Cuando la Real Academia de las Ciencias de Suecia comunicó a Pierre Curie que iban a entregarle el Premio Nobel de la Física en 1903, Pierre aseguró que rechazaría el galardón a no ser que reconocieran también el trabajo de su compañera científica y esposa, Marie Curie. Al recibir esta respuesta, los miembros de la Academia corrigieron su propuesta e incluyeron a la física en la nominación. Marie Curie tuvo la suerte de coincidir con un hombre como Pierre, pero no todas las científicas de la época contaron con el apoyo y reconocimiento de sus parejas o compañeros de laboratoriO.

Tal fue el caso de Mileva Marić, la matemática y física serbia que colaboró con Einstein en el desarrollo de su obra, pero jamás fue reconocida por su co-autoría en las investigaciones.

El despertar científico

Un frío 19 de diciembre de 1875, Mileva Marić nacíaen la ciudad de Titel, en Serbia. Hija de Marita Ruiz y Milos Maric, fue la tercera y única niña de los tres hijos del matrimonio. En su libro A la sombra de Albert Einstein, la trágica vida de Mileva Einstein Marić, la escritora Desanka Trbuhovic-Gjuric describe a la joven Mileva como una “pequeña niña coja de grandes ojos negros que destacaba entre todas las de su edad por su viva fantasía, su sed de conocimiento y su capacidad de observación”.

Marie Curie, la madre de la física moderna

Marie Curie, la madre de la física moderna

Su padre, que pronto advirtió la excepcional inteligencia de Mileva, le brindó una educación muy por encima de la que recibían las mujeres de la época y, en seguida, la joven destacó por su gran talento para las matemáticas. En 1892, su padre consiguió una autorización del Ministro de Educación para que Mileva pudiera acceder a conferencias de física reservadas únicamente para los hombres. Poco después, en 1896, Mileva fue aceptada en la Escuela Politécnica de Zúrichy se trasladó a Suiza para empezar la carrera de matemáticas y física, en una de las pocas universidades europeas que aceptaban mujeres.

Vida en la Universidad y amor por Einstein

Fue entonces cuando conoció a Albert Einstein, que era uno de sus seis compañeros de clase. Pese a ser la única mujer en el aula, Mileva siempre mostró una actitud confiada. “Cuando tenía que hablar en clase, lo hacía con sinceridad y firmeza, y con la seguridad que le daba estar profundamente convencida de lo que decía”, explica Desanka Trbuhovic-Gjuric en su libro. Einstein quedó completamente fascinado ante la presencia de una mujer tan extraordinaria como Mileva.