23 diciembre 2024

El comercio rural se reinventa para luchar contra dos enemigos: la crisis provocada por el coronavirus y la provocada por los gigantes del comercio online. Los pueblos han decidido enfrentarse a su némesis con su misma estrategia: tiendas en internet para promocionar los productos locales. «No hay nada como una crisis para que espabilemos», dicen.

Comprar en internet es insultantemente sencillo: eliges el producto, se añade a una cesta, metes el número de la tarjeta, el código y sólo hay que esperar que llegue a tu puerta. Tan fácil que parece la actividad idónea para esos no-momentos y no-lugares: esperando al autobús, al ascensor, en la consulta del médico o en el baño.

La comodidad de comprar desde la cama o el retrete, sin embargo, está matando el comercio de proximidad. Las tiendas en los bajos de las ciudades ya claman contra Amazon y demás cadenas. También contra los clientes que aprovechan las zapaterías o tiendas de ropa para probarse productos que luego comprarán más baratos online, como si fueran simples muestrarios.

Este fenómeno es especialmente sangrante en el interior del país, en las zonas más despobladas, donde el comercio fija población y ofrece servicios fundamentales a quienes más los necesitan. Allí los gigantes electrónicos también han causado sus estragos, pero como si de pequeñas aldeas galas se tratasen, varias iniciativas rurales han seguido el viejo refrán: «Si no puedes con tu enemigo, únete a él».

La digitalización del pueblo minero

Fabero es un pequeño pueblo de la comarca leonesa de El Bierzo. Con alrededor de 4.500 habitantes, su riqueza se basaba en el carbón… hasta que en 2018 las minas cerraron y esto supuso el fin del modelo productivo de la comarca.

«Aquí nos dedicamos al monocultivo del carbón», explica a Público la alcaldesa de Fabero, Mari Paz Martínez. «Son más de 200 años de historia de la minería y en los años noventa comenzó un declive por la reconversión y los distintos planes del carbón que fueron incumplidos desde 2013 en adelante», denuncia.

Martínez es la alcaldesa de un municipio que ha perdido la mitad de la población en dos décadas: en el año 2000 había 8.000 censados. Un ejemplo perfecto de cómo la desindustrialización del interior de la Península tiene gran parte de la culpa en lo que hoy llaman España vaciada.

El cierre de La Gran Corta, la explotación a cielo abierto del municipio, a finales de 2018 dejó en un limbo a Fabero, hasta que la pandemia paralizó el país por completo. Entonces se sucedieron una serie de casualidades: la alcaldesa comenzó a buscar información sobre cómo digitalizar el pueblo en medio de la tormenta, al tiempo que un emprendedor experto en marketing decidía lanzar su start-up en plena cuarentena. Una empresa dedicada específicamente a ayudar a los pueblos a transitar a la era digital.

«Durante la cuarentena me planteé crear una nueva empresa ya que mucha gente tenía que reinventarse porque el escenario había cambiado por completo», afirma Ismael Teijón, el fundador de la agencia SocialWow. Durante toda la cuarentena se dedicó a subir vídeos explicativos de cómo montar una empresa, los cuales tuvieron gran impacto en redes. «Todo este contenido tuvo mucha repercusión y a través de internet, Mari Paz, la alcaldesa, pensó que era lo que necesitaban».

Para Martínez, la pandemia puso al pueblo en un antes y un después: «Nos acordamos del comercio porque esta crisis podría ser la última. Los comerciantes estuvieron siempre de nuestro lado en las huelgas mineras y nos parecía justo devolverles todo lo que nos habían dado».

Es por eso que aprobaron una partida presupuestaria de 120.000 euros, de los cuales 9.000 se destinaron íntegramente a la puesta en marcha de la ansiada digitalización del pueblo. Lo que SocialWow ha cristalizado en la plataforma FaberoAvanza.

«Las zonas rurales no tienen el volumen ni la densidad para crear soluciones digitales individuales que sean operativas, sino que es necesario unificar todos los esfuerzos», detalla Teijón. «FaberoAvanza es un portal para dar de alta a todos los comercios del pueblo y es una manera de que todos tengan visibilidad en internet, donde cualquiera puede acceder a los productos que se cuelgan y comprar directamente a través de WhatsApp y teléfono, sin acuerdos con bancos ni sistemas de envíos», ilustra el experto.

La plataforma, que ya está en marcha, acoge todo tipo de productos y servicios de las 120 pequeñas y medianas empresas del municipio. Además, crea empleo local ya que la agencia se ha encargado de buscar a una experta en marketing de la zona, en unos locales cedidos por el Ayuntamiento.

«Los comercios de Fabero lo han acogido muy bien. Además, yo creo que tenemos que apostar por la gente joven que es la que se tiene que quedar. Si los resultados son buenos, entonces veremos cómo lo pagamos entre todos. Pero tenemos que intentar algo novedoso», explica Martínez.

Una comarca en internet

A 400 kilómetros al este, en el norte de Burgos, la comarca de Las Merindades es un pequeño paraíso natural que vive del turismo rural y de las segundas residencias de sus vecinos del País Vasco y de la Comunidad de Madrid. Los 20.000 habitantes con los que cuenta la comarca se triplican en verano, cuando los comerciantes compensan la dureza del invierno.

La pandemia, sin embargo, este año ha retrasado la llegada del verano y los ansiados veraneantes y turistas, al tiempo que ha eliminado una de las temporadas más jugosas del año: la Semana Santa.

«Queremos que los chavales entiendan cómo funciona el comercio local»

Por eso, Iñaki Rouco, un empresario local decidió relanzar un proyecto que en 2016 había sido demasiado ambicioso y, quizá, adelantado a su tiempo: Centro Comercial Las Merindades, una tienda online para concentrar a todas las pequeñas empresas de la comarca -con un par de núcleos poblaciones grandes, pero sobre todo pequeños municipios- para ir todos a una.

«La idea se nos ocurrió ese año. Tengo una tienda de informática, Einfomer, y suelo tener a muchos chavales de Formación Profesional que hacen prácticas conmigo. Entonces pensamos en hacer un Amazon de la zona para que los visitantes puedan adquirir los productos de nuestra comarca», explica Rouco. En aquel año, sin embargo, no cuajó: «No hay nada como las crisis para que nos estimulemos y espabilemos. Con la pandemia decidimos sacarla del cajón y la gente se implicó mucho más».

La idea es similar a la de Fabero y también al gigante del comercio electrónico: un portal en el que los comercios suben los productos, con una cesta virtual y el compromiso de que la compra llegue a sus clientes en 72 horas: «Los pedidos los recibe mi empresa y automáticamente los reenviamos. En un plazo máximo de 48 horas el producto tiene que estar en la unidad logística y en 72 horas en casa del comprador», detalla Rouco.

En la plataforma se oferta de todo: desde zapatos hasta productos informáticos, pasando por restaurantes y otros servicios. El portal también trabaja con un tablón de anuncios que une a demandantes de servicios concretos con otros que los ofrecen, como reparaciones o rehabilitaciones de viviendas.

«Ahora mismo hay cuarenta comercios asociados a la plataforma, más diez que están adheridos pero que todavía no han participado. Probablemente, si lo hubiéramos hecho en febrero la habríamos tenido en perfecto funcionamiento para los meses más duros», se lamenta el informático, que también ve lo positivo: «La gente está más contenta. En 2016 no les había afectado tanto Amazon, pero ahora se ha podido vender en momentos en los que estábamos confinados».

El Centro de Desarrollo Rural de la comarca (CEDER Merindades) se ha interesado por la iniciativa y por la idea de complementar la actividad privada con financiación pública.

«Desde la junta directiva se ha planteado trabajar en esa línea de desarrollar el comercio digital y buscar fórmulas de colaboración», afirma el gerente de la institución, José Luis Ranero. «Ya habíamos valorado con las asociaciones de la comarca el lanzar un proyecto similar, algo relacionado con bonos de consumo, pero no vimos la necesidad ni la implicación para que el proyecto llegara a buen puerto. Sin embargo, con el coronavirus hemos mantenido un par de reuniones telemáticas y ahora sí que hay un caldo de cultivo para unirse al proyecto y desarrollar fórmulas colaborativas público-privadas», asegura.

El proyecto de Rouco apuesta por ir más allá del comercio y también centrarse en la gente joven, a través de un proyecto con los institutos de la zona: «Queremos que los chavales entiendan cómo funciona el comercio local y por qué es tan importante. Lo que compran en Amazon no repercute en el pueblo».

Álvaro Celorio

FOTO: Bicicleta de reparto. EFE

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