunimos a las 16:00, hora de la convocatoria, para empezar a marchar”. “Era tan grande la marcha que después de dos horas de espera recién salimos con mis colegas y el grupo de mujeres sin papeles”, nos relata.

La rutina vespertina fue quebrantada cuando las mujeres que habían acudido a su trabajo hicieron abandono de tareas a las 15:24, el horario que marcaba la disparidad salarial del 20% con los hombres. Muchas mujeres iban vestidas en color púrpura y fucsia, el color simbólico del evento, portando carteles hechos a mano, con esmero y dedicación, dejando en claro sus reclamos.

Al principio de la tarde, mujeres de un sindicato con el eslogan: “Solidaridad con las mujeres del mundo entero y feministas con bronca, orgullosas y fuertes”.

Un grupo de trabajadoras sociales marcha junto a mujeres sin papeles empleadas domésticas. Confeccionaron siluetas con eslóganes que decían “No puedo participar en la huelga porque mi empleadora me echa (despide), o porque le temo a la policía”.

«El reconocimiento para ustedes puede ser un detalle, pero para nosotras quiere decir mucho». Trabajadoras del sector de la pequeña infancia.

¿Por qué hoy?

El 14 de junio de 1991, medio millón de mujeres en Suiza se unieron a la primera huelga de mujeres. Hoy, 30 años más tarde, se movilizan de nuevo.

En la primavera de 1991, muchas personas en Suiza fueron tomadas por sorpresa. La iniciativa surgió de un pequeño grupo de operarias de una fábrica de relojes, en los cantones de Vaud, el tercero más grande de Suiza, cuya capital es Lausanne, y de Jura. Fue una de las manifestaciones políticas más grandes en la historia suiza. Unas 500.000 a lo largo y a lo ancho del país se unieron a la a huelga mediante una serie de acciones políticas de distinto tipo y calibre. Demandaban igual salario por igual trabajo, igualdad en la ley de seguridad social, un fin a la discriminación sexual y a los actos de acoso sexual.

¿Por qué 1991? La elección del año no fue arbitraria: el 14 de junio de una década anterior los votantes suizos habían aprobado un nuevo articulo en la constitución sobre igualdad de los sexos, pero este principio constitucional no se había traducido en legislaciones concretas. Todavía existía una brecha salarial flagrante. La huelga de 1991 también buscaba marcar el 20 aniversario del voto femenino a nivel federal, un derecho alcanzado muy tardíamente en Suiza, en comparación con otros países europeos y el resto del mundo.

Un dato interesante de la jornada de protesta es la solidaridad de género de las trabajadoras en distintos sectores y el reconocimiento de la fuerza laboral inmigrante al funcionamiento de la economía. “Las inmigrantes sostienen la economía como la sostenemos todas. Lo que pasa que sin el trabajo de cuidado que hacen sobre todo las mujeres sin papeles hay muchas de nosotras que no podríamos trabajar porque el estado no quiere poner estructuras adecuadas y medios económico para guarderías, casas para ancianos minusválidos, salud pública, etc. Así que, si las mujeres inmigrantes no cuidaran a los niños y ancianos muchas de nosotras no podríamos trabajar. Además, las trabajadoras en estos sectores salud, cuidado, trabajo social, educación básica componen la mayoría de la fuerza laboral en comparación con los hombres. Por ello, los sueldos no son muy altos o el trabajo mal reconocido”. Esta solidaridad es indispensable en una economía en la cual la feminización del trabajo equivale a salarios precarios.

Fotografías y Vídeos: Catherine

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