Esta es la ciudad que necesitamos
El modelo de rascacielos de Dubai está caduco, las urbes del futuro serán más amables
Las ansias del ser humano por sobresalir vienen de lejos y donde mejor se ha visto reflejado este deseo es en la arquitectura. El hombre lleva haciendo desde antiguo una traslación de ese órdago sexual del ‘yo la tengo más grande’ a la edificación de sus ciudades. «El tamaño ya importaba en el Neolítico –explica José Luis Revuelta, diseñador en el ámbito de la arquitectura y la iluminación–. Más grande es más esfuerzo, más sacrificio y por tanto más complacencia de los dioses. Mas tamaño también puede ser más complicado, mostrarse tecnológicamente superior. Hacer ostentación desde el filo de lo imposible y significarse. El menhir más grande, el faro más potente, la pirámide más enorme, la cúpula de mayor diámetro, la catedral más espectacular, el puente más largo, el rascacielos más alto… Los poderes políticos, económicos, religiosos… siempre en la base del encargo lo contaminan de megalomanía».
Hoy son muchas las ciudades que apostaron por el récord y se apartaron la razón, pensadas más para ser vistas desde un helicóptero o con un dron que desde la acera; representan una fórmula caduca, postales en sepia que están virando hacia otro tipo de urbe más amable para el ciudadano. Y es importante saber cómo queremos organizar nuestras ciudades; en 1900 solo el 13% de la población del planeta vivía en ellas, pero en 2050 ese porcentaje ascenderá al 66%, según la London School of Economics.
Ángel Luis Fernández, doctor arquitecto y director del Centro de Investigación en Diseño Urbano de la Escuela Universitaria de Diseño, Innovación y Tecnología (ESNE), considera que esta actividad «ensimismada del diseño para la arquitectura junto al desmedido culto a las creaciones y sus autores nos situaron en escenarios de patética competencia entre edificios y profesionales, generando paisajes alejados de los valores de la auténtica urbe. La ‘ciudad del delirio’ frente a la del equilibrio y la continuidad silenciosa. Alejada de las personas, espacios de soberbia y confrontación donde los ciudadanos habitan entre el griterío de edificios locuaces que pretenden imponer su presencia. Donde el orden urbano y sus valores son sustituidos por la fragmentación, la discontinuidad y la ausencia de lugares de relación social».
–¿Cuáles son las ‘ciudades del delirio’?
–Las orgullosas urbes de Oriente Medio (Dubai, Doha, Abu Dabi…) y algunas de Oriente Lejano como Kuala Lumpur, el nuevo Mumbai, las nuevas urbes chinas (Hangzhou, Guangzhou, Shenzen)… En Londres, Madrid o Sevilla, junto a escenarios de gran calidad urbana, se han reproducido episodios de desarticulado crecimiento extensivo y en altura. En América, la edificación con rascacielos es cotidiana, conviviendo con barrios de vida urbana tradicional: Nueva York, Chicago, Seattle, Toronto, Vancouver, Sao Paulo…
Sin demonizar el rascacielos
Para José Luis Revuelta, Dubai es el modelo a evitar: «Hay ciudades que miran hacia adentro y otras hacia afuera. Igual que las casas, ahora las hacemos transparentes y antes miraban al patio interior con muros ciegos a la calle. Dubai mira hacia el capital inversor, especulador y extranjero. Es un conglomerado arquitectónico hortera, como Las Vegas, hecho para ricos y construido por esclavos. Subyace la misma intención que en Albert Speer cuando diseñó para Hitler la Nueva Cancillería del Reich; enviar el mensaje de que ‘hay un nuevo orden que nosotros representamos y que a vosotros os supera’».
La crisis climática deja patente la urgencia de impulsar el nuevo modelo de ciudad
Dicho lo anterior, no se trata de demonizar el rascacielos porque, recuerda el arquitecto Fernández, «la densidad es cada vez más apreciada como solución al desarrollo sostenible de las ciudades, y la tipología arquitectónica que mejor representa esta intensidad sostenible es la edificación en altura».
– ¿Ejemplos de ‘buena ciudad’?
– Combinan este desarrollo concentrado con la preservación de escenarios históricos, mezclando esos gigantescos contenedores con espacios que permitan la relación entre ciudadanos. Pero hoy no existe ninguna que lo englobe todo, así que habría que combinar varias para lograr el ideal. El urbanismo social de Medellín, la rehabilitación física y social de la ciudad histórica e industrial de Portland (Oregón), el desarrollo económico y territorial sostenible y planificado de Singapur, la gestión medioambiental de Estocolmo o Vancouver, la transformación en ciudad inteligente de Viena, la recuperación de los centros históricos de Vitoria y Pontevedra…
Explica el experto que los profesionales del urbanismo se dividen en torno a dos visiones. Por un lado, los grandes estudios y arquitectos ‘estrella’ vinculados a grandes negocios inmobiliarios que tratan de satisfacer sus necesidades de imagen, «y es ahí donde encontramos aún esa voluntad de singularidad aunque con guiños a la sostenibilidad». Y por otro, los jóvenes en cooperativas o estudios que priorizan las necesidades ciudadanas, ecológicas y medioambientales, y buscan recuperar escalas apropiadas para la relación social. «Hay un tercer grupo en zonas en desarrollo de África, Latinoamérica y el sur y sudeste asiáticos, comprometidos con la economía real, la sociedad y las técnicas tradicionales, con una actitud extraordinariamente creativa más racional y sostenible que la nuestra».
Asignatura pendiente
Economía circular, arquitectura energéticamente suficiente… ¿cómo se ejecuta todo esto en nuestras casas, nuestros edificios? Para Fernández, la incorporación de estos aspectos es asignatura pendiente para constructoras e inmobiliarias y los profesionales de la edificación en su conjunto. «Las certificaciones LEED y BREEAM, que acreditan comportamientos medioambientalmente sostenibles, son cada vez más habituales como imagen de calidad, a la espera de que se transforme en normativa. Pero la ventilación pasiva, la mejora del comportamiento energético de las instalaciones y electrodomésticos, la racionalización de consumos con la domótica o la fabricación de productos y materiales reciclables y libres de contaminantes es una realidad».
José Luis Revuelta insiste en potenciar el transporte público, liberar centros y cascos históricos de coches, recuperar ríos y riberas, costas, sanear edificios, transformar zonas industriales en residenciales… Modelos que llegan del norte de Europa. «Como decía Jan Gehl, arquitecto urbanista, ‘primero la vida, luego el espacio y después los edificios’».
La crisis climática impulsa el nuevo modelo sin olvidar que la genética de la ciudad es lo menos sostenible que uno pueda imaginar, comenta el diseñador: «Miles de personas abriendo grifos, poniendo el aire acondicionado, la calefacción, circulando en coche, defecando y produciendo toneladas de basura… Que una ciudad haga frente al cambio climático depende de sus gestores. No hay planteamiento de futuro que pueda ignorar la sostenibilidad; ahora nos enfrentamos a las consecuencias de no haberlo hecho».
La cuna de los rascacielos
Aquí se levantó en 1885 el primer rascacielos del mundo el Home Insurance Building, de 10 pisos (derribado en 1931). Hoy sobrepasa el millar de edificios altos, el mayor de ellos la Willis Tower, 110 plantas. Es una ciudad de las más pobladas y con más desigualdad de EE UU: sus habitantes ven reducida su esperanza de vida hasta diez años dependiendo de en qué zona residan. Los barrios de la periferia están físicamente aislados del resto y la violencia de pandillas constituye un gravísimo problema.
El urbanismo que apostó por el lujo
Dubai trae a la cabeza imágenes de torres altísimas, islas artificiales en forma de palmera… Un urbanismo desaforado que apostó por el lujo. La ciudad, peleando con la arena del desierto, sumó 1,7 millones de metros cuadrados de áreas verdes en 2018 con la plantación de 44.000 árboles, un alivio para los peatones. Solo el 20% de sus ciudadanos es nacional, el grueso son trabajadores asiáticos que construyeron una urbe vetada para ellos por los altos precios y que malviven en los suburbios.
Un ‘skyline’ con cuatro torres (más una)
Madrid exhibe un espectacular ‘skyline’ formado por las Cuatro Torres Business Area (CTBA), construidas a lo largo de la primera década de 2000. Estos rascacielos son los edificios más altos del país: la torre Cepsa, la torre PwC, Torre Espacio y la Torre de Cristal, la más alta de España con sus 249 metros. Y este año termina la construcción de una quinta, la torre Caleido, más pequeña que las otras. La capital combina espacios de crecimiento extensivo y en altura con otras zonas de gran calidad urbana.
El triunfo del urbanismo social
La ciudad decidió emplear la arquitectura y el urbanismo para susperar su pasado ligado a la violencia y lograr el desarrollo social. Una de las actuaciones clave fue el ‘metrocable’, teleférico que conectó a los habitantes de los asentamientos de las laderas con el metro; redujo mucho el tráfico y los peatones ganaron espacio. También se instalaron escaleras mecánicas con que salvar pendientes. Levantaron escuelas y bibliotecas arquitectónicamente bellas… Con todo, hoy se habla de la ‘Nueva Medellín’.
El crecimiento sostenible es una realidad
Con su más de medio millón de habitantes, Portland es un ejemplo de gestión medioambiental. Reforzó el transporte público con tranvías y autobuses de biodiésel, y sus 127 km de carriles para bicicletas le hicieron merecedora de la calificación más alta de la Liga Americana de Ciclistas. Su apuesta por la construcción de edificios con escaso impacto medioambiental (techos y paredes verdes, llenos de plantas) la sitúa a la cabeza del país en cuanto a edificaciones con certificado sostenible LEED.
Premio Green City mundial 2019
El año pasado, la capital alavesa se hizo con el Premio Green City, una galardón mundial otorgado por la organización sin ánimo respaldada por la ONU. Su ‘anillo verde’ (ruta circular de 30 kilómetros que rodea la ciudad enlazando sus parques y que ayudó a restaurar zonas degradadas), su plan de movilidad de apostar por recuperar la calle para el peatón, su lucha contra el cambio climático y la rehabilitación de su casco histórico fueron decisivos para la obtención del reconocimiento.