«EL INSTANTE PRECISO» por Remedios Sánchez
En España estamos aprendiendo, a fuerza de caernos y volvernos a levantar, que en demasiadas ocasiones no triunfa de primeras la verdad de los hechos, sino la interpretación que refieren los ganadores.
Es decir, el marketing de la Historia y sus historias ha ido modulando la realidad desde Don Pelayo hasta el emérito Juan Carlos, pasando por Fernández y González, aquel industrioso ‘rey del folletín’ decimonónico que arrasaba en ventas y del que ya nadie recuerda ni el santo de su nombre. Pero con la inmediatez de noticias posmoderna es mucho más difícil mantener un artificio.
En esa estirpe de personajes inflados que luego caen por su propio peso se encuentra Pedro Sánchez, que en apenas diez años ha pasado de mito a decepción; el tiempo justo para dinamitar las estructuras del PSOE, transformar sus estructuras orgánicas federales en una monolítica máquina de culto personal y exterminar sin miramientos cualquier disidencia. Conste que el punto de partida no radica en la incuestionable capacidad de liderazgo de Pedro, sino, sencillamente, en el hecho verificado de que nunca fue socialista, como ha venido demostrando desde que tomó el control del aparato en 2014. De entonces a hoy, cuando le ha estallado en las manos su criatura, ha transcurrido toda una vida: el intento de investidura fallida de marzo de 2016, la dimisión forzada de octubre (cuando empezaba a apuntar maneras) y el periplo de 2017 forjando un discurso victimizante preludio de un nuevo estilo que no es ni de izquierdas ni de derechas. Es únicamente populista.
Así ganó momentáneamente el relato del hombre-héroe frente al supuesto establishment: con aquel Peugeot gastado, rodeado de tipos de principios morales más que cuestionables -que en otro contexto no habrían tenido la más mínima posibilidad- (léase Ábalos, Cerdán, Koldo o Salazar, el gran protegido del antisusanista sevillí Quico Toscano), lograron sorpresivamente vencer y aniquilar comunidad por comunidad a los detractores que comprendieron lo que se les venía encima.
Alguna aldea gala resiste, pero pocas, porque ya se sabe la fuerza que tiene la voluntad de venganza. Lo cual que, golpe a golpe, se ha forjado este ‘sanchismo’ del que la corrupción y el acoso sexual emergen ahora en cascada, al tiempo que un discurso de confrontación permanente ha logrado -parafraseando a Alfonso Guerra- que al partido original no lo reconozca ni la madre que lo parió.
Ahí está el mérito último del equipo más cercano a Sánchez: en haber propiciado una degeneración estructural gravísima que preocupa seriamente a toda la ciudadanía, empezando por los socialistas coherentes y honestos; a personas con ideales limpios que ni han medrado al calor del poder ni están iluminados por los focos cegadores de Ferraz. Son los que no han perdido el norte ni se han radicalizado; en la medida en que se les ha permitido, resisten haciendo su trabajo discreta y eficazmente en el congreso, en el senado, en sus ayuntamientos o en sus sedes.
Los que andan estos días entre abochornados y asqueados, tienen la misión de gestionar el post-sanchismo, de devolver al PSOE al ámbito natural de centro-izquierda comprometido con la justicia social y con un feminismo verdadero, sin estridencias. Decía Marx que la vergüenza es un sentimiento revolucionario. Venga, pues, la revolución serena para desinfectar un espacio ideológico que ha sido un pilar basal para la construcción democrática española. Ha llegado el instante preciso.
FOTO: EL DEBATE