23 noviembre 2024

¿Un tour por el barrio Gótico de Barcelona sin pagar un solo euro? El truco del boom del turismo gratuito explicado desde dentro

Vivir cerca de la Sagrada Familia implica (o implicaba antes del coronavirus) ser consciente de que una serpiente humana con olor a protector solar y sofrito te engullirá tarde o temprano. Pese a cargar con un paraguas abierto en una mano, un altavoz en la otra y dar más órdenes que un capitán de barco, los guías turísticos han sido los últimos héroes de una misión imposible: poner orden al desorden.

Al Ayuntamiento de Barcelona le ha tocado tomar cartas en el asunto, implantando el código ético de buenas prácticas; audioguías, limitación de grupos e itinerarios para minimizar las molestias a la vida cotidiana de los locales. Medidas que quedan en papel mojado sin el buen hacer de estos guías “como suscriptores y difusores de la calidad de Barcelona”. Pero, ¿qué sucede si dicho guía turístico actúa al margen de la ley?

En Florencia tienen muy clara la respuesta y están decididos a perseguir con sanciones económicas los denominados “free tours”. Una decisión que puede sentar precedentes e implicar a otros destinos turísticos de gran calado, como es el caso de España. La Asociación de guías de turismo habilitados por la Generalitat de Cataluña (AGUICAT), lleva 4 años persiguiendo paraguas de todos los colores. Primero fueron rojos, pero después llegaron blancos, amarillos, verdes, azules y morados. Cientos de tours de toda índole supuestamente gratuitos y que dañan al sector a todos los niveles.

“Queremos que las administraciones públicas pongan freno a esta competencia desleal ejercida en las calles de nuestras ciudades más turísticas. La respuesta que nos da el Ayuntamiento es que el tema es competencia de la Generalitat y la Generalitat nos dice que ellos no pueden hacer nada en virtud de la Directiva Bolkestein que favorece la libertad de establecimiento y la libre circulación de servicios entre los estados miembros”, dice Txell Carrerres, presidenta de la asociación. “Esta partida de ping pong entre las dos administraciones nos deja solos en la calle luchando en condiciones desiguales ante las grandes empresas de Free Tours”. Ante un panorama tan adverso, una esperanza o un modelo a seguir: “Sabemos que hay ciudades españolas que han sacado los free tours de la calle, como Granada, o sea que tan difícil no puede ser”.

Difícil o no, es algo con lo que Nestor Centelles de Okai Barcelona convive a diario. “Es fácil detectar grupos de free tours en espacios abiertos de la ciudad. Es más, te diría que está lleno”. Están tan presentes en su día a día que ha estudiado su modus operandi. “Una manera rápida de detectarlos es fijarse si el guía lleva o no la acreditación oficial a la vista. No visten con distintivos que los identifiquen. Además tienen una forma muy concreta de actuar. No los verás nunca en puntos calientes, como por ejemplo dentro de museos o en Parque Güell, porque saben que serán perseguidos y denunciados por los guías oficiales. Se colocan en sitios estratégicos, como Plaza Cataluña o enfrente de la catedral, para dar la sensación de una charla informal de un grupo de amigos. De ahí se mueven por todas las callejuelas del barrio Gótico sin muchos problemas”.

Se presupone que un tour con un guía oficial ofrece una profesionalidad contrastada. Una exigencia que no se le puede pedir a un free tour, pero que curiosamente muchos no exigen como factor determinante. “Suelen ser guías muy jóvenes, normalmente estudiantes universitarios que pasan unos años en Barcelona. Lo más curioso es que explican una ciudad que no es la suya, que no es la que han vivido desde pequeños. Así que la experiencia dependerá mucho del factor suerte y del tipo de guía que te encuentres. Conozco a varios alemanes e italianos que lo hacen actualmente en Barcelona. Me cuentan que muchos turistas les dicen que prefieren su servicio porque ofrecen un punto de vista más fresco fuera de la versión oficial. Prefieren perderse puntos de interés turístico si la alternativa es un recorrido mucho más ameno, divertido y, por supuesto, más barato”.

El precio es aquí un factor clave. Muchos de los free tours se ofrecen por Internet a coste 0. Nada más lejos de la realidad. Al leer la letra pequeña es evidente que la contraprestación económica tenía que aparecer tarde o temprano. Freetour.com, una de las webs más solicitadas, ofrece dos opciones:

“Establece tu tour como gratuito y cada persona de tu grupo será libre de decidir cuánto dejará de propina (sin obligaciones), dependiendo de su valoración del tour. El promedio de propina por visitante suele ser de entre 5 y 8 euros”. La otra opción es aún más específica y deja entrever las ganancias para la empresa que hace de puente. “Establece tu tour con un precio fijo, o añade una escala de precios, y los clientes pagarán en nuestra plataforma un depósito del 20% en el momento de hacer la reserva, mientras que el saldo restante (tus ganancias) será abonado por el cliente en el momento de su llegada, antes del inicio del tour”. Ambas opciones ofrecen un horizonte prometedor para los guías porque, según su punto de vista, “el modelo de tour gratuito se está convirtiendo rápidamente en la forma preferida por los turistas para descubrir ciudades en todo el mundo”.

Desde Okai Barcelona añaden otra gran ventaja contra la que es difícil luchar sin salir perdiendo. “Son empresas que no pagan impuestos. Así es muy fácil ser competitivos”, dice Nestor Centelles. “Reconozco que en el pasado no me molestaba tanto su presencia. Quizás porque Barcelona siempre ha sido un destino turístico de éxito con trabajo para todo el mundo. Piensa que un turista de crucero por el Mediterráneo, que tiene medio día para hacer 4 fotos por la ciudad, no busca lo mismo que una pareja que ha planificado el viaje a Barcelona con mucha antelación. No todos están dispuestos a pagar un mínimo de 150 euros para seguir a un guía oficial durante 4 horas. Eso no significa que no vea el problema y me solidarice con el sector en ciudades donde el trabajo es más escaso. Con la pandemia, la presencia del turismo ha bajado tanto que es normal estar mucho más atentos. No puede ser que cualquier persona sin formación piense que el oficio de guía turístico sea la mejor opción para ganar dinero fácil. A un buen guía turístico se le debe exigir nociones de historia y cultura de la ciudad, buena dicción oral, dominio de idiomas y algo muy importante que se olvida a menudo, el buen trato con el cliente”.

Una formación y unas buenas maneras que se aprenden con la obtención del título oficial como guía turístico. “El inconveniente es que hace 8 años que no aparecen nuevas convocatorias. Muchos jóvenes no pueden esperar tanto y caen en la decisión fácil de empezar a operar con los free tours sin tantos impedimentos”, puntualiza Centelles. Una situación muy particular que vivió en primera persona María Gomez, cuando decidió irse a vivir a Berlín hace 11 años. Sin hablar ni pizca de alemán y sin experiencia laboral previa, rápidamente se dio cuenta que encontrar trabajo sería algo muy tedioso. “Recuerdo que fue en un concierto donde otro expatriado español me habló de una empresa que buscaba guías y me puso en contacto con uno de los guías de habla hispana que trabajaba para Sandemans”.

Esta empresa fundada por Chris Sandeman se considera la pionera de los free tours, ya que empezó a operar el año 2003. Este estudiante de Yale ideó un sistema para que los turistas decidieran el precio del recorrido, y no al revés. En la actualidad, Sandemans opera en 20 ciudades de Europa, Oriente Medio y Estados Unidos, y cuenta con más de 450 guías turísticos. “En aquel momento funcionaban por el boca-oreja”, recuerda María Gomez. “Me pasaron textos sobre la historia de Berlín para pasar una prueba nocturna delante de la puerta de Brandenburgo. Básicamente tuve que presentarme y soltar el texto para que analizaran si tenía potencial para ser guía”.

La aceptaron y rápidamente le explicaron las maravillas de “la filosofía Sandemans” en las oficinas centrales. “Chris presentaba su empresa como una revolución, el sistema por el que todo el mundo podía viajar y disfrutar de un tour ‘gratis’ en cualquier gran capital europea. La realidad después es que de gratis nada, desde el minuto uno de discurso presentación del tour ya tenías que dejar claro que esto funcionaba a base de aportaciones, a parte de tener que promocionar el resto de tour que ofrecían con precio fijo. La finalidad obviamente era conseguir que los clientes del Free Tour repitieran. Lo llamaban ‘Repeating’, y si tú no conseguías un ‘Repeating’ de X porcentaje durante dos semanas consecutivas te echaban sin pestañear”.

Un señuelo con propina para convertir a los jóvenes en comerciales de venta más que en una escuela de futuros buenos guías turísticos. “Aparte del daño que ejerce sobre el sector, te garantizo que no hay ningún tipo de control sobre el contenido de los tours. De forma que muchas veces podíamos caer en incoherencias o argumentos que no podíamos desarrollar por pura falta de preparación. El material del tour pasaba de mano en mano, tomabas ideas de otros guías o te preparabas por tu cuenta de la mejor forma posible”. Respecto al sueldo en negro que se sacaba era terriblemente irregular. “Todo dependía del tipo de público que te tocara: si eran mochileros no podías esperar gran cosa, si te tocaban familias o matrimonios mayores, sabías que ese día te podías ir con 100 euros limpios en el bolsillo por apenas 3 horas y media de trabajo. El sistema funcionaba de forma que por cada persona que se añadiera en el tour, 3 euros iban para la empresa, y el resto que ganaras te lo quedabas tú. Ahora el porcentaje que se queda la empresa habrá subido mucho. Había días francamente malos en que si coincidía con que habías tenido un ‘mal grupo’ de jóvenes mochileros por ejemplo acostumbrados a viajar con lo mínimo, incluso el tour te salía a deber a la empresa, y te sentías muy miserable”.

Una precariedad laboral que recuerda, y mucho, a la que sufren los repartidores a domicilio de las nuevas empresas de Internet en 2020. Sin contratos ni seguros, presiones para cumplir con baremos asfixiantes, horarios 24/7 y una carga emocional que erosiona día a día. “Nunca lo había visto así. Es cierto, sin pretenderlo fuimos los pioneros de la precariedad cultural”, concluye María Gomez, que fue despedida por no cumplir con unos porcentajes abusivos. Unas condiciones laborales que, de vuelta a España, no ha vuelto a aceptar jamás.

Algo que subraya Miguel Ángel Cajigal, más conocido en las redes sociales con el alias de El Barroquista y miembro de ICOMOS, una organización internacional no gubernamental dedicada a la conservación de los monumentos del mundo. “Basta con imaginarnos, en cualquier otra profesión o actividad, que la clientela pagase ‘la voluntad’ y no un precio de mercado: imaginemos ir al mercado y pagar los tomates al precio que nos apetezca, o hacer lo mismo en la peluquería o ante una asistencia de personal técnico. Es indigno plantear un modelo en el que las personas que trabajan no saben cuánto van a cobrar y ligarlo, falsamente, a lo que el público quiera aportar según la atención recibida”.

Y es que en la trastienda de su argumentación reside un problema más general. “En España no hay cultura de pagar por determinados servicios. En el caso del turismo, se aplica demasiado esa mentalidad de ‘si puedo tenerlo sin pagar, o pagando lo que yo quiera, para qué voy a pagar una tarifa fija’. Es algo terrible, pero al mismo tiempo bastante perverso, porque aunque haya gente que lo aplica con naturalidad a un ‘free tour’, no conozco a nadie que sea capaz de defender hacer lo mismo en un bar: pagar lo que te apetezca, independientemente de lo que consumas. Si vemos que en un bar está mal, es porque está mal, independientemente de a qué sector se aplique”.

Algunos defienden la tesis de que la profunda crisis del sector, debida a la pandemia global, puede servir para poner puertas al campo. El Barroquista aboga más por el sentido común. “Basta con que las empresas sean responsables. Los ‘free tours’ son un síntoma de la precarización de un sector que, en teoría, debería luchar por mejorar su calidad y no por sepultarla. No se mejora la calidad tirando los precios y las condiciones de los profesionales. Al mismo tiempo, creo que con mejor información real de lo que se paga cuando se contrata un servicio de estas características, así como de lo asequible que suele ser en realidad un servicio de calidad, todos saldrían ganando. Hay que decirlo claramente: contratar ‘free tours’ es dejarse engañar como turista”.

Marc Casanovas

FOTO:Free tours, la trampa de los paraguas de colores en la ciudad © Alamy