El cierre municipal evidencia las carencias de vivir en pueblos: «»Mientras en las ciudades hacen vida normal, aquí vivimos un pseudoconfinamiento»
Cuatro habitantes de cuatro pueblos de Cantabria se quejan de la falta de servicios que ha supuesto esta restricción que no permite desplazarse a otros lugares: «Estoy mirando los regalos de Reyes en jugueterías online porque no me queda otra»
El confinamiento municipal ha traído consigo una cuestión que últimamente estaba pasando desapercibida, pero que nunca ha dejado de estar ahí: la desigualdad entre vivir en unos lugares y otros. Y es que no poder salir de tu pueblo o ciudad ha podido hacer que te des cuenta de una cosa: que podrías vivir prácticamente igual sin salir de tu municipio o que tienes que salir de él para todo.
En el caso de Cantabria, una comunidad autónoma con poco más de 5.000 km² y nada menos que 102 municipios, esta desigualdad se ha hecho aún más patente, ya que solo 21 lugares superan la barrera de los 5.000 habitantes y de ellos, solo cinco (Santander, Torrelavega, Castro Urdiales, Piélagos y Camargo) podrían considerarse ‘grandes’ al tener más de 25.000 residentes. Teniendo en cuenta que la oferta cultural, comercial y hostelera, así como los principales servicios, se concentra en estos lugares, se podría decir que al menos 97 municipios dependen de alguna manera de los cinco restantes. Algo que a priori no parece excesivamente igualitario.
En este sentido, esta medida restrictiva que se tomó el pasado 4 de noviembre para frenar el avance de la COVID-19 ha vuelto a poner en jaque a aquella población que necesitaba salir de su municipio para realizar gran parte de su actividad y, por esta razón, elDiario.es ha hablado con alcaldes y habitantes de cuatro de estos lugares que están sufriendo esta anormalidad encubierta en su día a día.
Carla Álvarez tiene 24 años, es estudiante y vive en Santillana del Mar. Ella, acostumbrada a pasar su día a día entre Torrelavega, la ciudad más cercana, y Santander, el lugar en el que estudia, ha tenido que adaptarse a un cambio que poco tiene que ver con lo que están viviendo sus compañeros y amigos de estos municipios. «Me cuentan que están haciendo vida normal mientras nosotros, los de los lugares más pequeños, estamos viviendo un pseudoconfinamiento porque prácticamente lo único que podemos hacer es salir a pasear o quedar con tus vecinos», relata.
En el caso de Santillana del Mar, solo dispone de un bar abierto con restricciones en los horarios (solo abre por la mañana entre semana) y de un restaurante que sirve para llevar los fines de semana. Además, no dispone de comercios ya que los que hay están dirigidos al turismo y precisamente sobre esto, Carla cuenta cómo hace unos días trató de reservar un producto en un centro comercial de la capital de cara a la Navidad: «Llamé por teléfono y me indicaron que la única forma de reservarlo era acudiendo presencialmente y dejando una señal, les expliqué que no podía salir de mi municipio y me dijeron que ese no era su problema, así que no pude ir», explica.
Agustín Molleda es el alcalde de Cartes, un municipio que, al igual que Santillana del Mar, colinda con Torrelavega y que por lo tanto, solo con las actividades esenciales como el trabajo continúa movilizando diariamente a miles de personas de un sitio a otro. «Me preocupa que en los municipios más grandes se esté haciendo vida normal y sí que creo que esta medida nos está afectando más a nosotros que a ellos», reconoce. De igual manera, cree que muchos de los que están haciendo esa «vida normal» en las ciudades después realizan su vida laboral en los pequeños municipios: «Te vas de copas sin mascarilla el sábado y el lunes te vienes a trabajar a Cartes, y ahí está el problema», revela.
Asimismo, reconoce que el flujo entre municipios sigue existiendo y que algunas personas se están saltando la norma: «No podemos tener todo el rato un policía detrás. Debemos ser responsables y entender la situación porque los hechos individuales tienen consecuencias sobre el colectivo», advierte. Además, Molleda se muestra muy crítico con las administraciones por no haber dado «respuesta» a aquellos sectores que están sufriendo de primera mano las consecuencias de las restricciones sanitarias. «Las últimas medidas que se han tomado no se han explicado lo suficiente, no han dicho en función de qué han decidido tomarlas… Creo que tenemos que exigir una hoja de ruta con soluciones a aquellos que tienen responsabilidad, pero ya van muy tarde», cuenta.
Y pasando a la zona más occidental, Sandra Allende es maestra, tiene 34 años y vive en Ruiloba. Debido a las fechas, ya ha comenzado a pensar en los regalos de Reyes aunque este año parece que no podrá ir al comercio presencialmente por no considerarse este tipo de compras como esenciales. «Ya estoy mirando juguetes para mi hija en jugueterías con tienda online, creo que no es positivo potenciar ese tipo de comercio, pero en casos como el mío no queda otra», admite.
Por otro lado, y después de reconocer abiertamente que le parece una medida «injusta», Sandra afirma que una de las principales carencias que está notando es la que tiene que ver con la cultura. Acostumbrada a acudir a Santander a obras de teatro, exposiciones o conciertos con su hija, actualmente su vida cultural «ha quedado reducida a cero»: «Me parece muy cuestionable que solo puedan ir a este tipo de eventos las personas que viven en Santander… Creo que para los que vivimos fuera de ahí, que somos la mayoría, debería ser un salvoconducto más que justificado. Conozco gente que tenía entradas compradas y que no ha podido ir por el cierre municipal, ¿así se potencia la cultura con la crisis que está viviendo el sector?», se pregunta.
Por último, y representando a la parte más interior de Cantabria, Pedro Manuel Martínez, alcalde de Campoo de Enmedio, manifiesta cómo ha cambiado la vida de sus habitantes desde que no pueden desplazarse con la asiduidad con la que lo hacían a Reinosa, el municipio colindante más grande. «La gente no hace más que pasear porque, hasta ahora, para cualquier cosa íbamos a Reinosa, ya sea para comprar o para echar una simple primitiva… Intentamos mantener un ritmo de vida similar, pero sí que se echa de menos salir un día a cenar», declara.
No obstante, el alcalde de este municipio, declara que esta situación de desigualdad entre unos lugares y otros se agrava, sobre todo, en el caso de los jóvenes, ya que para la población más mayor ve «mejor» vivir en un lugar tan tranquilo y con tanta superficie: «Puedes irte hasta al monte si quieres». Pese a eso, y al igual que está ocurriendo en todas partes, revela que una de sus grandes preocupaciones es la hostelería: «Hay muchos restaurantes y bares cerrados y creo que en general han sido los grandes paganos de esta pandemia… Es una pena», concluye.
Blanca Sáinz
FOTO: Un niño leyendo en la ventana de su casa.
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