Caballero Bonald fue un maestro generoso que me enseñó a comprometerme con la vida tanto como con las palabras

La poesía de Caballero Bonald está poblada por palabras como ceniza, óxido, vacío, simulacro, tiempo… Pero también encontramos llamadas a la indagación y la memoria. Los caminos personales que recorren la memoria marcan una tensión entre la vida y sus degradaciones. Por eso el poeta firmó a lo largo de su obra un pacto con la lucidez y la verdad. En ‘El imposible oficio de escribir’, un poema de ‘Descrédito del héroe’, llega a confesar: «Por aquellas palabras / de más que dije entonces, trataría / de dar mi vida ahora. ¿Vale algo / comprobarlo después de consumidos / tantos esfuerzos / para no mentir?».

La muerte, ya lo sabemos, invita a muchas mentiras. De forma ritual se repite que el desaparecido quedará siempre en sus libros o que estará presente en nuestra vida. Resulta difícil de aceptar la soledad de los muertos que asumió Bécquer. Uno intenta huir de las frases hechas, los rituales y los desahogos consoladores precisamente por esos esfuerzos para no mentir de los que hablaba Caballero Bonald, un autor que siempre estuvo de parte del compromiso con la lucidez. Pero que verdadera siento ahora la vida de Pepe, su permanencia imborrable entre los que tuvimos la suerte de ser sus amigos. Y que realidad se hace ese consuelo último de saber que permanecerá en sus libros. Abro ahora el Diario de Argónida y lo escucho hablar, acompañar con una ironía inteligente y un pudor ético sus afirmaciones sentimentales más íntimas.

Cuando yo empecé a publicar poemas en 1980, Caballero Bonald fue un maestro generoso que me enseñó a comprometerme con la vida tanto como con las palabras. Me enseñó a borrar, a escribir, a contestar las llamadas de teléfono y a beber whisky. Fue siempre generoso con los poetas jóvenes, atento a la amistad y los libros de voces tan distintas como las de José Ramón Ripoll, Felipe Benítez Reyes, Pepa Parra, Benjamín Prado o Antonio Lucas. Cuando un día de estos nos reunamos en cualquier esquina de la literatura o de un bar, Pepe se acercará para levantar su copa. Brindaremos por la poesía y por el esfuerzo de honestidad ética y estética que él nos enseñó. Y cada cual beberá a su modo, como también nos enseñó.

LUIS GARCÍA MONTERO

Director del Instituto Cervantes

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