Parece que cada época tiene su frase hecha, su mantra, ese concepto que se retroalimenta interesadamente y se repite sin el menor rigor o planteamiento crítico para convertirse en un leitmotiv de nuestras vidas.

Este fenómeno resultaría inocuo si la frase en cuestión no pasara del ámbito privado, pero se convierte en todo un peligro social si la idea es manejada, manipulada, manoseada, por los llamados agentes sociales interesados en mantener su estatus privilegiado: el mundo empresarial y financiero, que en los últimos meses no ha parado de repetirnos su consigna: No es el momento.

Captura de pantalla de El Diario 07/09/2021

          No es el momento, dijeron los capitostes del cotarro empresarial el pasado verano cuando el gobierno subió el salario mínimo, uno de los más bajos de Europa, que no se correspondía con el rango global de nuestra economía. No es el momento, han repetido cuando se he empezado a hablar de echar abajo la reforma laboral que el Partido Popular les regaló en plan amiguetes, una reforma que supuso laminar todos los avances sociales y sindicales conseguidos por los trabajadores durante los últimos 50 años, y de paso disminuir el poder adquisitivo de las familias, asentar una brecha entre ricos y pobres que hemos empezado a ver con normalidad y dejar a una parte muy significativa de nuestra sociedad en la más dura exclusión de todo. No es el momento, han repetido recientemente cuando se ha puesto sobre el tapete la reforma del sistema de las pensiones. Es más, ayer mismo propusieron retrasarlas hasta los 70 años, en vez de asumir que van a disminuir sus beneficios, que es la premisa de la que habría que partir. Comprendo que no lo tienen fácil en esa pecera de tiburones que es la economía global, pero es que quieren la sartén por el mango y el mango también.

          No es el momento. A mí me gustaría ver a quienes esgrimen tan sutil argumento vivir con unos ingresos de 1200 euros, prescindiendo de sus lujos, de su engrosada cuenta bancaria, de su segunda y aun tercera vivienda.

          Nuestros empresarios nunca ven el momento de aceptar algo tan simple como que los costes de la crisis deben asumirlos especialmente los poderosos en vez de bascular el peso de la desgracia sobre los hombros de los trabajadores para mantener su privilegiada situación: sueldos desorbitados, viviendas de lujo, coches de alta gama, vacaciones y viajes de sueño americano, costosas embarcaciones de recreo, blindajes incomprensibles… En algunos casos esos mismos empresarios son los protagonistas de fraudes manifiestos a la Seguridad Social, contabilidad engañosa, conductas de delincuente. No parecen dispuestos a aceptar que una crisis nunca es el momento para despidos, para recortes salariales o de plantillas. La situación actual no es el momento para enrocarse en posturas insolidarias y egoístas. No es el momento de plantear cierres arbitrarios: eso queda para el modesto empresario, para el autónomo que sobrevive con la soga al cuello y la amenaza del impago. La gran empresa, la deshumanizada gran empresa, la de los beneficios millonarios, no puede atrincherarse en la cerrazón de que nunca es el momento de perder un solo euro, mientras el trabajador vive en condiciones cada vez peores.

 

          Nunca es el momento de estabilizar un mercado laboral decente, de ser objetivos en el reparto del pastel. Por el contrario, llego a pensar que este, y no otro, es el momento de que los trabajadores reencuentren la fuerza que han perdido, amansados por el fútbol, Netflix y los bares, y recuperen la dignidad de la lucha, concepto ya casi desaparecido, cuando el neoliberalismo económico más descarnado lo hace más necesario.

          Las huelgas del sector del metal de Cádiz me parecen significativas: suponen el reencuentro con la lucha por el puesto de trabajo y el salario digno. Me parecen una vuelta a los años de mi juventud y me hacen recordar aquellos versos de Carlos cano, que, a ritmo de coplilla de carnaval decían: Guardias no tiréis pelotas / que pa pelotas Puerto Real. Es el momento de reinventar la lucha, aunque la avidez de nuestros empresarios no quiera verlo. Tal vez sea el momento de la dignidad.

Alberto Granados

https://albertogranados.wordpress.com/

foto: https://www.ugt.es/la-reforma-laboral-ha-sido-un-fracaso-con-consecuencias-devastadoras

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