Entrando el Rey en tierra de Moros, ordenáronse sus haces en esta guisa. El Condestable con los Condes de Caballeros de su casa iban en el avanguarda con hasta dos mil e quinientas lanzas de hombres de armas.

Después iban ciertos tropeles, y estos tropeles se hicieron dos batallas gruesas, de las que quales la una iba por ala de la batalla del Rey a la mano derecha, e la otra a la izquierda.

E yendo el Adelantado Diego de Ribera, y el Comendador mayor de Calatrava delante de la hueste algo apartados del Rey, salieron a ellos de la ciudad de Granada asaz gente de caballo e mucha gente de pie, e llegáronse tan cerca, que no había entre los unos e los otros salvo un gran barranco, el qual el Adelantado y el Comendador mayor pasaron con su gente e comenzaron a escaramuzar con los Moros, e desque lo supo el Condestable embió alguna gente de armas para que le hiciesen espaldas, e luego el Conde de Haro vino en su socorro con toda su gente.

E sabido por el Rey que estaba poco más de una legua de Granada, donde todavía la gente de los Moros cargaba, e se creía que todavía cargara más por estar tan cerca, mandó sacar sus pendones e movió para allá e con el Condestable en sus batallas ordenadas con toda la hueste, y embió mandar al Conde de haro e a los otros Caballeros que se viniesen retrayendo para él, y ellos hicieron lo así.

E puestas las guardas que se requerían todavía más adelante, volvió el Rey al de la sierra de Elvira, donde estuvo ese día que era miércoles, veinte y siete de Junio.

Estando el Rey en el Real de Granada deseando mucho la batalla con los Moros, el domingo primero día de Julio, estando el Maestre de Calatrava haciendo allanar las acequias e barrancos que el Rey le había mandado que allanase, salieron de Granada gran  muchedumbre de Moros a Caballo e a pie por defender las acequias que no se allanasen, e vinieron a las viñas e olivares, e asentaron ende su Real, e algunos comenzaron luego a pelear con el Maestre, y el Maestre comenzó a pelear con ellos pensando que no eran más de los que otros días solían salir, e salieron tantos, que ya el Maestre no los podía sofrir, y embiólo hacer saber al Rey e al Condestable.

El Rey embió luego mandar a Don Enrique de Guzmán, Conde de Niebla, e a Don Pedro Destúñiga, Conde de Ledesma, e a Don Garcifernández, Conde de Castañeda, que luego fuesen en socorro del Maestre, los quales estaban comiendo al tiempo quel mandado les llegó, acabalgaron lo más presto que pudieron e fueron para allá, e luego comenzaron a pelear con los Moros como quiera que los Moros eran muchos mas que ellos; y esto sabido por muchos Caballeros de la ueste, embiaron demandar licencia al Condestable para ir a pelear, por quanto pensaban que no era tanta la gente de los Moros,e que bastaban los que eran idos, e por eso dubdaba de la dar.

En esto, estando como a hora de medio día, fue dicho al Rey como todo el poder de Granada era venido y estaba para pelear con los Condes e Maestres;e como quiera que eran más de mil de caballo los que allá estaban, la muchedumbre de los Moros era tanta, que estuvieron en punto de se perder, y embiaron a más andar al Rey que los mandase acorrer; e como el Rey no tuviese acordado ni pensado aquel día haber batalla, no estaba aparejado para ella, e mandó al Condestable que tenía el avanguarda que los fuese luego socorrer, e que los mandase retraer al Real, porque más con tiempo e con mejor orden se diese la batalla; pero con todo eso el Rey no se dejó de aparejar con los Caballeros e Condes e gentes que con él quedaban para ir luego al socorro si menester fuese; e mandó luego llamar a todos los que en su batalla habían de ir, y el armado de todo arnés salió del palenque, y estuvo a una puerta esperando la gente y esperando la nueva que le vernia.

Ya cuando el Condestable llegó donde el Maestre e los Condes estaban, hallólos de tal manera, que no se pudieran retraer sin parescer que venían fuyendo, de lo qual se pudiera seguir daño general en todos, porque los Moros Detalle del fresco de la Batalla de la Higueruela (Patrimonio Nacional) eran tantos, que se estimaba en cinco mil de caballo e doscientos mil peones, los quales estaban derramados en ciertos tropeles, y la cosa estaba en tal punto e los Moros mostraban tan gran soberbia, que al Condestable paresció que en todo caso convenía pelear, e luego embió a decir a todos los Caballeros que convenía darse la batalla; por eso que como él moviese contra losenemigos, todos cada uno por su parte moviesen sus batallas e fuesen a ferir en ellos con toda osadía ; y embió decir al Rey que le pedía por merced que anduviese lo más presto que pudiese con toda la gente que con él era, que lo que deseaba era haber batalla, que en sus manos la tenía, de la qual esperaba mediante la gracia de Dios que Su Señoría habría la victoria.

El Rey con grande ánimo mandó mover sus pendones e ordenadas sus batallas, comenzó a andar ordenadamente, e llevaba su pendón real Juan Álvarez Delgadillo de Avellaneda, que era Alférez mayor del Real, y el estandarte de la vanda Pedro de Ayala, hijo de Pedro López de Ayala, su Aposentador mayor, e llevaba el pendón de la Cruzada Alonso Destúñiga, que era de la casa del Condestable…

E así los moros fueron sometidos por muchas partes, en tal manera, que todos se hubieron tan animosamente e con tanto esfuerzo, que los Moros no lo pudieron sofrir,en tal forma, que por la gracia de Nuestro Señor e buena ventura del Rey, en poco espacio los Moros volvieron las espaldas, e fueron vencidos e desbaratados e arrancados de los lugares donde estaban, e fueron fuyendo para la cibdad con el mayor ahínco que pudieron; e siguióse el escaramuza por muchas partes, porque los Moros estaban en mucho tropeles, e unos fuyeron hasta unas huertas muy espesas e bravas, e otros hacia unas montañas grandes, e otros hacia la cibdad de Granada.

E como quiera que los lugares por donde fuían eran muy ásperos, con la voluntad que los Christianos los siguían todo les parescía llano, e iban matando e fifiriendo unos por unas partes e otros por toras, e venidos los Christianos del alcance donde infinitos Moros fueronmuertos, el Condestable mandó que buscasen por todos aquellos lugares ásperos e montañosos, donde halló muchos Moros escondidos que fueron todos presos.

Y el Real que los Moros habían puesto bien fuerte entre los olivares e viñas, fue desbaratado e robado por Don Juan de Cerezuela, hermano del Condestable Don Álvaro de Luna, e por Alonso Telles Girón, Señor de Belmonte, e por Rodrigo de Avellaneda, los quales el Condestable habían mandado que aguardasen a su hermano el Obispo de Osma; e si la noche no fuera tan cerca, la matanza en los Moros fuera mucho mayor, porque se siguiera el alcance hasta las puertas de Granada.

Venida la noche, el Rey se volvió a su Real, e con él el Dondestable e todos los otros caballeros e gentes con mucha alegría de la victoria habida; e ante quel rey entrase en el palenque, saliéronle a rescebir sus Capellanes e Religiosos e Clérigos que en el Real estaban, todos en procesión e las cruces altas, cantando en alta voz: Te Deum aludamus.

El Rey descavalgó e adoró la cruz, dando muy grandes gracias a Dios por la victoriaque le había dado. E así se fue aposentar en sus tiendas, e luego el Rey embió sus cartas por todas las ciudades e villas del Reyno, haciéndoles saber la victoria que Dios le había dado, mandándoles que hiciesen procesiones dando por ello gracias a Nuestro Señor.

De la Crónica de Don Juan Segundo
(ed. Rosell: Bibl. Aut. Esp., LXVIII,
págs. 497-499).

 

PUBLICADO EN IDEAL EN ATARFE EN PAPEL páginas 134-135

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