«Una indecencia, una deslealtad y una imprudencia» por Iñaki Gabilondo
Se consuma así un lustro en el que nuestra política ha alcanzado su punto máximo de incompetencia, con el país como rehén y la vida colectiva semibloqueada, atrapada en la telaraña de unos políticos incapaces de sacudirse su obsesiva pelea, con la llamada nueva política envejecida en tiempo récord y la vida ciudadana cada vez más lejos
Tan cierto es que este Gobierno está desbordado y encadenando errores, como que la oposición tiene una guerra abierta contra él.
No por los errores que esté cometiendo, sino por su existencia misma desde el primer instante de su nacimiento. Entre una cosa y otra estamos en medio de una batalla política feroz, que ahora se encanalla al máximo y llega al cuerpo a cuerpo a propósito de la manifestación feminista del 8 de marzo. Osea, a la responsabilidad sobre la extensión de la epidemia. Osea, a los muertos como munición para la reyerta política. Como el 11-M, en el que las 190 víctimas importaron menos que la disputa electoral.
Nada es capaz de modular el instinto depredador de la contienda partidista. Ni la pandemia, ni los colosales problemas de este país que están pasando a un segundo plano a una velocidad vertiginosa. Les invito a repasar esta mañana la actualidad nacional a través del medio de comunicación que prefieran, y verán que todos los problemas económicos, sociales, incluso sanitarios, están sepultados en la escombrera de esta guerra política.
Se consuma así un lustro en el que nuestra política ha alcanzado su punto máximo de incompetencia, con el país como rehén y la vida colectiva semibloqueada, atrapada en la telaraña de unos políticos incapaces de sacudirse su obsesiva pelea, con la llamada nueva política envejecida en tiempo récord y la vida ciudadana cada vez más lejos.
Parecía imposible que esto pudiera degradarse más, pero se podía. Con 28.000 muertos, con millones de parados o en riesgo de estarlo en breve y con cientos de empresarios bajo amenaza de ruina, el sesgo que ha tomado la disputa política es una indecencia, una deslealtad para con los ciudadanos y una grave imprudencia que está exacerbando el cainismo nacional.
Tenemos que buscar entre todos soluciones para este gravísimo problema. Mientras tanto, ¿qué estamos haciendo? Tratando de ver si este tiene un poco más de culpa o el otro tiene un poco más. Me parece absolutamente indecente. ¿Cómo podemos llevarles al entendimiento a Sánchez, a Iglesias, a Casado… que nos importan muchísimo menos que nuestro futuro?