7 diciembre 2024

Anda Pedro Sánchez en los Estados Unidos haciendo lo que mejor se le da, ejercer de guapo; así, ha conseguido enamorar a la mitad de las yankees que ven en nuestro Mr. President, que diría Marilyn Monroe, a una suerte de Superman/Clark Kent sin gafas pero con buen dominio del inglés, que es algo de lo que adolecían sus predecesores.

Da igual que Pedro I ‘El guapo’ no se haya visto con Biden (ni con ningún mandamás norteamericano). Lo suyo, esta visita, era para conseguir inversores que mejoren la economía patria -aunque no sea necesario porque España ya se sabe que va bien- y Biden se antoja un pobre ancianito que dormita en el despacho oval. Lo cual que, ahora que el sanchismo goza de buena salud después de haber limpiado cualquier disidencia, se ha dado un baño de masas acudiendo a los programas de televisión para vender las bondades del sistema fiscal español y demostrar al personal que la spanish people no la conforman señores bajitos vestidos de torero bebiendo copazos de vino de la mañana a la noche, sino guaperas con una locuacidad sorprendente en la lengua de Hemingway, tan aficionado, precisamente, a los toros y al vino a granel. Con esas mimbres y recién remodelado un gobierno del que ha sacado a algunas de las figuras más carismáticas, Sánchez se ha ido a conquistar a los jefazos de Netflix o HBO con la intención de venderles que España puede ser el perfecto decorado a precios razonables y con incentivos fiscales. Todo ello con la foto pertinente, claro.

De lo que hablan menos los medios afines es de las reuniones que igualmente ha tenido con inversores de fondos de capital con nulos resultados. Nos hemos concentrado, pues, en la visibilidad de las entrevistas como la de ‘Morning Joe’ o en las fotos de redes revestido de superhéroe, pero sin llegar al fondo del asunto, que es su capacidad gestora. Porque el error está en pensar que Pedro es solamente una cara bonita sin agudeza detrás. No es un buen gestor, pero sabe vender imagen, que es lo que cuenta porque vivimos instalados en el ahora. Y Pedro Sánchez lo sabe y lo aprovecha. El líder socialista tiene muy claro que, para él, la política es como una de esas empresas que se veían en ‘Wall Street’, donde Oliver Stone retrató cómo todos son amigos mientras resulten útiles. Después, una vez hecho el trabajo (caso de Ábalos en el PSOE de Andalucía) cualquiera es prescindible porque la gloria siempre es patrimonio del amado líder. Y esa gloria es, ahora, pasearse por la Quinta Avenida y charlar con los señores del cine sobre “Spain, your location of choice” para ampliar el mini-Hollywood de Tabernas, pero en Madrid. Luego, cuando se vea que la visita fue un fracaso, no faltará a quien cortarle la cabeza. Por eso, aquí, aunque la reforma laboral siga empantanada o se mantengan las subidas ignominiosas de la luz, de lo que se habla es de que tenemos un presidente guay, poliglota y que no pone los pies encima de la mesa. Ese es el nivel. Mientras tenga una oposición que oscila entre lo insustancial (PP) y lo vergonzante (Vox), Pedro puede seguir despreocupadamente en plan “vuelve el hombre” por el mundo libre mientras los suyos, alborozados, le tocan las palmas.