En el cielo, geografía de vencejos; y, en la calle, van cayendo dulcemente las hojas primeras mientras los lectores más madrugadores se acercan a las casetas de la Feria del Libro de Granada.

Este fin de semana, situarse en la Fuente de las Batallas ha obligado a pensar: – Niños van, y libros. Porque los libros transitan sin que nos percatemos por los estantes de las librerías, nos buscan sin decirlo y se acercan a nosotros con voluntad de amparo, de refugio necesario. Y no hay lugar más cómodo para ellos que las manos de los niños, de esos primeros lectores que estos días pasean por la Carrera de la Virgen abrazados a un libro de aventuras, de misterio, de poesía… Todo es magia, asombro e ilusión para los ojos que se abren a las palabras precisas de los escritores que saben hacer de sus obras un faro que ilumina los momentos oscuros y hace más visibles los que son buenos de por sí. Aludía el otro día la Consejera Patricia del Pozo, en la entrega de los Premios Andalucía de la Crítica, a Federico García Lorca y a su ‘Alocución al pueblo de Fuentevaqueros’. Sorprende gratamente ver que hay gestores públicos que ven con claridad la trascendencia de la lectura. Medio pan y un libro, escribió Federico, y Patricia lo repitió como una oración que se elevaba desde Granada a este cielo nuestro traspasado de nubes blancas, níveo algodón de azúcar con el que las golondrinas juegan al escondite. Medio pan y un libro…

Por eso yo hoy quiero cantar al libro y sus bondades: a las novelas para las tardes de lluvia; a los poemas donde acomodarse y respirar profundo; al teatro, que es la vida misma, o al ensayo que nos ayuda a pensar. Todos cumplen una función y acaban por convertirse en amigos verdaderos que ocupan lugares importantes en nuestra vida y en nuestras casas. La mía es el hogar de los libros. Llegan por docenas y progresivamente se acomodan a los espacios, porque cada volumen requiere un lugar adecuado, una habitación propia que habitar, como aquella que pedía Virginia Woolf. Los libros de mi casa, que ya son una legión de varios miles, creo que son felices porque van y vienen y se les trata con cariño y respeto, sabiendo que contienen rastros de sus autores, de las personas que pusieron en ellos el anhelo germinal de que, en el futuro, tuvieran valor para alguien. Y aquí, en cada balda, mantienen esa importancia trascendental que nos enseñaron mis padres a darles cuando comprarlos suponía un esfuerzo importante para nuestra economía agraria y pequeña. Seguramente por eso ahora regalo libros a las personas que aprecio, a las que siento cómplices, desde la conciencia de que estoy confiándoles tesoros construidos con palabras limpias, un camino de libertad serena, una ventana abierta a un modo distinto de estar en el mundo. Y la Feria del Libro que con tanto esfuerzo han creado Mariana, Alfonso y Antonio es una celebración afortunada, el punto de encuentro de estos días donde, con Mariluz Escribano por bandera, estaré casi omnipresente, que diría Umbral. Allí tenemos una cita, no se olviden ustedes: rodeados de obras con olor a limpio, con su diversidad polifónica y esa fragilidad que reservan exclusivamente para aquellos que saben entender el secreto lenguaje del corazón.

foto: Feria del Libro de Granada | Foto: Archivo GD

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