Lo que pasa es que la gente no tiene ira, tiene miedo, un miedo justificado en la incapacidad de sus líderes para ponerse de acuerdo en qué medidas hay que adoptar cuando la situación es límite.

Cuando acabó la guerra y Dámaso Alonso se sentó frente a su olivetti gastada escribió un poema que debió quedar para la Historia de la Literatura del siglo XX; superado el amor barroco, los autores de la Generación del 27, unos, en el exilio y, otros, como Federico, fusilados, empiezan a escribir en serio y es cuando él dice aquello de “Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)”. Es ahí, con “Insomnio”, cuando se descubre lo mejor de Dámaso Alonso y la verdad de un Madrid capaz de tener las mejores oportunidades y las mayores desgracias, que vuelve a ser hoy el kilómetro cero de la segunda ola de la pandemia. Ha habido en Madrid más de 108.000 casos de contagiados por coronavirus y casi 9.000 muertos, lo que le devuelve ese lugar de protagonismo agónico, lacerante a los ‘Hijos de la ira’ damasiana. Lo que pasa es que la gente no tiene ira, tiene miedo, un miedo justificado en la incapacidad de sus líderes para ponerse de acuerdo en qué medidas hay que adoptar cuando la situación es límite.

Por eso hoy recuerdo a Díaz Ayuso, vestida como una ‘Dolorosa’ en las portadas de prensa, reclamando la autoridad que no le daba el gobierno central; una autoridad que posee desde hace meses y que no ha ejercido eficazmente, que se ha deshecho como las cenizas de los difuntos, de las víctimas de esta maldita enfermedad que no es culpa de ningún político español pero sí su responsabilidad. La de todos. Por eso es un error que Illa afirme que propusieron el confinamiento mientras el viceconsejero de la comunidad daba otra rueda de prensa concretando las restricciones por áreas que, al final, es como no hacer nada. Si la gente de esas zonas (curiosamente las más humildes) tiene que seguir yendo a trabajar en metros atestados, no tardará en multiplicarse exponencialmente el caos que ya se aventura por muchos expertos. En junio, el gobierno de Díaz Ayuso quiso pensar primero en la economía abriendo Madrid de golpe y ahora ese descontrol, no dedicar inversión a test y rastreadores, va a pasar una factura que difícilmente podremos pagar. Es tarde, muy tarde, y hasta ese neoliberalismo desaforado que priorizó difícilmente podrá sobrevivir a la crisis económica que ya es una riada imparable, mientras ella ha estado tres meses, tocando la lira, como Nerón, y la oposición de Gabilondo se ha dedicado más a planear una moción de censura como quien deshoja una margarita que a aportar medidas, porque han temido (igual que ella) que ir más despacio les robara votos futuros. La han dejado actuar, sabiendo que lo haría mal, porque, aparte de salir en la foto, la lideresa tiene poco discurso y mínimas ideas para afrontar lo que se le venía encima, como afirma el ‘Financial Times’. La responsabilidad es compartida, pero Ayuso, como Presidenta, tiene más que nadie. Por eso habría que preguntarle, con Dámaso de fondo: Isabel, dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

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