24 noviembre 2024

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Epidemiólogos y pedagogos proponen un protocolo que busca una educación más amable usando parques, calles peatonales o patios para impartir clase de manera segura

El desafío de encajar a los alumnos en las escuelas en grupos reducidos permitiendo la conciliación y la seguridad no es nuevo en la historia de Europa. En los años cincuenta, en Dinamarca, tras la Segunda Guerra Mundial, se encontraron con una situación similar. Miles de madres viudas debían incorporarse a trabajar y dejar a sus hijos en unas escuelas donde no cabían. Entonces la solución la encontraron mirando alrededor. Idearon un sistema de rotación en el que cada grupo pasaba algunos días en el aula y otros, al aire libre. Así es como surgieron los colegios en la naturaleza modernos en Europa, hoy en día extendidos por todo el mundo.

Inspirada por este modelo, la Asociación Nacional de Educación en la Naturaleza (EDNA) ha diseñado un protocolo y una propuesta de adecuación de los centros educativos convencionales para adaptarse a la nueva realidad post-covid sin que las familias tengan que renunciar a sus trabajos. Su manifiesto y su propuesta ha logrado en pocos días más de 3.000 respaldos, entre los que destacan figuras como el pedagogo italiano Francesco Tonucci, el educador ambiental Richard Louve, la organización ecologista Greenpeace, la Asociación Española e Educación Ambiental, o la entidad Ecoembes. “El protocolo que hemos diseñado se basa en tres pilares: lo que la normativa nos obliga respecto a la prevención de riesgos laborales, la evidencia científica que demuestra que el virus se transmite menos en el exterior, y el conocimiento de nuestro sector de educación en la naturaleza”, explica Katia Hueso, bióloga y miembro de EDNA.

Una clase en la escuela bosque Nenea, en Lugo
Una clase en la escuela bosque Nenea, en Lugo

Alejadas de la imagen distópica de niños confinados entre líneas en su patio, proponen convertir a los espacios exteriores y el aire libre en aliados del proceso educativo. Para llevar a cabo su propuesta habría que crear “grupos burbuja”, de unos 15 alumnos con uno o dos adultos de referencia según la edad, lo que convertiría a todos los docentes del centro en tutores. Deben ser siempre los mismos profesores y los mismos alumnos, que se relacionan con normalidad, pero sin interacción física con otros grupos. “En caso de contagio, no hace falta cerrar la escuela entera, solo mandar a casa a ese grupo burbuja; en cada grupo no es necesario mantener distancia de seguridad, es como si fueran convivientes”, explica Bibiana Marful, miembro de la directiva de la asociación EDNA.

Diana Ruano Ortiz es madre de dos niños de 5 y 8 años que estudian en una escuela de Copenhague, en Dinamarca. Allí han aplicado los grupos burbuja de 10 niños en los que solo se relacionan con un adulto de referencia. “Es muy tranquilizador, porque permite tener la situación muy controlada y cuando tienen que abordar una materia que el tutor no domina, hacen un zoom con el especialista”, explica esta española que lleva tres años asentada en Dinamarca. Algo que no distaría demasiado de lo que han hecho las familias en los últimos tres meses, pero con los docentes a cargo.

Los epidemiólogos avalan esta propuesta, alertan de los riesgos de los espacios cerrados y resaltan las múltiples ventajas para la salud y el desarrollo cognitivo que supone el contacto con la naturaleza. Jordi Sunyer, jefe del grupo de infancia y medio ambiente de Instituto de Salud Global de Barcelona, cree que las clases en el exterior y la naturaleza pueden ser clave en la reanudación del curso. «La transmisión del virus disminuye en el exterior, hay hasta 19 veces menos de posibilidades de contagio al aire libre”, explica. “La propuesta de los grupos burbuja es excelente, y hay evidencias de sobra que demuestran que los niños que pasan más tiempo al aire libre tienen mejor desarrollo cognitivo y mejor salud mental”. En los casos en los que ha habido una buena evolución de la covid a pesar de abrir las aulas, como en Dinamarca, el aire libre ha sido clave en la ecuación.

Niños de la escuela bosque Nenea, en Lugo
Niños de la escuela bosque Nenea, en Lugo

La propuesta combina formación en el aula, herramientas digitales y clases en el exterior, convirtiendo el entorno o la ciudad en aliado educativo.»En lugar de buscar los espacios dentro del propio edificio o habilitar clases hasta en el cuarto de las escobas, recurramos al patio, al campo, al parque, a la ciudad… El espacio ya existe, solo hay que adecuarlo como han hecho en Holanda o Dinamarca, y esto evitaría medidas drásticas de infraestructura. El aire libre permite además unas oportunidades de aprendizaje a través de la experimentación, la exploración y la experiencia directa», explica Katia Hueso, una de las pioneras de las escuelas bosque en España y fundadora de la escuela Saltamontes hace casi una década.

Sería necesario diseñar un programa para que no coincidan con otros grupos, utilizando bibliotecas, museos, zoológicos, parques, calles peatonales, o patios de edificios institucionales. “En lugar de dejarlos en casa viendo vídeos les llevas a la naturaleza y a la ciudad a ver lo que ocurre en directo y solucionas el problema de la conciliación”, argumenta Bibiana Marful.

Esta propuesta implica un cambio de paradigma, y remite a experiencias como las de la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos, que ya a principios del siglo XX trabajaba sus materias en el exterior. “Llevamos cinco años asesorando a proyectos educativos para educar usando la naturaleza en todas las materias del currículo y funciona”, explica Katia Hueso.

Ya en práctica

Carolina Palacios es directora de la escuela infantil Pota-Roges, en Cervelló, un municipio barcelonés de 9.000 habitantes. Hace cinco años viajó a Escocia para formarse. EDNA también le ha asesorado para implantar esa perspectiva en la que la escuela sale de los muros del aula. Para ello las familias son un agente clave que se une a sus salidas. Cuentan con el respaldo del Ayuntamiento y salen en grupos muy reducidos con dos adultos por cada cinco niños de 0 a 3 años. La escuela primaria del pueblo y la asociación de familias del instituto les han pedido asesoramiento para convertir el espacio exterior en un agente educador de cara a un retorno a las aulas en septiembre. “Hay muchos espacios en las ciudades por habitar. Pero también el mercado puede ser un espacio educativo”, explica la directora de esta escuela.

La escuela Nenea, en Lugo, ante la incertidumbre de la vuelta al cole de septiembre, ha recibido el doble de solicitudes de lo habitual. Pero en la red de EDNA también cuentan con escuelas playa en Cádiz o en Tenerife. El centro de Katia Hueso, Saltamontes, en Collado Mediano (Madrid), ha ofrecido su asesoramiento gratuito al Ayuntamiento y las escuelas del municipio.

“Los recursos están, los espacios están, hay educadores ambientales, de calle, y trabajadores sociales disponibles que podrían apoyar, tenemos la red de equipamientos de educación ambiental que se quieren sumar, podemos hacer partícipes a las familias que lo deseen y sabemos que funciona. Solo hace falta voluntad y flexibilidad para introducir esta filosofía educativa. Si el virus ha venido para quedarse, que al menos saquemos algo positivo de todo esto”, dice Katia Hueso. Y concluye Marful: “Los niños que no hayan sufrido trauma con el confinamiento, lo van a sufrir con la vuelta a las aulas si lo hacemos con las premisas que nos están planteando, antinaturales para cualquier niño”.

Beatriz Lucas

FOFO:Un niño dibuja en una actividad de la escuela-bosque Nenea, en Lugo

https://elpais.com/sociedad/2020-06-02/las-escuelas-bajaran-convertir-el-entorno-en-su-nueva-aula.html