«Lenguaje inclusivo no es usar, ellos y ellas, muchachas y muchachos y poner arrobas», Yadira Calvo

Entrevista Por David Ching para Literofilia con fotos de  Sebastián Gutiérrez para hablar de la trayectoria de Yadira Calvo  como escritora y de los retos que hoy tienen las mujeres y el feminismo en Costa Rica.

La fuerza del carácter que Yadira Calvo imprime en cada uno de sus gestos no evita su cordialidad ni gentileza. Es cierto, es una mujer pequeña y menuda,  pero tal es la fuerza que destila su personalidad que esta apariencia  pasa a segundo plano desde las primeras palabras que pronuncia. Es de esas personas que no necesitan elevar el tono de su voz para decir algo y ser escuchadas.

Desde su casa, en medio del frío guadalupano,  doña Yadira nos recibió para hablar de su trayectoria  como escritora y de los retos que hoy tienen las mujeres y el feminismo en Costa Rica.

Se dice que la primera vez que usted hizo una composición literaria en la escuela, la acusaron de plagio porque la maestra  no creía que usted pudiera escribir de esa forma….

Bueno, creo que en parte es porque en casa mis hermanos mayores eran lectores y mi papá era lector. Creo que eso mantenía en la casa una atmósfera adecuada para que una niña se interesara por las letras.

En el caso de esa composición fue en el colegio, no en la escuela, que una profesora nos puso como tema para hacer en la casa la Guerra de Secesión de los Estados Unidos. Yo me informé y redacté y cuando le llevé la composición me puso un cero y escribió: ‘‘¿De dónde la copió’’? Entonces yo me fui llorando desconsolada donde el director, que se llamaba Napoleón Quesada y don Napoleón me apoyó y dijo: ‘‘no, yo voy a hablar con la profesora.’’ Él me creyó, incluso cuando yo ya había terminado el colegio me inclinó hacia la filología, porque yo iba a estudiar historia y él acordándose de eso me dijo: ‘‘pasáte a Filología’’, él le hablaba de vos a los estudiantes, ‘‘si te pasás, yo te ayudo con los libros’’ y no me ayudó porque se murió, pero si me inclinó hacia ese lado. Para mí fue muy importante ese contacto con él.

En cuanto a la profesora, luego fuimos muy amigas. Mi esposo trabajaba en la Universidad Nacional y ella también, en el mismo grupo, nos llevamos muy bien porque creo que la gente entiende las cosas y eso fue muy bueno.

Pero entiendo que desde antes a usted le gustaban mucho las letras…

Si me encantaba y leía muchas tiras cómicas y escribía tiras cómicas (ríe), de niña me parecía lindísimo, por eso leía;  me encantaba la pequeña mingú y yo hacía tiras cómicas de aventuras y cosas fantasiosas. Luego escribí, siendo muy joven, lo que yo creía que era poesía. Después pasó el tiempo y lo dejé. Siempre fui lectora asidua, leí mucho, y creo que eso ayuda también a cultivar el amor por las letras. Lo que yo no sabía en ese momento temprano de mi vida era cuál género quería desarrollar. Hay gente que practica todos los géneros, pero hay géneros que se nos dan mejor a algunas personas que otros y como tengo cierto ánimo polémico me pareció que el  ensayo era lo adecuado. Sobre todo porque yo me peleaba mucho con los libros que leía de Ortega y Gasset y Unamuno y esa gente y yo decía “yo tengo que escribir para rebatir ideas como estas” y por ahí empezó la idea del ensayo.

¿Y todavía tiene esos poemas y esas tiras cómicas?

No, esas tiras cómicas desaparecieron, las poesías por ahí deben de andar, en algún lugar.

¿Y todavía lee tiras cómicas?

A veces leo tiras cómicas, me gusta, me dan tranquilidad… depende de qué cosas, pero sí.

Antes me dijo Usted que iba a estudiar Historia y se pasó a Filología, pero terminó siendo educadora. 

Es que yo la primera carrera que hice fue en la Escuela Normal,  estudié para ser educadora. Ya teniendo el título de maestra podía pagarme la Universidad y la carrera que yo quería; mi papá no podía pagarme una carrera tan extensa entonces empecé a estudiar Historia y paralelamente  daba clases. En ese momento me topé con don Napoleón, yo ya había hecho las específicas de Historia. Fue cuando me topé con él en varias tertulias que nosotros decíamos que eran literarias, acá en Guadalupe. Un poco de gente nos reuníamos a comentar libros y discutir cosas e invitábamos a algunas personas que sentíamos que podían aportar algo, por eso  invitaron a don Napoleón, y ahí fue cuando me cambié a Filología.

Entonces sí, lo primero que hice fue docencia, pues lo que está más a mano es la docencia.

De las dos disciplinas que hizo, cuál considera es más  fuerte en usted ¿la de ser profesora o filóloga?

Yo no me considero nada en especial. Soy una persona muy estudiosa y estudio de todo, me gustan las humanidades. Me definiría más como humanista que dentro de una disciplina en especial. Ahora, el lenguaje me interesa mucho desde el punto de vista de que es una manifestación de la cultura y, como tal, lleva implícitos algunos de los valores y antivalores de la cultura. En ese sentido, como filóloga se me facilita el estudio del lenguaje.

Hablando precisamente de eso, ¿en qué momento empieza a tener esa inquietud por reflejar la condición de la mujer?

Casi que desde que empecé a escribir ensayos. Cuando empecé a escribir con el fin de publicar. Me imagino que a todos nos pasa que engavetamos mucho de lo que hacemos. Pero la primera cosa que escribí para publicar fue un ensayo que después apareció mucho más elaborado en  el libro ‘‘Mujer, víctima y cómplice’’ que se llama‘‘Lucrecia o la virtud de mujer’’ y eso lo había hecho con el fin de publicarlo en alguna de las revistas de la Universidad, yo ya era profesora de la Universidad Nacional, y Antidio Cabal  lo leyó porque era miembro del comité de redacción de la revista y me dijo que porqué no se lo daba para Forja del Semanario Universidad y se lo dí, y fue en realidad lo primero que salió publicado mío. Yo ya tenía clara la vena temática que quería seguir explotando.

¿Qué fue lo que hizo que usted dijera: ‘‘ya quiero publicar, ya no quiero escribir para engavetar ’’?

Pues no fue exactamente así, cuando trabajás en una Universidad, te suman puntos académicos las publicaciones, entonces, como había esa revista y nos veíamos con cierta presión por  publicar, a mí el tema me había interesado mucho y lo escribí con esa finalidad y hasta la fecha sigo publicando. Lo que si me animó es la recepción, que la gente valoró lo que yo hice.

¿Igual, usted  hubiera publicado si no hubiera tenido ese incentivo de ganar puntos en la carrera académica?

No lo sé, en Costa Rica publicar es bastante difícil. Don Napoleón si me había llevado uno o dos poemitas a la Prensa Libre y salieron publicados. Fue lo primero mío que vi publicado. Eso de tener una persona que sea mayor si se es joven, valora lo que hacés, más en este caso, pues era director del colegio. Todo eso da mucho ánimo. Luego otra profesora que tuve en cuarto año me escribió en uno de mis trabajos una nota que decía ‘‘usted es una escritora en ciernes’’, eso te va envalentonando y te da confianza de que tal vez sí. Pero no sé si quitando esa condición especial habría publicado o no, porque es muy difícil pensar que por mi cuenta iba a llevar cosas a los periódicos.

Usted fue maestra y dio clases en la Universidad, ¿cómo se revela esa veta de docente en sus ensayos?

Yo pienso que el ensayo es en cierta manera un género didáctico y creo que se relaciona con eso, ahora, no sé si hetenido vocación de enseñanza. Creo que en la vida no hacemos los trabajos necesariamente por vocación sino por que algo nos induce a un camino determinado y es muy difícil ir por otro, pero sí creo que todo el género ensayístico tiene un carácter didáctico.

Volviendo al tema de la condición de la mujer, usted le ha dado seguimiento a esta temática desde antes de los años ochenta.  ¿Cómo ha avanzado Costa Rica al respecto, si ha avanzado?

Sí ha avanzado, lo que pasa es que hay una cosa… se consiguen ciertas conquistas sociales, no sólo las mujeres sino cualquiera de los grupos oprimidos, pero  la ideología fundamental sigue siendo la misma, es patriarcal. La sociedad vive ideológicamente de manera patriarcal y usted lo puede ver en los anuncios, estaba viendo un día de estos un anuncio de la colonia para ‘’hombre-hombre’’,  eso es ideológico, eso sigue vigente. Los anuncios del Día de la Madre que tienden a una mistificación de la figura femenina y entonces es una mujer desrealizada, y desrealizada en todo sentido, en primer lugar, porque se le idealiza de un modo exagerado, y en segundo lugar, porque esa idealización implica la renuncia para convertirse en una persona plena: ‘‘hay que vivir para, hay que vivir en función de’’. Todo eso sigue vigente.

Yo creo que el patriarcado es acomodaticio y de algún modo busca los nichos para seguir sobreviviendo, por eso la lucha es permanente, no podemos dar nada por hecho. Cualquier progreso social, con cualquier grupo oprimido de cualquier naturaleza, tiene una vuelta atrás.

Entonces el patriarcado para usted se ha acomodado a las condiciones durante estos años.

Sí. Escuche la Asamblea Legislativa, escuche a los pastores protestantes en sus iglesias, a los curas en sus púlpitos.  ¿Quién se mete con lo que escribió Nietzsche? ¿Con lo que escribió Kant? ¿Con lo que escribió Rousseau? Muy poca gente, porque hay que ir y hacer estudios de carácter humanista y cuando uno encuentra que las mujeres los han rebatido en serio, siguen teniendo un impacto enorme.

Cuando yo fui a la  Escuela Normal y estudiábamos a Juan Jacobo Rousseau como el gran educador, yo nunca me di cuenta -en ese momento- porque las lecturas eran de segunda mano, pero cuando me metí a leer el Emilio, digo yo ¿Pero qué es esto? ¿Cómo se acepta como un gran educador a un hombre que tiene una visión de las mujeres de purísima servidumbre? Lo mismo Kant, Hegel, Nietzsche, Schopenhauer…  Y eso es Filosofía que se le considera el discurso maestro y sigue ahí. ¿Quién cuestiona a Santo Tomás, a San Agustín, a Alberto Magno? A quiénes le dieron vigencia al discurso aristotélico, que es un discurso misógino, y esto pasa a la Iglesia y ahí está incrustado en la Iglesia Católica:  ‘‘el hombre cabeza de la mujer’’. Y esto sigue vigente porque es muy difícil cuestionar autoridades de tantísimo respeto en la estructura.

Esto se ve reflejado en la Filosofía…

En la Filosofía, en la Teología, en la constitución de la familia, en lo jurídico, en el lenguaje… en todas las manifestaciones de la cultura. Por eso cuando se quiere luchar contra una visión tan extensiva hay que meterse desde varios frentes.

Y los cambios que usted mencionaba antes, ¿se reflejan en sus escritos? ¿En lo que usted reflejaba antes y ahora?

En mis escritos no sé, porque como decía un tío mío, creo que hay que quitar el dedo del renglón. Creo que siempre ando buscando por dónde falta, pero sí ha habido cambios. Tengo dos hijas que no viven su juventud como la viví yo y no tienen las limitaciones que me impusieron a mí. Nadie se mete con su vida sexual y privada, cosa que nos pasaba cuando yo era joven. Ya no tenemos que firmarnos ‘‘de’’, éramos posesión ‘‘de’’ el hombre con que nos casábamos. Claro que ha habido progresos, a principios del siglo XX las mujeres no entraban así como así a las universidades, en el siglo XIX se empezaron a poner reglamentos en las universidades que impedían a las mujeres entrar, antes no había reglamento porque el supuesto era que ninguna iba a entrar.

Igual con las luchas por el voto y los derechos cívicos que tuvieron su fuerza en el siglo XIX. He oído decir por ahí que la humanidad ha cambiado más en 20 años que en 20 siglos, y puede ser cierto, pero el sustento ideológico de toda desigualdad sigue siendo el mismo. Antes había que pedir permiso para ir a trabajar, ahora no, pero ganamos menos, accedemos menos a puestos de  jerarquía, tenemos más complicado el trabajo asalariado porque la mayor carga de trabajo doméstico sigue recayendo en las mujeres, la educación de los hijos sigue recayendo en las mujeres, o sea, el discurso que sostiene el patriarcado es el mismo de Aristóteles hasta hoy.

Antes usted mencionaba que esto se ve reflejado en toda la cultura y mencionaba el lenguaje. ¿Cómo se ve reflejado en el lenguaje?

Un simple vistazo al diccionario de la Real Academia, ya nos da una idea. Se define masculino como excelencia, valor y coraje y femenino como debilidad y hasta vicio. Luego, lo más grave, porque el  léxico puede cambiar aunque los académicos se nieguen a que cambie, pero el léxico puede cambiar y la lengua va cambiando con el tiempo aunque la academia se resiste a aceptar esos cambios.

Lo más difícil de cambiar es la sintaxis, porque la sintaxis es el esqueleto del idioma y la norma manda que el masculino sea un término no marcado, es decir, que engloba a hombres y mujeres. Eso es una sobrerepresentación, es decir, los hombres están sobrerepresentados en el idioma y eso implica que las mujeres estemos subrepresentadas. Es decir  ‘‘los profesores, los docentes, el hombre’’, “ser humano” atenúa un poco, pero todas esas formas masculinas nos invisibilizan bastante a las mujeres. Y eso se refleja en la concordancia ¿qué es esto? Que cuando dos elementos, por ejemplo sustantivos,  son uno masculino y el otro femenino, se les aplica un determinante específico, que usualmente es un adjetivo, ese determinante tiene que ir en masculino. Por ejemplo decimos,  él y ella están casados, no decimos están casados. Esa preponderancia del masculino reviste bastante gravedad respecto a las mujeres, porque estamos siempre ocultas detrás del masculino.

¿Y hasta qué punto el lenguaje inclusivo, esto de usar arrobas y equis ayuda?

Es que eso no es lenguaje inclusivo, ahí hay un error grave. El lenguaje inclusivo no es usar, ellos y ellas, muchachas y muchachos, y poner arrobas. Eso es una búsqueda, que es muy válida como toda búsqueda de equidad, para atenuar el sexismo que tiene el idioma, pero es la forma equivocada. Hay que conocer un poco más el idioma para hacerlo de forma adecuada, no para eliminarlo porque eso está en la gramática, pero hay vocablos comunes: oficinista, poeta, periodista… son palabras que sólo podemos determinar si es hombre o mujer por el artículo que le pongamos. También podemos usar abstractos cuando se presta, en vez de niños decir niñez, no siempre se presta. Usted como periodista lo sabe muy bien, porque su trabajo es el lenguaje, y sabe cómo se usa. Es como vestir, uno no va vestido de la misma forma a cualquier lado.

Se pueden usar abstractos, comunes, nombres colectivos, en vez de decir los pobladores de Guadalupe, sino la comunidad de Guadalupe, y no porque comunidad sea femenino, es colectivo. Tiene marca de femenino pero implica hombres y mujeres  clarísimamente. O podemos usar palabras epicenas, como víctima, o personaje, que aplican a hombres y a mujeres. Ese tipo de vocablos.

De todas maneras, escribir cuesta y requiere un esfuerzo mental, eso va a requerir más esfuerzo mental, como la gente no quiere hacer esfuerzo mental y tal vez le faltan las herramientas necesarias para ponerlo en práctica, pues recurren a ‘’los las’’ y al arroba, pero eso no es lenguaje inclusivo.

Algo que me llama la atención: yo hablo inglés y siento que el español, en la forma de expresarse, tiende a ser más machista que el idioma inglés ¿Por qué cree usted que es así?

Yo creo que en ese aspecto lo más evidente es que tiende a ser más machista, pero habría que examinarlo más a fondo para ver si efectivamente es así, porque puede ser que lo que tenga sean manifestaciones diferentes del mismo fenómeno. Hace un montón de años había una serie que se llamaba ‘‘La mujer policía’’, ahora están pasando ‘‘La doctora Quinn’’ ¿qué pasa con esos vocablos? Que cuando se ponían en femenino había que especificar mujer, entonces no está tan libre de sexismo. Había que ponerle una marca específica para que eso implicara mujeres.

Luego, los hablantes del inglés, y de francés también, las mujeres casadas pierden su apellido, creo que todavía en algunos estados, no sé si en todos, pierden el apellido y hasta el nombre. Cuando en el colegio estudiábamos francés nosotros poníamos, por traducirlo en el español, señor y señora Juan Pérez, o sea, pierden hasta el nombre. Aquí estuvo en el código de familia que era ‘‘de’’, ese es un ‘‘de’’ de propiedad. He leído autoras que dicen que la implicación que eso tenía, cuando ahora el divorcio es tan fácil, pues cada vez que sucedía [el divorcio] la mujer perdía la identidad y tenía que hacerse un nuevo carné porque en cierto modo no era la misma persona.

Eso de perder el apellido o el nombre es grave, porque es lo mismo que en las cárceles, se aplica, o se aplicaba como castigo, a usted lo convierten en un número, parte del castigo era maltratar y hacerle perder la identidad, pues lo mismo se hacía con las mujeres.

Mucho de las historias de nuestra identidad y del folclor costarricense tienen un fuerte valor  machista. ¿Cómo podemos hacer que estas historias no tengan un componente patriarcal sin perder nuestra identidad?

Yo creo que eso está ahí y eso no se puede cambiar, es como cambiar el mito. El montón de mitos que se reflejaron luego en el cristianismo que nacen de un dios y una humana. Eso está en toda la mitología occidental, al menos hasta donde conozco. Eso no se puede cambiar, lo que creo que se puede hacer es leer con otros ojos toda la historia y pensar porqué está ahí, porqué es así. Por ejemplo, el esfuerzo que están haciendo ahora por lo que llaman historia de mentalidades, que ya no es la historia de lo que hizo fulanito, sino como vivía la gente en ese momento, el pueblo, la  gente de a pie. Ese cambio es grande y esa historia de mentalidades permite ver lo que hacían las mujeres y valorarlo. Eso lo está haciendo Iván Molina y creo que hay varias personas están trabajando ese tipo de historia en Costa Rica.

Luego, está lo que hacen las feministas en muchos sitios, revisando las historias particulares de cada disciplina. La historia de la música, la literatura, la poesía… y al revisar esa realidad salen a la luz nombres que habían quedado cubiertos bajo una visión patriarcal. Ahora han salido mujeres músicas que ni se sabía que existían. O la hermana de Mendhelsson, creo que fue Mendhelsson, que escribía música pero no se la publicaban por ser mujer entonces él le hacía el favor de publicarla con su nombre, pero se perdió su nombre. O Thomas Mann, que parece que usó los diarios de su esposa para escribir algunas de sus obras. Eso lo están sacando a la luz muchas mujeres e implica darle una mirada diferente a la historia.

Además del lenguaje, que ya hablamos, ¿a qué otros retos se enfrenta usted, relacionados con la literatura, a la hora de escribir?

Bueno las mujeres en todas las antologías estamos subrepresentadas. En la historia literaria estamos subrepresentadas.  Hay esfuerzos, y se critican mucho, como ‘‘antología de poesía femenina’’, que llevan la marca femenina, a mí no me gustan pero creo que sí son importantes porque usted puede hacer perfectamente una antología de poesía costarricense sin incluir una sola mujer sin que diga ‘‘masculino’’.  En La historia del ensayo costarricense, escrito por Luis Ferrero Acosta, no hay ensayos de mujeres. Menciona por acá y por allá a alguna articulista en un prólogo pero no  hay una página dedicada a una mujer ensayista.

Eso no es un reto que podamos sortear, una escribe y hace su parte, esa otra parte la tiene que hacer la sensibilidad social para hacer más visible lo que tiene que ser visible. En las historias convencionales de literatura a las mujeres no las incluían en la historia, sino en ‘‘otros autores’’, siempre como un subcapítulo de cada capítulo. Eso se está corrigiendo, pero cuando yo estudié literatura, por ejemplo, en literatura española nunca estudiamos una mujer, y yo estudié 3 años literatura española. Yo me dí cuenta de que existían leyendo la letra pequeñita (citas bibliográficas), porque en esa letra pequeñita de otros autores aparecen citadas mujeres y casi no se comenta su obra, totalmente infravaloradas. Hay que ir y buscarlas y ser insistente y buscar hasta encontrar, y ahí te das cuenta de que había. Por ejemplo, María de Fallas Sotomayor era escritora contemporánea de Quevedo. Nunca la mencionó ninguna historia de la literatura que yo estudiara, pero está ahí y ahí está su obra.  Ahora la estudian algunas mujeres que estudian este tipo de literatura. Podríamos considerarla paralela, pero yo digo que no es paralela porque nunca fue a la par, siempre fue debajo, es subalterna, desde el punto de vista de los ojos del historiador convencional.

Ahora en los nobeles de literatura también podemos ver que las mujeres se ven subrepresentadas.

Ahora usted diga que en el Nobel se ven subrepresentadas, yo he hecho esos cálculos de cuales mujeres han ganado y en qué línea y los porcentajes son mínimos, pero no vayamos al Nobel, vamos al Magón en Costa Rica: 11 mujeres y 45 hombres ¿Cómo le suena? Es impresionante. Por primera vez creo que hay dos mujeres consecutivas, pero usted se encuentra 7 hombres consecutivos ¿Qué significa eso? Esa visión de mundo sigue latente ahí y mucha gente cree que ya pasó, pero no pasó. Lo ideológico es muy persistente.

Veo hombres jóvenes sensibles, diferentes, pero igual, un día de estos me puse a escuchar para escribir algo del reggaetón y son las letras más machistas que se pueden encontrar. Es algo escandalosamente machista y son de 18, 19, 20 años ¿de dónde sacaron eso? Eso está ahí.

Nunca creí escuchar de su boca que estaba escribiendo sobre reggeatón

(Ríe) A mí me interesan todos los campos de la cultura.

A la hora de escribir, ¿cuáles son los retos para romper esta visión patriarcal, tomando en cuenta que está uno tan arraigado a esto? Y ¿a qué hay que desarraigarse para poder escribir fuera de esa visión?

Bueno el concepto tradicional de familia es feroz. La familia como yo la viví, mi papá no era un hombre violento, pero tenía tal poder que con sólo escuchar tres pasos en el pasillo me daba un vacío en el estómago. O cuando vos hacías algo malo tu mamá te decía ‘‘se lo voy a decir a tu papá’’. Él imponía la ley y él imponía la norma. Era un poder absoluto.

En mi propio hogar no vivo así, mi esposo y yo tenemos una vida armónica diferente, pero

he conocido en conferencias y actividades mujeres que me dicen: ‘‘yo no pude estudiar porque mi esposo me pidió que me quedara cuidando los chiquitos’’ y entonces ese hombre tiene un poder enorme en la casa, ella se quedó cuidando a los chiquitos y renunció a su carrera. Lo típico del día de la madre de Gollo.

¿Hoy en día cuáles considera que son los mayores retos de las escritoras feministas en Costa Rica y el mundo?

Hay que seguir luchando contra esa ideología que está ahí, lo que implica un poco examinar la voz d

e la iglesia, que es muy poderosa. De todas las iglesias, lo tenemos de una manera manifiesta y escandalosa en el islamismo, pero también en la religión católica. Cuando escucho prédicas por ahí me da susto de cómo es posible que se sigan predicando estas cosas. He leído a algún señor de la prensa nacional que a la mujer le corresponde obediencia al marido y hace citar a San Pablo. Entonces ¿qué hay que decir?, que San Pablo vivió hace muchos años, si nos curáramos con la medicina del tiempo de San Pablo estaríamos fritos, entonces, por favor, tampoco vivamos con la ideología del tiempo de San Pablo. Por ahí hay bastante que hacer porque es un discurso que tiene mucho  pegue. La gente lo ve como Palabra de Dios y eso le da una autoridad terrible, hay que luchar contra eso.

¿Y cuál es el mayor reto hoy para usted como escritora?

No lo sé… Yo creo en la literatura comprometida. Creo que tengo el compromiso de escribir sobre aquellos aspectos de la sociedad que me parecen endebles, lucha contra cualquier tipo de discurso que sea excluyente y creo que eso no implica sólo a las mujeres y al feminismo, implica a la ecología, a la visión racista de la sociedad, la visión clasista, la visión eurocentrista… Esas visiones que son desde un punto de vista del  dominador y que implican dominación, hay que buscar el modo de eludirlas y de que se acaben, y esa es mi lucha.

Le brindamos el discurso de aceptación del Premio Nacional Magón otorgado a Yadira Calvo en 2012

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