Hay que inventarse otro producto que vender al votante despistado. Crear un invento nuevo dejando atrás, incluso, a sus colegas de bancada. Y en eso están ahora. A eso en mi pueblo lo llaman pegarle una patada a la escalera una vez que una ya está arriba.

Las nuevas dirigentes de la izquierda morada nos vienen vendiendo la curiosa idea de que el PSOE se nos ha hecho mayor, capitalista y de centroderecha; por eso están montando una reunión en Valencia para confraternizar y ungir a Yolanda Díaz como referente de las izquierdas -no socialistas- y prepararla para el estrellato mediático. Y digo las izquierdas, así en plural, porque no es uno ya el bloque antagonista al socialismo, sino que por lo visto es trino: el que quieren representar Ada Colau (En Comú Podem, alcaldesa de la peor Barcelona que hemos conocido), Mónica Oltra (Compromís, socia que rentabiliza su presencia en el gobierno valenciano Ximo Puig) y Mónica García (la que manda en Más Madrid cuando Íñigo Errejón anda ampliando horizontes). Sobrevolándolas, con la sonrisa puesta, la vicepresidenta Díaz, que cuentan que no ha querido por lo visto compartir protagonismo con sus otras colegas podemitas, léase Irene Montero -Ministra de Igualdad- o Ione Belarra -Ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, es decir la homóloga de Luis Salvador-, esa lideresa que se expresa a golpe de tuit radical siempre inconveniente, pretendiendo motivar a sus disminuidas masas municipales y espesas, dicho en términos machadianos.

Lo cual que las señoras Montero y Belarra se han mosqueado bastante con eso de que se monte un acto sobre liderazgo y feminismo de izquierdas y las hayan ignorado, así por las buenas. Porque, ellas, como todo el mundo sabe, han inventado la autoridad femenina. Se olvidan de que otras mujeres, verdaderamente de izquierdas, les han sacado cuarenta y cinco años de lucha en España, algunas de ellas, postergadas precisamente por enfrentarse a estas jóvenes promesas del nadismo. Valgan como ejemplo Carmen Calvo, Amelia Valcárcel, Matilde Fernandez o Amparo Rubiales, mujeres que verdaderamente se comprometieron en la reivindicación activa de la verdadera igualdad desde esa izquierda de la que ahora quieren apropiarse estas jóvenes.

Han visto que la marca Podemos refiere indeleblemente a lo que representó el hiperliderazgo de Pablo Iglesias, que ya está demodé (literalmente se han llevado por delante o que significó el Movimiento 15-M y eso es lo que resulta más frustrante), que han fagocitado la trascendencia de lo que ha implicado en la historia de este país Izquierda Unida y que hay que inventarse otro producto que vender al votante despistado. Es decir, crear un invento nuevo dejando atrás, incluso, a sus colegas de bancada. Y en eso están ahora. A eso en mi pueblo lo llaman pegarle una patada a la escalera una vez que una ya está arriba. Yolanda Díaz, Colau, Oltra y García, no sé bien cómo lo definen, pero desde fuera se percibe bastante claro. Por eso Díaz anda a la greña con las ministras del PSOE; en particular, con Nadia Calviño, tratando de crear confrontación, de acaparar todo lo que huela a medidas sociales o inventándose proposiciones populistas, sin percatarse de que formar parte de un gobierno obliga a una responsabilidad, a saber que hay decisiones que, simplemente, no se pueden tomar sin desequilibrar la economía. Es precisamente esa ambición de querer ser más izquierdosas que nadie, lo que les crea esa inseguridad que las obliga a reivindicarse, esa vergüenza de no querer pensar sus orígenes. Será porque los han traicionado ejerciendo este ideario low cost cargado de marketing y ausente de realidad, acomplejado ante el verdadero feminismo militante.

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