ATARFE: «Los antecedentes industriales de la Vega de Granada» por Manuel Titos

Las ventajas diferenciales de la Vega de Granada  han hecho que el sector primario haya alimentado  históricamente el nacimiento de una industria de transformación que, en ocasiones, ha sido puntera a nivel nacional.

La industria de la seda, por ejemplo, introducida por los nazaríes en la primera mitad del siglo XIII, contó con un medio físico favorable para el desarrollo de los morales; la planta y su industria derivada, llegaron a ser importantes desde el punto de vista arbóreo y económico en varias zonas del reino nazarí, que vivió entonces una época de esplendor.

El arte de la seda en Granada, con sucesivos altibajos, se mantuvo en Granada con un cierto florecimiento hasta principios del siglo XIX, aunque recluido ya en estos últimos tiempos a la comarca alpujarreña.
Otras plantas e industrias tuvieron también en Granada un notable desarrollo, como sucede con el lino y con el cáñamo, profusamente difundidos en la Vega y en las Hoyas de Guadix y Baza, con sus correspondientes e importantes industrias de cordelería y velamen, especialmente en el siglo XVIII.

La sustitución de la vela por el vapor en la navegación ocasiona también la crisis de las plantas y de la industria textil que la Vega de Granada, sabía en adaptaciones productivas, sustituye pronto por un nuevo cultivo que se van a convertir pronto en una potente estrella histórica. Me estoy refiriendo naturalmente al cultivo de la remolacha y la potente industria azucarera que se genero en torno al mismo.

El ciclo de la remolacha: Atarfe, la segunda fábrica de azúcar en España

Granada contaba con una tradición casi milenaria en la fabricación de azúcar de caña, pero los primeros experimentos con la de remolacha datan de los años setenta del siglo XIX, cuando Juan López-Rubio inició los experimentos de cultivo que fueron inmediatamente apoyados por la Sociedad Económica de Amigos del País. Los resultados fueron satisfactorios y el 17 de noviembre de 1881 Juan López-Rubio y Juan Creus  constituyeron la sociedad mercantil regular colectiva “Creus y Rubio” para la construcción de una fábrica azucarera, con un capital social de un millón de reales, aportados por mitad por ambos socios. Las obras de la fábrica, denominada “Ingenio de San Juan”, se iniciaron el 6 de Abril de 1882 y concluyeron el 6 de noviembre de aquel mismo año, justo a tiempo de comenzar la campaña azucarera.

El 21 de octubre de 1883 el capitalista granadino Fernando Guerrero, tuvo una reunión con varios labradores de Atarfe para conseguir su apoyo para la construcción de una nueva fábrica, para los que les pedía la siembra por lo menos, de 3.000 marjales de remolacha; Guerrero les anticiparía cincuenta reales por marjal y les pagaría el producto a diez cuartos la arroba. 

Conseguido un acuerdo de siembra de seis mil marjales, el 25 de enero de 1884 se iniciaron las obras de la nueva
fábrica de San Fernando bajo la dirección del ingeniero Jiménez Arévalo que, con una potencia de millón y medio de arrobas de remolacha para una campaña de cuatro o cinco meses, estuvo concluida en el verano de 1884 y efectuó su primera campaña en la temporada 1884-85 con una potencia instalada de 115 toneladas de remolachas diarias.

Otras muchas vinieron a completar el panorama industrial. En 1888 Juan Ramón La Chica construyó la de Nuestra Señora de las Angustias en el Cortijo del Fresno de Granada; en 1889 el Conde de Benalúa hizo lo mismo en Láchar; el mismo año un conjunto de capitalistas encabezados por Francisco López Molina erigieron la de Nuestra Señora del Rosario en Pinos Puente, lo mismo que Florencio Soriano y Silverio Carrillo levantaron la del Cristo de la Salud en Santa Fe. 

Juan Creus, ya separado de López-Rubio, construyó la de Santa Juliana en Armilla y Villatoro y Alba, arrendatarios
de la fábrica de Atarfe, comenzaron a construir la suya propia en el Chinarral, y Sánchez Damas comenzó a levantar la de Nuestra Señoa del Carmen en Pinos Puente. Y a estas siguieron otras y otras más, hasta completar unas inversiones que han sido estimadas en 19 millones de pesetas.

La campaña de 1890-91 la realizaron ya diez fábricas que tenían una capacidad de molturación de 2.185 toneladas
diarias, lo que significaba que en una campaña normal de cien días se podrían tratar 220.000 toneladas de remolacha, la producción de 7.500 hectáreas o, lo que es lo mismo, toda la remolacha que la Vega era capaz de producir en una alternancia trianual. De ellas era posible obtener unas 25.000 toneladas de azúcar, casi la tercera
parte del consumo total de España.

La crisis del sector

Pero el exceso de competencia provincial y la expansión de la fabricación en otras regiones españolas hicieron que el sector entrara pronto en crisis desde los mismos comienzos del siglo XX. Para la defensa de sus intereses, los azucareros granadinos constituyeron el Sindicato Azucarero pero la solución a la crisis vino por un redimensionamiento del sector llevado a cabo por la Sociedad General Azucarera, constituida en 1903 que compró 57 fábricas repartidas por toda la geografía nacional.

En Granada, la Sociedad General adquirió dieciocho de las veintiuna fábricas entonces existentes. De las fábricas de la vega únicamente escapó a su control la última constituida, la de San Isidro; de ellas inmediatamente cerró cinco y mantuvo abiertas cuatro. La fábrica de Atarfe, la de San Fernando, fue transformada en destilería y arrendada a la Unión Alcoholera Española.

La Sociedad General Azucarera había pagado por ella 1.166.880 pesetas.

El Ingenio de San Fernando de Atarfe, constituido por Fernando Guerrero, fue explotado por diversas compañias; la campaña 1889-90 la realizó la sociedad “Villatoro y Alba”; entre 1890 y 1895 estuvo a cargo de “Alba, Heras y Cía.”, de la que formaban parte Felipe Alba Lafuente, Eduardo Heredia y Wladimiro Guerrero; entre 1895 y 1898 la fábrica la gestionó Eduardo Heredia Guerrero; entre 1898 y 1902, “Manzuco y Heredia”, formada por Juan Manzuco García y Eduardo Heredia Guerrero y entre 1902 y 1904 lo fue por “Heredia y Mirasol”, compuesta por Pedro N. Mirasol de la Cámara y por Eduardo Heredia Guerrero; en fin, una agitada vida empresarial en la que el apellido Guerrero parece ser el hilo conductor de las diferentes sociedades.

“Con la remolacha –afirmó Bosque Maurel- la Vega se enriqueció, el labrador se liberó de la usura y vio elevarse su nivel de vida, y la ciudad de Granada, centro de toda esta nueva actividad, vio duplicarse su población e iniciarse un nuevo momento en su evolución urbana”.

Pero superproducción, primero, y competencia externa, descenso de los rendimientos agrícolas, descenso de precios de la remolacha y descenso en la producción de ésta, marcaron el declive de un producto agrícola y de una industria que había transformado profundamente la sociedad y la economía granadinas.

El ciclo de la remolacha fue sustituido por el del tabaco, bien identificado desde el principio con las estructuras sociales y de propiedad de la Vega; cambió el régimen económico y cambió el paisaje; las chimeneas fueron
sustituidas por los secaderos, pero el nuevo cultivo no aportó los efectos multiplicadores en el sector industrial que había sido capaz de promover el cultivo de la remolacha.

Artículo editado por Corporación de Medios de Andalucía y el Ayuntamiento de Atarfe, coordinado por José Enrique Granados y tiene por nombre «Atarfe en el papel»

página 249-251

FOTO: Ingenio de San Fernando cortesia de M.JP. Choin 

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