Pippi Calzaslargas, la niña transgresora que incomodó al franquismo y que se convirtió en icono feminista, cumple 75 años
Pippi era una lógica (ilógica para el heteropatriarcado) que confrontaba con la educación sexista y con los relatos de las niñas que esperan a ser rescatada
La niña más fuerte del mundo cogía a peso su caballo de lunares y lo guarecía en el porche, colgaba a los ladrones encima del armario cuando venían a robar o peleaba con el forzudo del circo dejándole noqueado. Pippi nació cuando, una noche de 1941, la pequeña Karin metida en cama por una pulmonía le imploró a su madre Astrid Lindgren (1907-2002): «Cuéntame algo de una niña que se llame Pippilotta Viktualia Rullgardina Krusmynta Efraimsdotter Längstrumpf». Fue Karin quién le lanzó el nombre y la escritora lo agarró al vuelo, convirtiéndolo en la niña del pelo color zanahoria en dos trenzas laterales tiesas, buscadora de sol para que le salieran cuantas más pecas mejor, vestido parcheado porque no tenía más tela para acabarlo, zapatos el doble que sus pies y un mono Señor Nilsson en su hombro.
Noche a noche, la escritora y su hija jugaban a imaginar un mundo en el que «vivía completamente sola y nadie le obligaba a tomar aceite de hígado de bacalao cuando lo que ella prefería era comer caramelos». Ahora celebramos sus 75 años, porque no fue hasta 1945 que Astrid tuvo que hacer reposo absoluto porque se hizo un esguince de tobillo, cuando escribió todas las pequeñas historias de la habitante singular de Villa Villekulla, y se lo obsequió a su hija por su décimo cumpleaños.
Lindgren presentó el manuscrito a concursos y editoriales con consistentes negativas, hasta que Rabén & Sjögren en 1946 apostó por la singular y transgresora Pippi y fue un éxito. La autora estuvo además más de veinte años trabajando como editora en Rabén & Sjögren. A la libertad, el empoderamiento y las ganas de constante aventura y juego de Pippi se le sumaban los dos vecinos, los hermanos Tommy y Annika, que representaban la educación estándar, la familia tradicional y los valores conservadores. Es por eso que cuando Pippi llega a Villa Villekulla procedente de los Mares del Sur y les cuenta que solo vive con Pequeño Tio y Señor Nilsson, Anika le pregunta: «Pero entonces ¿quién te dice que tienes que irte a dormir y esas cosas?», a lo que Pippilotta contesta: «Yo misma. Primero me lo digo con amabilidad y, si no me hago caso, me lo digo otra vez, pero enfadada, y si a pesar de todo sigo sin obedecerme, me doy un tirón de orejas». Y añade Astrid Lindgren: «Tommy y Annika no lo entendían del todo, pero pensaron que quizá era una buena fórmula».
A la España del año 45, la niña que, por ejemplo, «calentó agua en una gran cacerola y la derramó sin vacilar por el suelo de la cocina. A continuación, se quitó sus grandes zapatos y los dejó cuidadosamente sobre la bandeja del pan. Después se ató un cepillo de fregar a cada pie y comenzó a patinar de aquí para allá, levantando olas a su paso» le parecía demasiado osada e incorregible, así que por no pasar la censura franquista Pippilotta tardó en llegar. Los primeros libros, bajo el nombre Pippa Mediaslargas, los editó Juventud en 1962. Parece ser que «Pippi» les sonaba a «pipí». El éxito absoluto y la internacionalización de la niña de nueve años con un maletín de las monedas de oro llegó con la serie sueca, que la actriz Inger Nilsson interpretó, y que la propia Astrid Lindgren fue quien adaptó al formato audiovisual. La serie es de 1969 y TVE la emitió por primera vez en 1974, aunque hubo reposiciones bastantes años posteriores.
Icono feminista
Pippi es un icono feminista, es un referente para varias generaciones. Nuestras madres y padres nos decían ‘calla, junta las piernas, en la mesa no se canta’, mientras veíamos a una niña autosuficiente que no le interesaban las «plumiticaciones» (multiplicaciones) del colegio y que, con su dinero, era capaz de comprarle juguetes a todos los niños del pueblo y ella solo llevarse el brazo del maniquí. Pippi era una lógica (ilógica para el heteropatriarcado social) que confrontaba con la educación sexista y con los relatos de las niñas que esperan al príncipe, las niñas esperan a ser rescatadas, las niñas siempre tienen miedo.
La historiadora y crítica de cine María Castejón ha publicado recientemente Rebeldes y peligrosas del cine (2020, Lengua de Trapo) y nos cuenta: «Pippi es muy especial porque era un personaje muy salvaje. Vivía sola sin ningún tipo de autoridad y eso ya tenía bastante atractivo, y también tiene una lectura de género: el de una niña divertida, indolente y revolucionaria. España era gris y Pippi era muy insumisa e irreverente».
Pippi va más allá del universo infantil, en el despertar feminista de muchas mujeres y en la búsqueda de nuestros referentes de mujeres o niñas fuertes nos encontramos la escasez. No hay muchas Pippis a las que agarrarse. Es por eso que, cuando en 2015 la editorial Blackie Books volvió a editar el libro de Astrid Lindgren, lo vendieron todo. Este 2020 la editorial Kókinos lo ha reeditado en tres libros con las ilustraciones de 1946 de Ingrid Vang Nyman, además de un cómic.
La editora de Kókinos, Cristina Peregrina, es una auténtica enamorada de la literatura de Astrid Lindgren más allá de Pippi: «Astrid es una eminencia a nivel mundial. Es una de las escritoras más leídas y más traducidas. En 1978 los libreros alemanes le dieron el Premio de la Paz y ella realizó un discurso al que llamó Never Violence -violencia, nunca. Antes era común el castigo físico a los niños y la violencia contra ellos. Never Violence versaba sobre esto que ella denunció. A raíz del discurso, Suecia, en 1979, creó la primera ley contra el maltrato y el castigo físico infantil».
Cristina Peregrina ha viajado a Suecia en un par de ocasiones para rastrear y conocer la historia de la autora, de la que cuenta que tuvo una infancia muy feliz, dedicada al juego libre y a relacionarse con el campo y el medio ambiente. Astrid nació en Vimmerby, donde han creado un parque de atracciones dedicado al universo literario de la autora llamado Astrid Lindgren’s World. La adolescencia de Lindgren sí fue más complicada. Empezó a trabajar con 16 años en un periódico y dos años después se quedó embarazada del director del periódico, que por entonces estaba casado (existían leyes contra el adulterio). La película ‘Conociendo a Astrid’ (2018) retrata esta dura etapa en la que tuvo que esconderse durante su embarazo y dejar a su hijo al cuidado de otra mujer porque ella no podía mantenerlo y su propia familia no lo aceptaba.
Cristina Peregrina considera que «sus libros son el reflejo de querer volver a los años de libertad y de juegos de niños, cuando ella fue verdaderamente feliz». La obra de la escritora sueca es infinita y reputadísima. En 2012 la editorial Kókinos publicará ‘Los hermanos corazón de león’ (1973) e irá publicando, poco a poco, la obra completa. La editora nos despide con una de las frases célebres de Astrid Lindgren: «Quiero escribir para lectores que puedan hacer milagros. Los niños hacen milagros cuando leen. Por eso necesitan libros».