11 noviembre 2024

«JOSÉ PAYÁ BELTRÁN : Reseña doble» por Alberto Granados

José Payá Beltrán es un doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante, que ejerce la docencia en un instituto próximo a su pueblo y está llevando a cabo una importante indagación filológica en varios campos, al tiempo que escribe obras de creación, algunas de las cuales he conocido.

Entre otros trabajos académicos, preparó la edición crítica de Beltenebros (A. Muñoz Molina) en la prestigiosa colección Letras Hispánicas de Editorial Cátedra. Esta circunstancia desembocó en una amistad digital que se remite a varios años y que me permite certificar su generosidad: al saber de mi investigación sobre Muñoz Molina, me envió un paquete con todo su material. Cuando veo que algunos conocidos se han quitado de en medio al saber el objeto de mi estudio y me han negado su archivo muñozmoliniano, tengo que enfatizar el gesto de este por entonces desconocido, que incluso pagó de su bolsillo el envío postal.

          Desde entonces me ha tenido al tanto de sus publicaciones. En 2020 han sido dos, que me ha enviado con esa empatía y generosidad que lo llevan a semejante deferencia. Se trata de un libro en papel, S. S. Van Dine. Un crimen otoñal (Madrid, Grupo Tierra Trivium, septiembre de 2020, 235 páginas) y otro libro electrónico, La primera semana del inspector Duarte, (Click Ediciones, 2020). Leídos ambos, incluyo aquí sus reseñas.

 

          S. S. Van Dine. Un crimen otoñal es un libro sorprendente e inclasificable. Un divertimento maléfico del autor en que ninguna pieza encaja donde debería y donde el inocente lector va a caer inexorablemente en las diabólicas trampas a las que la lectura lo irá empujando. Es un juguete metaliterario que parte de la afición del autor por la novela negra desde la infancia, afianzada durante su primera adolescencia y aquilatada con las múltiples colecciones que ha ido atesorando durante años. Una vez sentado el hecho de que es un verdadero experto en esta literatura, el libro teoriza sobre las claves del género, las normas tan unánimemente aceptadas por los grandes autores, como dinamitadas en sus propias novelas, que una cosa es teorizar sobre cánones estéticos y otra sacar adelante una novela para un editor. El lector empieza a comprender que no todo lo que se lee obedece siempre al dominio de la verdad canónica, pues en cualquier novela pueden (tal vez deben) surgir otras claves, siempre que se respete el pacto ficcional: escribe de forma convincente y divertida, que yo, como lector, te permitiré que me engañes. El viejo “Miénteme. Dime que me quieres” de Johnny Guitar.

          En este juego de medias verdades, José Payá nos habla de sus compras de material en Nueva York, de su interés por S. S. Van Dine y del descubrimiento casual de unos cuadernillos impresos que, según él, constituyen una novela perdida del americano. Como filólogo, siente la pulsión de analizar tales fragmentos y lo hace en la versión original inglesa y su traducción al castellano. A estas alturas, el lector se puede esperar cualquier cosa…, ya que ha asistido, a parte de la biografía del autor, al origen de su interés por la novela negra y su coleccionismo, ha conocido la figura de S. S. Van Dine, un filonazi controvertido sobre el que la crítica no consigue ponerse de acuerdo, su obra, Philo Vance, su personaje estrella, su estilo, su recorrido personal, sus polémicas y despilfarros, su declive y muerte. A estas alturas, el lector lo sabe todo, menos la verdad. Algo que no pienso desvelar, ya que estamos en una novela negra (¿o no?) y los lectores tienen que intentar saber la verdad antes de que el detective nos la comunique: es la convención más absoluta del género. ¿Qué encontrará el lector? El autor ha preparado una serie de rupturas estructurales y argumentales para que solo los lectores más avispados sepan la verdad antes de llegar a la palabra FIN.

          Respecto a la otra lectura, el autor creó en 2015 un investigador, su detective personal, el inspector Duarte, un policía que ingresa en el cuerpo en plena Transición y observa con flema británica los cambios que se operan en España, al tiempo que va resolviendo los casos de asesinato que surgen en su zona. Viudo y solitario, ha alcanzado la jubilación, pero sigue como un sabueso las pistas que la crónica negra va espigando en su área geográfica. Hombre modesto y honesto jamás se deja llevar por la vanidad y el prestigio que sus éxitos policiales podrían despertarle. Con esta, son tres las entregas en que José Payá Beltrán pone a trabajar a su personaje.     

 

El autor creó el personaje del inspector Duarte en 2015 y ha sido el protagonista de tres novelas policíacas, todas acaecidas en un pequeño pueblo levantino. Esta última, La primera semana del inspector Duarte, aparece como el momento inaugural de su detective (hoy se diría una precuela de la serie), ya que el lector conocerá indirectamente los inicios del personaje, ya fallecido. El título, además, sirve de contraste a una entrega anterior, La última semana del inspector Duarte (2015) y parece responder a una urgencia por resucitar al personaje, al que el autor profesa un evidente cariño.

En esta novela, un recién incorporado Duarte se ve mezclado en un caso que se archiva por falta de avances en la investigación y cuarenta años después un periodista irá tirando de los cabos sueltos hasta saber quién era el asesino. Hay que remitirse a la mañana del 24 de febrero de 1981 (hoy hace cuarenta años, por tanto), una mañana atípica en que los guardias civiles están abandonando el Congreso tras el intento de golpe de la tarde anterior. En el pueblo se han visto gestos amenazadores, especialmente para el alcalde comunista. Los niños no van a la escuela esa mañana, así que se van a jugar al fútbol. Un balón rueda una pendiente y cuando el culpable va a recogerlo encuentra un cadáver: un sujeto odiado en el pueblo por su grosería con cualquier mujer ha sido asesinado, sin que el hecho parezca dolerle a nadie.

Cuarenta años después, el periodista habla de ese primer caso de Duarte. Al principio nadie parece recordar, pero unos vecinos remiten a otros y el esquema de aquel crimen va completándose. De fondo, esa visión desolada del ser humano, ese “ángel fieramente humano” que cuando se pierde en la falta de normalidad, puede dar en un ángel, pero también en un feroz depredador. Los odios políticos del pueblo hacen el resto. Una novela amena, de ritmo rápido y eficaz que solo ofrece las respuestas, nunca las preguntas del reportero y que traza un friso de la España de entonces frente a la de las nuevas generaciones.

También se hace buena literatura en las mil periferias, con autores condenados a la autoedición, incluso a perder dinero, situación por la que Pepe Payá (así firma sus correos) no se ha visto obligado a pasar (yo, en cambio, sí). Pero el gusanillo de la creación literaria tiene estas cosas y la satisfacción de publicar compensa largamente. Que el futuro le permita publicar con un reconocimiento cada vez más amplio, tan merecido como justo.

 

Alberto Granados