Tengo un conocimiento muy lejano y superficial de Juan Cañavate. Me pareció un tipo listo y respetado.
Sé también que en una aburrida tarde de lecturas de manifiestos y artículos sobre la dignidad de la mujer en la Biblioteca de Andalucía, leyó mi cuento La mujer que leía a Machado. No obstante, cuando supe por las redes que había terminado una novela sobre el desastre de Annual (1921) tuve inmediatas ganas de leerla. La novela (Juan Cañavate Toribio, El jardín de las ánimas, Servicio de publicaciones UNED-Melilla, 2021, 350 p.) llegó a las librerías el pasado mes de diciembre y, cuando volví a Granada, recogí mi ejemplar, previamente encargado en Librería Inusual. He tardado cinco días en leer sus 350 páginas, lo que habla de mi disfrute lector.
Se trata de una novela que combina lo historicista con lo profundamente humano. Una trama que arranca en 1970, en la cafetería del Casino Militar de Melilla, pero que repasa las campañas de Marruecos y el desastre de Annual, del que se cumplieron 100 años en julio pasado.En 1970, en plena decadencia del franquismo, un coronel de Caballería se refugia de su soledad en el Casino Militar de Melilla y dedica su ocio a consultar revistas castrenses sobre las guerras de Marruecos y a tomar notas. El personaje, Luis Varela, nacido en los últimos años del XIX y Teniente de Caballería en los años veinte, se hizo militar por costumbre familiar. Siempre muy analítico, tuvo fama de saber demasiado, de ser un oficial crítico, informado e incómodo, por su visión negativa de la gestión del Rif que España llevó a cabo y de la ineficacia del Ejército, por tener muy claros los interese inconfesables que había detrás de una campaña demasiado cruenta y de antemano destinada al fracaso. Al llegar la sublevación de Franco, se le insta a unirse a los alzados o ser fusilado ante una tapia. Se adhiere al alzamiento, pero siempre será un apestado por sus planteamientos críticos y se queda a las puertas del generalato al llegarle la reserva. El otro protagonista es un soldado vasco de remplazo, periodista de formación, que oculta sus planteamientos y su idioma por intuir las reticencias del estamento militar a todo loque suene a nacionalismo en tiempos del terrorismo de ETA. Su estancia en la cafetería le ha enseñado a distinguir dónde hay un militar sensible y respetuoso y dónde un imbécil arrogante. Una tarde, el coronel Varela lo invita a escribir sus memorias y le entrega una gruesa carpeta de anotaciones. El joven escribe y se reúne con su coronel para que este conozca el avance del borrador. Muy rápidamente, surge entre ambos un torrente de comprensión recíproca, de sinceridad, afecto y amistad pese a las diferencias jerárquicas. De esta forma, el joven Íñigo (o Eneko en euskera) conoce la situación de España en el Rif de la época del Protectorado, los abusos, la miseria a que los nativos se ven sometidos por la avidez de compañías concesionarias de la riqueza (de las cuales es accionista el propio Alfonso XIII), la urgencia de algunos militares por conseguir ascensos, la necesidad de provocar una guerra para remover el escalafón, incluso jugando a dos bandas (es decir, traicionando), los contactos y simpatías de algunos oficiales y mandos con el reciente Partido Nacional Socialista alemán, el peligro de que en España se continúe la tradición germanófila exhibida durante la reciente Gran Guerra… Igualmente, el periodista-camarero conoce la corrupción del ejército, el ascenso de Franquito (“ese pelusón suave de voz afeminada que se le antoja más peligroso que una caja de bombas con la espoleta puesta”) y Millán-Astray (“con sus insoportables estridencias y bravuconerías de cantina”), el complot que constituirá la antesala de la Guerra Civil que se avecina, el empecinamiento de los generales Silvestre y Berenguer, el deseo de Abd el Krim de formar una República del Rif, las ambiciones de Miguel Primo de Rivera… Toda una trama de espionaje que el entonces Teniente Varela se empeñará en poner al descubierto en colaboración con una agente de la inteligencia española con la que tiene un romance. Hay otros personajes, todos muy bien diseñados: Fuad (un moro leal y muy peligroso), el sargento Pinto y su compañera Noor, la niña Sohora… y un arqueólogo que, excavando en el Rif, enlaza el pasado con nuestro presente actual, a través de varias generaciones. Y del otro lado los generales ineptos, varios contrabandistas de armas, algunos oficiales traidores y varios miles de comparsas (aproximadamente, 25.000) que van a perder la vida en medio de la aridez del Rif.
En resumen, dos épocas para un mismo militar íntegro, honesto, que se duele secretamente por los miles de muertos de ambos bandos, por la ineptitud de los generales, por lo absurdo de cualquier guerra. Todo ello tratado con un ritmo frenético, una prosa muy directa y adecuada a la vida cuartelera. Esa clase de novela en que se da la contradicción de que el lector le roba horas al sueño por las ansias de acabarla y, a la vez, desea que no termine nunca. Un buen inicio lector de 2022, sin duda.
Juan Cañavate se estrena como novelista y lo hace por todo lo alto. Más de un lector, entre los que me encuentro, quiere más de este nuevo novelista. Toca esperar, a ser posible, no demasiado tiempo.
Alberto Granados
FOTO: El autor y tarjeta de su presentación en Melilla