15 octubre 2024

Tengo para mí que ejercer la política en este país es como fumar: que acaba por perjudicar seriamente la salud provocado trastornos que debieran ser objeto de estudio, bien de especialistas en psiquiatría, o bien del Gran Wyoming (a veces resultan las dos caras de la misma moneda), que se ha venido a convertir en un psiquiatra atinado de ciertos aspectos de la kafkiana realidad patria.

 Lo digo esta semana a propósito del bloqueo que el Gobierno en funciones de Pedro Sánchez ha hecho de los presupuestos de la Junta de Andalucía por no haber cumplido el déficit en 2018 (debió ser del 0,4 y ha sido del 0,5, una décima). Es decir, que la ministra María Jesús Montero, aspirante soterrada a eliminar a Susana Díaz del liderazgo del PSOE andaluz (¿tu quoque Brute fili mi?), penaliza la gestión de la María Jesús Montero consejera de Economía de esta Junta en aquel tiempo no tan lejano y responsable del incumplimiento. Una cuestión de doble personalidad  al estilo doctor Jekyll y Mr. Hyde, el famoso relato de Stevenson.

Ya comprendo yo que no suena muy razonable lo que explico, que es una suerte de desdoble pseudometafísico con tintes maquiavélicos (de ‘El Príncipe’ de Maquiavelo) porque uno no puede enmendarse la plana a sí mismo pegándole un tiro en la pierna al de enfrente, pero en política todo es posible. No significa nada que ni en la Comunidad Valenciana (donde la desviación era mayor), ni en Murcia, ni en Cataluña se haya aplicado esta medida. Es una vendetta, digamos, verdiblanca. Que hay una guerra silente entre los fieles andaluces a Sánchez y los leales a Susana es evidente. Tanto como que desde el PSOE granadí, con buen tino, han conseguido mantenerse en un precario equilibrio entre ambos posicionamientos frente a otras provincias. Pero sucede que hace mucho frío fuera del poder, hay mucha gente que no se había bajado del coche oficial en treinta años y, desde Madrid, aprovechando este caldo de cultivo, les ha dado por plantear que la culpa es toda del susanato y de que Andalucía se acostó socialista y se levantó de derechas por culpa de la lideresa. Una lideresa que, nadie lo olvide, tuvo el atrevimiento de presentarse a la Secretaría General del PSOE. Y digo que nadie lo olvide porque Pedro no lo ha olvidado. La experiencia me dice que los ganadores y sus equipos (sobre todo estos hooligans tan proclives al machaque) suelen tener poca voluntad de integración de quien pierde  aceptando las reglas del juego democrático. Seguramente sean cosas del poder.

Lo que pasa es que, aquí, la bofetada a Moreno Bonilla, que ha tenido la habilidad de consensuar nuevos presupuestos, se la están dando en la cara de Susana (no se puede argumentar contra la gestión propia) dejándola en una situación de indefensión que lo único que propicia es cabrear a la ciudadanía con recortes que dificulten inversiones en sectores estratégicos (es decir, sanidad, cultura y educación). Por eso parece un error estratégico de Ferraz este quemar la tierra, como hacía Atila, para convertirla en un inmenso erial en el que no crezca la hierba en una larga temporada.  Susana se antoja a estas alturas una víctima del propio Sánchez, la mártir de una ambición a la que tenía legítimo derecho, igual que Pedro. Sólo que a ella no se lo perdonan.

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