«LIBROS COMO ESPIGAS» por Remedios Sánchez
Hoy el cielo, de tan azul, ha convertido las nubes en un horizonte blanco de anhelo y sueño que se mueve despaciosamente, al ritmo de la vida y de la muerte. Celebramos el Día del Libro, que es como decir el día de la libertad, el día de la imaginación, de la sorpresa o del misterio.
Y del consuelo, nadie se olvide del consuelo, porque un libro es un refugio tan grande como un universo donde reposar el alma esperando a ver si, mientras, amaina la tormenta. Los libros nos rescatan de nosotros mismos, del dolor de las ausencias mientras el tacto de sus páginas contiene un enigma que no se puede explicar. Ya García Lorca pedía medio pan y un libro en su ‘Alocución al pueblo de Fuentevaqueros’; Federico, sutil inteligencia de alondra, sabía que el pan alimenta el cuerpo, pero los libros nutren el alma desvalida. Más en este abril de angustia, de tristeza y desamparo, con un llanto de fondo que no cesa porque el sufrimiento profundo casi nunca se ve.
Ahora, más que nunca, necesitamos la autenticidad de los libros: la emoción de un poema, la imaginación del relato, la intriga de la novela que hilvana personajes con las agujas del tiempo, la reflexión metódica del ensayo o el riesgo del teatro leído en el sofá. Hay mucha literatura y muy buena en Andalucía, una pluralidad de miradas brillantes, difícilmente parangonable en ningún otro lugar de España. Estos días los libros serían los protagonistas en las calles, en los centros educativos, en las ferias de todo el país, en cada casa, para abrir la mente y ampliar la mirada. Por eso resulta esencial regresar a las librerías pequeñas en cuando abran, escudriñar en los recónditos secretos de novelas, ensayos o teatro de sus anaqueles, salvarles la vida para que ellas hagan habitable la nuestra. O cobijarnos en el poema cuando se convierte en un espejo donde mirarse y darnos los buenos días porque refleja nuestro rostro sin maquillaje. Una ciudadanía ilustrada y crítica, capaz de pensar por sí misma, sólo se construye leyendo.
Vivimos unas circunstancias que nos obligan a recapacitar sobre este mundo falso que estábamos edificando ingenuamente; hay que volver a distinguir entre lo indispensable y lo accesorio. Y la cultura es indispensable, un bien de primera necesidad al que hay que devolverle el cariño que le han ido robando otras teóricas prioridades, hoy manifiestamente absurdas. Debemos también proteger a nuestros intelectuales auténticos, a esa gente imprescindible para plantear, desde su independencia, cómo reconstruir este país de manera diferente cuando amanezca de nuevo. Tal vez sea momento de volver a los placeres pequeños, ésos que se esconden envueltos en palabras que son tan de verdad como nosotros necesitemos. Y refugiarnos en ellos sabiendo que, los libros, son espigas de trigo maduradas lentamente, cosecha fértil y anhelada que nos ayuda a sobrevivir en tiempos de sombras, cuando atormentan los silencios y buscamos desesperadamente un camino de luz, una mínima esperanza en el porvenir que merecemos.
PUBLICADO EN IDEAL DE GRANADA
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