SIRIA: La mayor crisis de desplazados de la historia reciente: el campo de Zaatari
Human Right Watch estima que más de 11 millones de sirios necesitan ayuda humanitaria urgente. Esta situación ha empujado a millones más a intentar sobrevivir lejos de su hogar.
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Los peligros de la ruta, la posibilidad de morir en esa huida, no son un impedimento para quienes no ven una alternativa. Saben que si se quedan van a morir seguro, o sus hijos. Moussa fue uno de esos desplazados. Nunca habría deseado salir de su país, insiste, pero llegó un momento en el que se vio obligado.
“Al principio fui del sur al norte porque Rusia, Irán, el Gobierno de Siria y muchas milicias tomaron el control de mi ciudad” en 2018, relata. No podía quedarse por miedo a ir a la cárcel o acabar muerto. Tras un año allí, el periodista sirio cruzó a Turquía, desde donde viajó a España.
La mayor crisis de desplazados de la historia reciente
Hay más de cinco millones de refugiados sirios en los países del entorno y más de seis millones de desplazados internos. Uno de cada tres desplazados forzosos en el planeta es sirio.
Muchos de quienes huyeron se han quedado por el camino, en campamentos como el de Zaatari, en Jordania, convertido en el mayor campo de refugiados sirios. Han vuelto a visitarlo los periodistas de la Cadena SER Nicolás Castellano y Álvaro Zamarreño. Allí siguen viviendo 78.000 personas, más de la mitad niños.
Jordania acoge a 660.000 refugiados de la guerra en Siria, de los que el 85% ya están instalados en ciudades. Dos tercios de ellos tienen menos de 18 años, lo que da una idea de la cantidad de niños que han nacido en el éxodo. “En Zaatari nacen cada mes entre 250 y 300 niños”, cuenta Castellano. En Azraq, otro de los campos que han visitado, han nacido casi 6.600 niños desde su creación.
En Zaatari “hemos podido ver la vida de una población normal”, cuenta Zamarreño, lo que supone una paradoja teniendo en cuenta que los campos de refugiados son estructuras pensadas para una solución temporal a una crisis puntual. “Cuando llegas a un sitio como Zaatari o Azraq y te encuentras cada vez más la sensación de vida de la población, ves que tienen mejores infraestructuras, no puedes evitar la reflexión de que aquella crisis que originó la creación de ese campo no solo no ha desaparecido, sino que se ha cronificado y no se soluciona”, lamenta.
Las infraestructuras en este campo incluyen la escolarización de 20.000 niños en educación formal y casi mil en educación especial con 13 colegios apoyados por Unicef. Además, “se mueven al día casi cinco millones de litros de agua. Teniendo en cuenta el déficit hídrico de este país (es el segundo país del mundo con mayor estrés hídrico), supone todo un reto mantener estas ciudades refugio”, subraya Castellano.
A todo esto, se añade el reto de asegurar la salud de estas personas con la pandemia de coronavirus, por la que han fallecido solo nueve personas por las medidas implementadas.
Apoyo a las comunidades de acogida
El conflicto en Siria ha provocado un éxodo en lo que se ha convertido en la mayor crisis de desplazados de la historia reciente. En los países vecinos de Siria, como Jordania, Líbano, Irak, Egipto y Turquía, la guerra está haciendo mella en las comunidades de acogida y de refugiados por igual, cuenta el director regional de Unicef para Oriente Medio, Ted Chaiban.
Los países vecinos de Siria, que acogen al 83% del total de refugiados sirios en todo el mundo, están sometiendo a sus economías a nuevas tensiones. Desde 2012, el número de niños refugiados en los países vecinos se ha multiplicado por más de diez hasta alcanzar los 2,5 millones de niños refugiados registrados, asegura Chaiban. “Es absolutamente crítico que sigamos apoyando a los países vecinos de Siria que han estado soportando el peso de la guerra en la puerta de al lado. Su generosidad, su puerta abierta no puede darse por sentada y necesitan nuestro conveniente apoyo”.
La complicada integración
El mar Mediterráneo ha sido la tumba de muchos de los que intentaron huir. Las mafias se aprovechan de su desesperación, los engañan para sacar dinero e incluso se han dado casos en los que les han robado los órganos después de asesinarlos.
Su huida no es fácil, pero tampoco lo es su instalación e integración en los países a los que llegan. El idioma es una de las principales barreras. “Para mí no es un problema”, dice Moussa. “Vas a un país extranjero, tienes que hablar español y lo aprendes”. Él lo ha aprendido en seis meses. Pero se ha encontrado otras dificultades.
“He encontrado racismo en España”, lamenta Moussa. Pese a haber pensado siempre que en España había menos racismo que en otros países de Europa por lo que le contaban sus amigos, en su experiencia ha visto lo contrario. “La gente no quiere dar alojamiento a un extranjero, nos cuesta mucho, estuvimos buscando tres meses una casa”, asegura el periodista sirio.