Agustina González López, La Zapatera, fusilada por romper moldes
Escritora, política, progresista, feminista… Mujer inclasificable, adelantada a su tiempo, fusilada en Víznar por Trescastro, el mismo que presumió de haber asesinado en el mismo paraje a Federico García Lorca, que se inspiró en ella para la ‘La zapatera prodigiosa’.
Agustina González López. Juan Luis Trescastro, el fascista que se jactó de haber asesinado a García Lorca, -“le metí dos tiros en el culo, por maricón”,decía- ,que lo detuvo en casa de los Rosales y prestó su coche para conducirlo a su trágico final, también reclamó para sí la muerte de Agustina González López, «por puta». Sirva este reportaje para honrarla.
En su vida se cruzaron personajes de la talla de Federico García Lorca o Milagros Almenara, La boticaria roja, a quien El Independiente de Granada recuperó del olvido. Con el poeta y la brillante farmacéutica, compartió la brutal intolerancia de aquella Granada dominada por los sublevados y el mismo y trágico fin: fusiladas en Víznar en 1936. En su caso, no se conoce con certeza la fecha exacta.
Nacida el 3 de abril de 1891 en el Albaicín, en la Placeta de Cauchiles, tercera hija del matrimonio formado por Antonio González Blanco y Francisca López López, su historia es la de una mujer culta, que hizo de su libertad, su bandera, lo que finalmente le echaron en cara sus asesinos.
Fue una intelectual global: gran lectora, pensadora, artista plástica y escritora de teatro y ensayo y políticamente una activa feminista, primera en adoptar las teorías de las sufragistas inglesas, a favor de la concesión del voto a las mujeres
Agustina González López, La Zapatera, fue una intelectual global: gran lectora, pensadora, artista plástica y escritora de teatro y ensayo y políticamente una activa feminista, de las primeras en España en adoptar las teorías de las sufragistas inglesas, a favor de la concesión del voto las mujeres. Siempre a la cabeza de manifestaciones, con los obreros o por el Albaicín. Sus variadas inquietudes y su temperamento apasionado le costaron la acusación de extremista y revolucionaria, incluso fue calificada como loca por una sociedad, cuya individualidad y originalidad no alcanzaron a comprender.
Estudió en el Real Colegio de Santo Domingo y se interesó desde pequeña por parcelas vetadas para mujeres, como la astronomía o la medicina -la primera mujer médica de Granada fue Eudoxia Piríz Diego, quien se licenció en 1918-.
Al quedar viuda su madre, fueron sus hermanos mayores y los tíos paternos quienes se encargaron de su educación. Consiguió ser una lectora empedernida, después de que la familia se reunira y le autorizara poder leer, simplemente leer. Pero en la calle, ya se encontró desde joven con el violento choque de una sociedad cerrada que le censuraba duramente su libertad.
Así, se las ideó para vestirse de hombre con la ropa de sus hermanos para poder acudir sola de noche a lugares que eran exclusivos de hombres. Tuvo que alegar, como ella mismo dijo, «locura social» para evitar ser castigada. Pero eso, sin embargo, le llevó a ser tratada de histeria, por lo que fue sometida a largos y crueles tratamientos.
En ese ambiente de opresión hay que encuadrar la vejación de que fue víctima Agustina, personaje insólito, carismático, que escapa del molde de aquella Granada conservadora e inmovilista en franca lucha por mantener su emancipación y sus aspiraciones culturales y sociales En ese ambiente de opresión hay que encuadrar la vejación de que fue víctima Agustina, personaje insólito, carismático, que escapa del molde de aquella Granada conservadora e inmovilista en franca lucha por mantener su emancipación y sus aspiraciones culturales y sociales.
Su actitud suponía un intolerable desafío a los ojos de los detractores cultos, más la comparsa de ignorantes, consideraban que Agustina enturbiaba su condición de mujer con sus aspiraciones de igualdad y progreso. Solo cabía una razón: su desequilibrio mental. Recurso muy socorrido durante siglos. para denigrar a las mujeres.
Hay recuerdos de ella vestida de hombre en el salón del café Suizo, a la hora de más clientela y subida en una silla, alzando la voz para proclamar sus credos libertadores.
En el número 5 de Mesones vivía Agustina González López. Su nombre puede que no le diga nada, aunque sí el personaje de ‘La zapatera prodigiosa’, farsa violenta basada en esta mujer impetuosa y para la sociedad de aquella época excéntrica, por ser mujer, consorte del zapatero en la obra, que Lorca veía en su trayecto a las aulas. Agustina era hija de zapatero -de ahí su sobrenombre-. En la zapatería que regentaba su padre vendía los opúsculos filosóficos que pocos compraban y que se autoeditaba.
Influida probablemente por las ideas del escritor Bartolomé José Gallardo y su Diccionario crítico burlesco y las del bibliógrafo Cayetano Alberto de la Barrera y Leirado, publicó en 1916 el ensayo Idearium Futurismo, donde propugna una simplificación de la ortografía.
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«El sistema futurista de eskribir resuelbe las difucultades ortográfikas por lo mismo ke simplifika la ortografía. Este libro ba todo esckrito en futurismo…»
(Fragmento del prólogo del ensayo Idearium Futurismo que suprime las consonantes y, c, h, q, v, x y z.), casi como ahora muchos jóvenes escriben por whatsapp.
A Federico García Lorca parece que también le inspiró en parte para el personaje de Amelia en La casa de Bernarda Alba, ya que Agustina ella se hacía llamar con este nombre, que utilizaba también para firmar sus obras y escritos.
En aquel convulso 1919 fue cuando apareció Milagro Almenara al frente de la delegación de la Juventud Universitaria Femenina (JUF) en Granada. También apareció Agustina González López la Zapatera de Mesones, que presidía la Agrupación Feminista Socialista (AFS), a quien Milagro propuso agrupar sus dos organizaciones. No conocemos el grado de acercamiento que hubo entre estos dos grupos feministas-socialistas en los años siguientes.
Se presentó en las Elecciones Generales de España de 1933 con el Partido Entero Humanista, pero sólo logró 15 votos; 9, en la capital, y 6 en los pueblos
En 1928, vinculada a la masonería, publicó Las Leyes Secretas, libro en que expresó su concepción teosófica de la vida y de la muerte. En ella relataba cómo haciendo de hipnotizadora consiguió dibujar el color de los espíritus y sus formas. Un año antes, 1927, en su ensayo Justificación, quiso explicar el porqué de su presunta conducta escandalosa.
Escribió dos obras de teatro: Cuando la vida calla, comedia en tres actos, que fue estrenada y mal acogida por la crítica y el drama Los prisioneros del espacio, del que no se tiene constancia de ser estrenado. En esta obra escenificó los supuestos teosóficos.
Se presentó en las Elecciones Generales de España de 1933 con el Partido Entero Humanista, con un ideario mezcla de contenido esotérico (Entero) y de confianza en el ser humano (Humanismo). Y fue avalada por dos destacados miembros del Partido Socialista: Alejandro Otero Fernández y Rafael García Duarte Salcedo. En estas mismas elecciones, y también por la circunscripción de Granada, se presentaba María Lejárraga. Agustina consiguió 15 votos en el recuento final: 9, en la capital, y 6, en pueblos.
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Era mujer libre e independiente. También con independencia económica, que le permitió viajar por España e Italia. “Como bien puede comprenderse, conducta tal resultaba intolerable. La zapatera era una mujer independiente, independiente también en cuanto a sus medios económicos, y la desaprobación social, apenas refrenada, tenía que desahogarse mediante burlas más o menos sangrientas…”, dejó escrito Francisco Ayala en Relatos granadinos.
Su actitud suponía un intolerable desafío a los ojos de los detractores cultos, más la comparsa de ignorantes, consideraban que Agustina enturbiaba su condición de mujer con sus aspiraciones de igualdad y progreso. Solo cabía una razón: su desequilibrio mental. Recurso muy socorrido durante siglos
Agustina no cumplía las normas de una mujer de su clase y condición, pues era mordaz, independiente, se mantenía soltera y no tenía hijos. Y esta autosuficiencia le costó la vida. En el primer mes de la insurrección militar de 1936 se desencadenó en Granada la persecución de gran número de personas, simplemente por tener “ideas marxistas”.
Tras el Golpe de Estado de 1936 fue encarcelada en la inhabitable cárcel de mujeres, en Torres Bermejas, antigua prisión militar, y luego trasladada al convento de San Gregorio el Bajo, en la Calderería, habilitado como establecimiento penitenciario. Finalmente, al pueblo de Viznar y fusilada junto a otras dos mujeres, aunque se desconoce la fecha exacta de su muerte.
Dicen que poco antes de ser fusilada alzó sus ojos al cielo y pidió clemencia a las estrellas.
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En 1939, se abrió un proceso en el que se la acusó de pertenecer a la masonería y de simpatizar con los partidos de izquierdas. No se demostró delito alguno pero fue condenada, después de su asesinato, a una indemnización de 8.000 pesetas. Esta cifra sería satisfecha por su cuñada Carmen Mena Priego y por su primo José Martínez de Castilla y González. La figura de esta mujer aparece en textos desde Francisco Ayala a Antonina Rodrigo o Ian Gibsón. Más tarde, Enriqueta Barranco Castillo y Fernando Girón investigaron sobre ella cuando elaboraran el libro sobre Alejandro Otero. La Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica, tiene en su web un artículo a ella dedicado.
Juan I. Pérez – Sus primeras crónicas se publican, mientras estudia Filología Hispánica, en El Telegrama de Melilla o en la edición Melilla de El Diario de la Costa del Sol y se escuchan en Antena 3 Radio. En la Universidad Complutense se licencia en Ciencias de las Información y obtiene la Suficiencia Investigadora. En Madrid trabaja en Europa Press y lidera la publicación, junto a otros autores, de El Manual del Estado Español (1994, Ediciones Lama).En Granada, permanece nueve años en la Delegación de la Agencia Efe, que abandona para incorporase como subdirector a Granada Hoy. En CajaGranada ha sido director de Comunicación y trabajó en su Obra Social. Es director de Proyectos de Geepp Ediciones.
FOTO: Agustina González López.
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