Las cajas de la memoria granadinas del Cervantes
Hace escasas fechas se incorporó la de Luis Rosales, Ayala abrió la primera, y Falla y Ángeles Mora tienen caja propia en este lugar de memoria cultural
En el corazón de Madrid, en el número 49 de la calle de Alcalá, se encuentra la sede central del Instituto Cervantes, la institución creada en 1991 para difundir el idioma español en todo el mundo. El ente que hoy dirige el poeta y profesor granadino Luis García Montero ocupa el llamado ‘Edificio de las Cariátides’ desde el año 2006. Antes, el inmueble, construido en 1918 en estilo neogriego, fue sede del Banco Español del Río de la Plata, del Banco Central, del Banco Central Hispano y del Instituto de Crédito Oficial. Y como todo banco que se preciara en la época en que se erigió, tenía una caja fuerte en el sótano. En el caso de este edificio, además, una muy impresionante, fabricada por la firma LIPS, con una puerta redonda de clásico cierre en forma de molino y las puertas de las cajas de bronce. Poco podían imaginar los plutócratas que asentaron sus reales en los despachos de caoba de los pisos superiores que aquella caja destinada a esconder patrimonios acabaría conteniendo letras, y no precisamente de cambio, sino de compromiso generoso y altruista con la cultura.
La creación de las Cajas de las Letras fue iniciativa del por entonces director del Instituto Cervantes y luego ministro de Cultura, el poeta César Antonio Molina. El objetivo primigenio era que todos los Premios Cervantes dejaran en este emplazamiento un recuerdo cercano, que formara parte del patrimonio cultural del español. Luego, el abanico se fue abriendo, y Caja de las Letras del Instituto Cervantes alberga recuerdos de actrices y cantantes como Ana Belén, bailarines como Víctor Ullate o cineastas como Luis García Berlanga.
La presencia granadina en estos legados custodiados por el Cervantes es muy importante. Quien los inauguró fue Francisco Ayala (1906-2009). Con una bonita historia, además, que cuenta Carolyn Richmond, la viuda del literato. «El hermano de mi marido estuvo trabajando de botones en el banco que había en ese edificio. Dada su jovialidad y capacidad de servicio, recibía grandes propinas. Como amante de la zarzuela, y singularmente de ‘La corte del faraón’, organizaba a solas, cuando las luces se apagaban, desfiles como el de dicha obra, en los que arrojaba al aire los billetes que le entregaban por el pasillo de su casa. Cuando su madre se despertaba, encontraba el dinero tirado por el pasillo y preguntaba a los hermanos de dónde provenía, porque en aquel tiempo mi marido y su hermano sostenían la casa, ya que sus padres no tenían trabajo. Ellos se encogían de hombros y fingían no saberlo». La anécdota, referida por el propio Ayala aquel 15 de febrero de 2007, abrió la espita de una larga serie, ya que detrás de cada legado hay una historia. «Para él fue una gran alegría inaugurar la caja en aquel edificio que fue parte de su vida», afirma Richmond.
Por cierto que el legado de Ayala incluye una carta manuscrita –a petición de su esposa– y otros objetos. Su apertura está prevista para 2057, medio siglo justo después de su cierre. El granadino de adopción –tiene una casa en el Albaicín–, el bailarín Víctor Ullate, dejó un chaleco, un reloj de su abuelo y un anillo de su padre, y previó su apertura para 2161, dentro de 150 años.
Sin alejarse mucho de la danza, la caja 1.223 fue cerrada el 18 de marzo de 2019 con un legado ‘in memoriam’ de Manuel de Falla, una hoja manuscrita de ‘El retablo de Maese Pedro’. No va a estar mucho tiempo cerrada, dado que se abrirá dentro de dos años y medio, el 11 de diciembre de 2023, en el centenario del estreno de dicha obra.
Una carta al futuro
La siguiente granadina en dejar sus recuerdos fue la Premio Nacional de Poesía, Ángeles Mora, también en 2019. «Aunque la caja –la 1.419– está a mi nombre, desde que Luis (García Montero) me propuso hacerla, la concebí como un homenaje a mi compañero de vida, Juan Carlos Rodríguez», comenta Mora. Por ello, el contenido incluye un ejemplar de ‘Teoría e historia de la producción ideológica’, un clásico dentro de la producción de Rodríguez, título de gran influencia en el estudio literario en numerosas universidades, y un discurso pronunciado en la Universidad de Almería en torno a ‘El Quijote’. De la propia Ángeles hay un ejemplar de su poemario ‘Contradicciones, pájaros’, de 1981, publicado por Visor y con el que obtuvo el Premio Ciudad de Melilla. «Hasta entonces, no había publicado en Madrid, por lo que aquel libro dio visibilidad a mi obra», recuerda la poeta; «hoy, este libro está descatalogado».
Añade que «durante los días anteriores al cierre de la caja estuve planteándome el dejar también un ejemplar de ‘Ficciones para una autobiografía’, el libro con el que gané el Premio Nacional, y ahora me duele no haberlo dejado. Pero tampoco quería guardar muchas cosas; yo soy así», dice con su natural modestia. El legado tiene una fecha de apertura muy larga. «Se me ocurrió que se abriera en 2050, y coloqué el día concreto del 3 de marzo porque a él aludo en el poema ‘Satisfacciones‘, que dediqué a Juan Carlos, y que está en mi libro ‘La canción del olvido’». Cuando se abra esa caja, también encontrarán quienes giren la llave una ‘Carta al futuro’ en el que la autora ha volcado algunos de sus anhelos vitales. «Espero que se abra en un mundo mejor», afirma.
Además de cajas granadinas, hay objetos muy granadinos en cajas de quien no nació ni vive aquí. Tal es el caso de la que posee la pianista Rosa Torres–Pardo, quien incluyó en su legado, sin fecha de apertura, una partitura de ‘El amor brujo’, de Falla.Clausura hasta ahora la contribución granadina a las cajas la de Luis Rosales, cerrada el pasado día 5 de abril, y que fue entregada por su hijo, el también escritor Luis Rosales Fouz. En ella están la Medalla de Oro de Granada; un DVDcon imágenes de la Alhambra comentadas por él; la insignia de oro de Cercedilla, donde escribió parte de su obra; un sello de Correos con su imagen y su frase «sabiendo que jamás me he equivocado en nada salvo en las cosas que más quería»; las llaves de su casa familiar en Madrid; la camisa que llevó puesta el día que fue elegido académico de la RAE; una enorme capa portuguesa que utilizaba; primeras ediciones de ‘Abril’ (1935), su primer libro, y ‘La casa encendida’ (1949); un CD donde Rosales recita sus versos; ‘Cervantes y la libertad’, un trabajo que le llevó diez años completar y que el poeta consideraba como su mejor título, y ‘Retablo sacro del Nacimiento del Señor’ (1940), «una pequeña joya» que contiene villancicos y dibujos. El legado se completa con cuatro poemas manuscritos donados por el coleccionista José Javier García Montero, que incluyen cuatro poemas manuscritos, tres de ellos inéditos.
El director del Instituto, Luis García Montero, trabaja en la inclusión de un legado de García Lorca en las cajas. El día 20 hicieron un legado colectivo con tres editoriales históricas y escritores de todas las lenguas oficiales, con ocasión del Día del Libro. Aprovechando el 30 aniversario del Instituto, el acervo de las cajas continuará enriqueciéndose.