Los científicos urgen a luchar contra el cambio climático: «Nuestra salud depende de ello»
Más de 200 revistas científicas del ámbito de la salud hacen un llamamiento para que 2021 se convierta en el año clave en la lucha contra el cambio climático.
Más de 200 revistas científicas del ámbito de las Ciencias de la Salud de todo el mundo se han unido para publicar simultáneamente un editorial en el que se insta a los líderes mundiales a que 2021 sea el año decisivo en la lucha contra el cambio climático. Los expertos reclaman que se tomen medidas urgentes para limitar el aumento de la temperatura global, detener la destrucción de la naturaleza y proteger la salud. Los objetivos que se han establecido recientemente para reducir las emisiones y conservar la biodiversidad son bienvenidos, pero no suficientes. «Aún deben combinarse con planes creíbles a corto y largo plazo», afirma.
El texto se ha publicado en las principales revistas de todos los continentes, incluyendo el BMJ, Lancet, New England Journal of Medicine, East African Medical Journal, Chinese Science Bulletin, National Medical Journal of India, Medical Journal of Australia, International Nursing Review, la Revista de Sáude Pública de Brasily 50 revistas para especialistas vinculadas a BMJ, incluyendo el BMJ Global Health y Thorax.
«A pesar de la necesaria preocupación mundial con la covid-19, no podemos esperar a que pase la pandemia para reducir rápidamente las emisiones«, señala el editorial. Su publicación se produce con motivo de la Asamblea General de la ONU, prevista para la próxima semana. Se trata de una de las últimas reuniones internacionales que tendrá lugar antes de la próxima Cumbre del Clima (COP26), que se celebrará en noviembre en Glasgow, Reino Unido. Los autores consideran que se trata de un momento crucial para instar a todos los países a entregar planes climáticos mejorados y, sobre todo, más ambiciosos para cumplir los objetivos del Acuerdo de París, el tratado internacional sobre cambio climático adoptado por 195 países en 2015.
Durante décadas, los profesionales de la salud y las publicaciones científicas han estado advirtiendo sobre los impactos severos y crecientes en la salud del cambio climático y la destrucción de la naturaleza.
Por ejemplo, los autores recuerdan que, en los últimos 20 años, la mortalidad relacionada con el calor ha aumentado en más de un 50% entre las personas mayores de 65 años. Las altas temperaturas han conllevado el aumento de la deshidratación y pérdida de la función renal, neoplasias dermatológicas, infecciones tropicales, efectos nocivos en la salud mental, complicaciones en el embarazo, alergias y mayor morbilidad y mortalidad cardiovascular y pulmonar.
Afectan además de manera desproporcionada a los más vulnerables, incluidos los niños y los ancianos, las minorías étnicas, las comunidades más pobres y las personas con problemas de salud subyacentes. Por otro lado, el calentamiento global también perjudica a los principales cultivos y obstaculiza los esfuerzos para reducir la desnutrición.
El editorial conjunto insta a los gobiernos a intervenir para transformar sociedades y economías con medidas como el rediseño de los sistemas de transporte, las ciudades, la producción y distribución de alimentos, los mercados financieros y los sistemas sanitarios. Se necesitará una inversión sustancial, reconocen, pero esto «tendrá enormes beneficios económicos y sanitarios, como la generación de empleos de alta calidad, la reducción de la contaminación del aire, el aumento de la actividad física y la mejora de la vivienda y la dieta».
Una mejor calidad del aire por sí sola generaría beneficios para la salud que compensarían fácilmente los costos globales de la reducción de emisiones, argumentan los autores. Estas medidas también mejorarán los determinantes sociales y económicos de la salud, cuyo mal estado, explican, puede haber hecho que las poblaciones sean más vulnerables a la pandemia de la covid-19.
Fundamentalmente, la solución pasa por que las naciones ricas hagan más, señala el editorial. En particular, la responsabilidad debe recaer en los países que han contribuido de manera desproporcionada a la crisis ambiental. Estos deben ayudar a los países de ingresos bajos y medianos a construir sociedades más limpias, saludables y resilientes, dado que los países en desarrollo tienen mayores dificultades para reducir los problemas derivados del cambio climático. «Como con la pandemia de la covid-19, globalmente somos tan fuertes como el miembro más débil».
FOTO: Un vecino observa los daños causados en les Cases d’Alcanar (Tarragona) por la lluvia torrencial.EFE
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