«Muhammad Ibn Abi Zamanin Al-Ilbiri e Ibn Abi L-Rabi Al-Ilbiri» por Antonio Rodríguez Gómez

Muhammad Ibn Abi Zamanin nació en Ilbiris en 936 y destaca en la literatura árabe como escritor piadoso de la corriente malikí. En otra ocasión dedicamos un artículo para este mismo suplemento a otro escritor ilbiritano de la corriente opuesta al malikismo, el sufí Abi Isaac al-Ilbiri.

El padre de Ibn Abi Zamanin también era predicador de la mezquita aljama de Ilbiris y fue su primer y principal maestro. Recordemos que la mezquita de Ilbiris se consideraba lugar santo para los musulmanes españoles, pues había sido fundada por un tabi, es decir, un discípulo de Mahoma o de sus compañeros, el santo Hanas al-Sanaani, el cual entró en la península acompañando a Musa. Luego, el gran Abd al-Rahman II acrecentó las riquezas de la mezquita, la dotó de mayores rentas y costeó la ampliación y lujoso embellecimiento en 865, del que se destaca el gasto en lámparas, alfombras y mármoles.

La familia de los Banu Abi Zamanin fueron alfaquíes (predicadores) de esta mezquita desde su refundación. Incluso su padre y su hermano Abu Bakr ostentaron sucesivamente el cargo de cadí de la ciudad (es decir, juez supremo por delegación del califa). El cargo era muy importante al tratarse de una de las más reputadas mezquitas de al-Andalus. En su madrasa Ibn Abi Zamanin se entregó desde muy joven al estudio de los hadices, el Corán y el Derecho, no solo instruido por su piadosa familia, sino por otros sabios de la ciudad, a la que en 980 Arib Ibn Said se refiere como Hadira Ilbira, pues todavía ostenta la capitalidad de la cora o provincia.

Ibn Abi Zamanin destacó pronto por su capacidad para memorizar tradiciones jurídicas del derecho malikí, lo que le dio fama incluso en Córdoba, entonces convertida por el gran Abd al-Rahman III en capital cultural universal.

Sus opiniones eran muy apreciadas porque postulaba un malikismo abierto al libre albedrío del practicante. Como hemos dicho antes, existían dos escuelas religiosas en la España musulmana; el malikismo, partidario de seguir las normas prescritas en el Corán y en los hadices (textos atribuidos a Mahoma no recogidos en el Corán); y el sufismo, partidario de una religiosidad individual y mística, sin necesidad de intermediarios -los alfaquíes-, de quienes desconfiaban. El malikismo era la doctrina oficial, pero frecuentemente los alfaquíes imponían una suerte de ortodoxia formal y jerárquica adulterada y alejada del verdadero espíritu de la fe.

Muhammad Ibn Abi Zamanin se opuso a este tradicionalismo conservador admitiendo la opinión personal y la libertad de juicio para interpretar con rectitud el conjunto de textos sagrados, tanto a nivel jurídico como a nivel estrictamente religioso. Especialmente han sido muy comentados en el mundo arábigo los consejos dirigidos a su hermano sobre jurisprudencia penal y civil y las consideraciones sobre la
yihad o guerra santa, que devolvieron a la religión oficial el prestigio perdido.

En la madrasa de la mezquita de Ilbiris Ibn Abi Zamanin impartía enseñanza y encontró un aventajado discípulo en Abu l-Abbas Ibn Abi l-Rabi, también ilbiritano, treinta años más joven que él. Sería prolijo dar completa la relación de maestros que reconoce haber tenido,
pero baste para dar una idea de la riqueza cultural de Ilbiris nombrar a Abu Said al-Yafari, Salama Ibn said al-Istiyyi y Abu Ayyub al-
Batalyawsi. Seguramente coincidió en la madrasa con el gran Abu Isaac de Ilbiris, menor que él.

A finales del siglo X los dos escritores se separaron. El maestro fue reclamado por el califa Hisam II para predicar y asesorar a los cadíes en la mezquita aljama de Córdoba, donde residirá hasta 1004, año en el que, sintiéndose enfermo y cansado, volvió a su ciudad natal; en ella escribió crepusculares poemas sobre la vanidad de la vida terrenal, como Hayat al-qulub, considerado precursor del ascetismo de las Coplas de Jorge Manrique.

En 1007 murió y fue enterrado en olor de santidad. También sus hijos fueron citados por Ibn al-Jatib como importantes juristas.
Por su parte, Abu l-Abbas Ibn Abi l-Rabi dejó la ciudad y se despidió del maestro al que no volvería a ver para realizar la peregrinación a la Meca. Tardó cinco años en el viaje y, a lo largo de su periplo por Oriente, en Cairuán, El Cairo o Damasco amplió sus estudios y a la vez recibió encendidos elogios por su sabiduría y la corrección y belleza de su árabe, pulcro y elegante.

Al volver a Ilbiris conoció la muerte de Ibn Abi Zamanin y siguió su labor didáctica hasta 1015 en que se produce la rebelión de los ziríes y la proclamación de la cora de Granada como reino independiente. El rey Zawi Ibn Ziri trasladó la capital a la ciudad de Granada y se aposentó en la alcazaba del Albaicín, pues la aristocracia de Ilbiris era partidaria de los omeyas. Para evitar conflictos y atraer a los cortesanos a Granada, mandaron quemar el palacio y la mezquita mayor. Entonces Ilbiris se vio sumida en el abandono y la ruina, que en pocos años convertiría la antaño bulliciosa urbe de inexpugnables murallas en un secano fantasma. Abu l-Abas lloró la desgracia de su ciudad y se retiró a Córdoba, siguiendo la estela de su maestro.

En la capital omeya se hicieron famosos sus discursos de los viernes, para asistir a los cuales la gente se agolpaba en en el interior y en los patios de las mezquitas. Murió de repente en 1041, a los setenta años, y su tumba del Arrabal fue muy visitada durante mucho tiempo por
los peregrinos que acudían para recibir su baraca. Sus sermones se reunieron en un volumen y fueron muy comentados por su elegancia y sensatez en las madrasas.

FOTO:Recreación de Medina Elvira. Oleo de M. Rivas

ATARFE EN PAPEL DE IDEAL PAGINAS 365-366

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