22 noviembre 2024

En esta Granada de precario equilibrio y de dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, que La Alhambra haya cogido la antorcha para que salgamos en la prensa por una cuestión que nos prestigia debiera ser noticia principal en todos los medios de comunicación.

Me refiero, claro, a esa exposición “Odaliscas”, que ha propiciado que, durante todo el verano, los visitantes del monumento hayan podido encontrar en la Sala de Exposiciones del Palacio de Carlos V una muestra bien planteada de obras que abordan esta temática, tan significativa en los argumentarios pictóricos de los siglos XIX y XX cuando el romanticismo (primero) y el orientalismo (después) ejercían como estéticas relevantes. Así, construyendo un diálogo en torno a estas esclavas, las más humildes entre las humildes del harén a pesar de las mitificaciones de los pintores, que poco o nada pensaron a propósito del tratamiento de la mujer en algunas culturas.

Tan sólo imaginaron el misterio que se ocultaba entre las celosías del harem de los sultanes otomanos. Conocer sus creaciones también es una manera de hacer pedagogía, de centrar la mirada de los espectadores más jóvenes poniendo el énfasis en que las épocas pretéritas deberían ser eso, pasadas, en vez de encontrárnoslas todos los días en los telediarios cuando vemos la perversidad de los talibanes afganos. Es decir, que las lecturas pueden ser múltiples, seguramente una razón más para hacerla muy atractiva. Quienes hemos tenido la oportunidad de acercarnos, hemos disfrutado de valiosas obras que abarcan de Ingres a Picasso pasando por Delacroix, Chassériau, Rouault, Bernard o Matisse, entre otros. Cuadros que vienen de museos como el Louvre, el Museo de Orsay, el centro George Pompidou o de colecciones particulares de medio mundo, que nos han situado de nuevo en el mapa de los eventos importantes demostrando que, cuando se quiere, Granada puede brillar con esa luz que sólo tenemos aquí. Por eso no sorprende que más de setenta mil personas hayan acudido a una muestra plural que da el pistoletazo de salida para crear una nueva dinámica en la ciudad tras la pandemia.

El valioso equipo alhambreño, con Rocío Díaz liderando desde su compromiso activo con la cultura y la divulgación, se ha atrevido a dar un paso al frente y el resultado es un éxito del que debe tomarse nota porque ése el perfil de actividades que necesitamos, ésa es la seriedad que se espera de los responsables públicos; que desde una elegante discreción se vayan dando pasos firmes que nos permitan recuperar el tiempo perdido, este año y medio de silencio donde todo ha sido pérdida, amargura y desolación.

Tristemente, poco se podía hacer entonces, salvo estar a la altura de este momento sanitario terrible y construir con esperanza un trabajo callado y minucioso que ahora viene a revelar que no todos los gestores pagados con cargo al erario público ha estado dedicados a colgar selfies en redes creyéndose versiones municipales de George Clooney ni haciéndose estudios morfopsicológicos, o como se diga. Hubo quien siguió trabajando y ahora se ven los resultados. Y a eso tenemos que agarrarnos yendo todos a una desde la conciencia de que, ejercer de francotiradores, a lo único que nos conduce siempre es al fracaso colectivo. Granada necesita volver a creer en sí misma, coger impulso y volar. Volar alto con la palabra unidad por bandera.