«Hay que conciliar el saber médico con la opinión de la mujer que va a parir»
Reivindica una investigación con una perspectiva de género real, que no se limite a separar los datos de hombres y mujeres
Enriqueta Barranco decidió a los 13 años que iba a estudiar Medicina, aunque aquello sorprendía en la Granada de los años 70. Lleva casi cinco décadas ejerciendo como médica, que así firma y se reivindica. Retirada ya del hospital, mantiene la atención en una clínica privada y ha ejercido como docente hasta que la pandemia la alejó de las aulas por precaución. Es hija predilecta de Granada, tiene la bandera de Andalucía y es una de esas mujeres que ha abierto camino a otras en el mundo de la ciencia y la investigación. Es una de las pocas investigadoras –junto a otros compañeros de la UGR– que ha estudiado algo tan cercano y al mismo tiempo inexplicablemente desconocido como la menstruación. En la semana en que se reivindica el papel de la mujer en la ciencia, el nombre de Barranco es uno de los que inspiran a las niñas a comenzar ese camino.
–¿Fue difícil estudiar Medicina hace 50 años?
–No fue fácil. En primer lugar porque en mi familia paterna sí tenía primas que estudiaron pero fueron maestras, porque ser maestra era lo que la mujer tenía mandado. Cuando yo aparecía por mi casa paterna de Pinos Puente y decía que quería estudiar Medicina, era muy traumático porque nadie lo entendía. Y la primera cosa que me decían era: «Nadie se va a fiar de ti. Si tú estudias Medicina, quién se va a fiar de ti».
–¿Por ser mujer?
–Eso era algo muy importante, ¿una doctora? Y encima una doctora como yo, pequeña y entonces muy delgada, entonces nadie se fiaría de mí. Me decían que me deshiciera de la intención de estudiar Medicina, es que no se fiaría nadie de mí, que desistiera, que me hiciera maestra. Eso sí era cosa de mujeres, pero ser médico es una cosa de hombres. Pero terminé el Bachiller, aprobé el preuniversitario y llegó la mañana en la que mi padre me acompañó a la facultad de Medicina para hacer la matrícula. Cuando estábamos en la cola, me dijo: «Te doy todo lo que tú quieras por que dejemos esta cola y nos pasemos a La Normal a matricularte de magisterio». Y le dije que no, que yo me quedo en esta cola y tú me pagarás la matrícula porque yo voy estudiar Medicina.
–Y cuando acabó la carrera y empezó a ejercer como ginecóloga, ¿notó ese augurio de que nadie se iba a fiar de usted?
–Evidentemente, el catedrático era el que decidía si tú podías entrar a una especialidad o no, y yo estaba haciendo mérito para entrar a Ginecología. Escuché detrás de la puerta del quirófano que el catedrático le decía a un residente mayor que iba a ir a a la selección: «Me han solicitado entrar al departamento dos mujeres , procure que entre una y si es posible, ninguna». El catedrático daba puntos según su confianza en el candidato, y a mi me dio cero puntos, pese a que tenía el mejor expediente. Tenía mejores notas que ninguno de todos los candidatos que el catedrático consideró que eran oportunos para hacer la especialidad. Reclamé tanto que al final me tuvieron que dar la plaza.
–Que en un área como Ginecología no se facilitara el acceso a las mujeres…
–La idea que tenían, y que aún se sigue manteniendo en algunos medios en Medicina, es que para ser médico tienes que ser como muy agresivo. Ser capaz de tomar decisiones vitales rápido. Y las mujeres somos muy buenas, muy comprensivas. Muchas de las quejas que se reciben por parte de la atención sanitaria vienen determinadas por la falta de escucha, por la falta de concesión en la toma de decisiones, por la falta de concederle a las mujeres en el parto decisiones compartidas.
–Esa mayor presencia de las mujeres en la Medicina, ¿cree que ha cambiado la atención?
–Cuando he sido profesional en el Hospital Universitario y cuando he sido profesora, –lo sigo siendo pero la pandemia me tiene ahora un poco alejada–, lo primero que yo le he preguntado siempre a mis residentes cuando han entrado es si se sentían médicos o se sentían mujeres, y siempre me han respondido: «Yo lo primero médico y lo segundo mujer». Hay un sector de la profesión que consideran que por encima de todo son médicos. Queda todavía un sector reacio a considerar que ser mujer no merma para nada la calidad profesional ni la calidad de la atención. Veo con relativa frecuencia, porque sigo manteniendo una consulta privada que la situación sanitaria está muy complicada y algunas veces en la queja que recojo son de compañeras y compañeros que no han sido capaces de ver con otro ojo la historia que se presenta en la Medicina, no han sabido ponerse en la situación del otro.
–¿Ha visto usted en estos años de ejercicio profesional esa violencia obstétrica que se empieza a denunciar?
–El tema de la violencia obstétrica es un tema muy complicado. Creo que no se presentarían situaciones de violencia si fuéramos capaces de otorgar a las mujeres su capacidad de decidir, sea cual sea la educación, el lugar de residencia o la etnia a la que la mujer pertenezca. Es importante compartir la toma de decisiones. Que la mujer no tenga conocimiento sanitario no quiere decir que no pueda decidir sobre su cuerpo. Cuando se habla de violencia obstétrica, a mí me da la impresión que el hijo o la hija que van a venir al mundo están por encima de la propia madre. Y eso es una cosa difícil de entender. La madre no quiere que se perjudique a su hija o a su hijo por decisiones que no estén razonablemente explicitadas. Y entonces, cuando se violenta ese tipo de toma de decisiones es cuando surge el problema de la violencia obstétrica.
–Eso es un sí, sí que ha percibido de alguna manera esa violencia obstétrica…
–Yo creo que podríamos conciliar nuestro saber y nuestro poder –de los médicos– con el saber y el poder de las mujeres que están pariendo o que van a parir. Hace un año, una mujer decidió que no ingresaría en el hospital por un embarazo en vía de prolongación para que le indujera en el parto. Y la jueza ordenó su detención y el parto acabó en una cesárea no demasiado bien. La opinión de la juez no puede estar por encima de la mujer.
«Haría falta una educación sexual que lograra colocar a las mujeres y hombres en equilibrio»
–Para que eso fuera ideal tendría que haber una labor pedagógica con la madre
–Lo que nos falta en la consulta médica y la consulta obstétrica es el recurso a la palabra. Recurrimos con demasiada frecuencia a recursos tecnológico, algunos de elevado coste y que no siempre está demostrado que haya mayor beneficio. A veces hay un plan de parto firmado por la mujer, que nadie se lee. Y, aunque no sea una opinión muy popular, hay veces que llegan al hospital con un plan de parto y eso ya es una marca. Es una expresión lejana de poder y eso molesta. La mujer ha leído y ha firmado un documento.
–¿Qué opina de la corriente de los partos caseros?
–Yo lo defiendo. Tengo dos nietos nacidos en casa. No los atendí yo. Su madre decidió que yo soy médica y que ella quería un parto con su matrona. Su matrona le hizo el parto y yo conocí a los dos días a mis nietos, cuando su madre estuvo en condiciones de recibirme.
–Pero para llegar a eso hay que estar muy bien informado, tener ayuda, tener acompañamiento…
–La matrona es el mejor acompañamiento para un parto domiciliario. Una matrona preparada, informada y que cree en su profesión es el mejor acompañamiento para un parto y también para un embarazo.
–¿A pesar de los riesgos que pueda tener un parto en casa?
–Una matrona bien preparada, cuando está haciendo un parto en casa es capaz de detectar si existe algún problema y debe trasladar a la mujer a un hospital.
–¿Cree que hay poco apoyo social a las mujeres durante el embarazo y el parto?
–Al principio del embarazo no se pueden poner las expectativas muy arriba, ni muy abajo, sino que uno tiene que poner la expectativa en un término medio para que luego, si los resultados obtenidos no son los mismos que los planteado, uno no se sienta frustrada. En algunas ocasiones a lo largo del embarazo y durante los partos se presentan situaciones de riesgo para la salud y a veces la belleza de ese proceso se trunca y entonces empiezan los desánimos.
–¿Se ha idealizado demasiado la maternidad?
–La idea preconcebida que se presenta de una belleza inimaginable durante todo el embarazo y durante todo el parto no es buena. Hay algunos momentos en los que surgen dudas. Muchas madres, cuando tienen a su hijo y a su hija en su casa a solas, tienen que negociar con su propia frustraciones, con sus inseguridades y yo creo que eso está descuidado.
–Usted ha tenido una importante labor investigadora, fue de las primeras que investigó sobre la menstruación
–Cuando yo empecé a trabajar ya estaba obsesionada con que tenía que lograr fondos para investigar sobre la menstruación. Pero tenía una vida complicada. Estaba dedicada a cuidar y dedicaba muchas horas al trabajo hospitalario, me gustaba y no tenía dinero ni tampoco tenía posibilidades de solicitar esas subvenciones que te piden un millón de papeles que después no van más que a la papelera o a la papelera de reciclaje de los ordenadores. Había muchos obstáculos Pero tuve la enorme fortuna de que un científico español, exiliado en Francia, Antonio Chamorro, dejó en su testamento que los bienes se los donaba a la Facultad de Medicina de Granada. Quería que se dedicaran a la realización de estudios de Ginecología y Endocrinología. Esto nos brindó una maravillosa oportunidad de poder tener fondos para promocionar estudios de investigación en el campo de la Ginecología descuidado entre los que se encontraba la menstruación. El último estudio que se está subvencionando es un estudio sobre los efectos de la vacunación contra el coronavirus para ver qué se oculta detrás de los trastornos menstruales que las mujeres han tenido después de vacunarse. A este trabajo le habían precedido otros no menos importantes, como fue, por ejemplo, estudiar la presencia de contaminantes medioambientales en la sangre menstrual. También, qué cantidad de sangrado menstrual hay entre la población española, que es algo a lo que nunca tampoco se le había prestado demasiada atención. Y también ver si el tipo de dieta y el estilo de vida que las mujeres llevamos, tienen alguna repercusión sobre la menstruación en sí y sus características. Son estudios que se han tratado de forma muy convencional. Se ha tratado de resolver todos los problemas que las mujeres plantean con su menstruación con la píldora anticonceptiva, como si fuera un remedio universal. Eso ha ocultado y sigue impidiendo que cuando las mujeres consultan por problemas con su menstruación, se investigue a fondo qué hay detrás de esos problemas.
–¿Cómo es posible que no se hubiera investigado la menstruación a fondo hasta hace poco?
–Eso es posible y real en este momento. Hoy día está pasando en muchas consultas de Ginecología. Cuando en los años 50 del pasado siglo se descubrió la píldora anticonceptiva, era ya el remedio para todo. Santa píldora bendita. Que tienes mucha menstruación, que tienes poca menstruación, aquella que no quiere quedarse embarazada… La pastilla anticonceptiva, como su propio nombre indica, es para no quedarse embarazada. Para eso lo pueden tomar todas las mujeres que no tengan complicaciones médicas. Pero para todo lo demás es un parche. Es una manera de ponerse una venda en los ojos y no querer saber qué pasa detrás. Y es una manera de de obviar y de retrasar la investigación en la menstruación en todo su aspecto.
–En octubre hubo un comunicado del Ministerio de Sanidad, descartando cualquier efecto de la vacunación en la menstruación, pese a que miles de mujeres los relataban y habían pasado pocos meses desde que arrancara la vacunación
–He revisado todos los protocolos de los ensayos clínicos de las diferentes vacunas y en ninguno se preguntó a las mujeres cómo tenían la menstruación. Y yo he revisado y estudiado todos los protocolos. Entonces lo único que se le exigía a la mujer es que estuvieran utilizando un método anticonceptivo eficaz, sin que yo haya conseguido todavía saber a qué llamaban eficacia y qué método anticonceptivo era. Entonces ahí hay un factor que desvirtúa por completo el resultado. No se incluyó el hecho menstrual, sino que se puso a las mujeres en unas condiciones equiparable al hombre, solo que no se podían quedar embarazadas, algo que los hombres tampoco. Pero ya no se tuvo en cuenta ningún otro factor de su fisiología, con lo cual quien apresuradamente diga que no había relación, se equivocaba. En ningún protocolo se le pregunta a la mujer cómo era su menstruación. Es una manera de obviar el hecho diferencial, ya que la menstruación es algo que nos diferencia a las mujeres del hombre.
–¿Hace falta perspectiva de género a la hora de investigar?
–Sí. Pero la perspectiva de género no es sacar los estudios de los resultados de los ensayos clínicos, desagregados por hombres y mujeres, cosa que antes no se hacía. Esto no se hacía antes, y ya es un logro, pero es un logro que no conduce a mucho. Hay que tener en cuenta la diferencia fisiológica de funcionamiento que hay entre el hombre y la mujer. Incluso en los estudios de los medicamentos no se tiene en cuenta esa diferencia de fisiología entre un hombre y una mujer, que reaccionarán diferente ante el mismo medicamento.
–¿Es necesario ‘sacar del armario’ procesos como la menstruación, formar a las niñas para que sepan lo que es?
–Sí, claro. Pero para esto tenemos que contar con unas madres que estén preparadas para poder transmitir a sus hijas ese mensaje positivo.
–¿Esto no es algo que debería aprenderse con naturalidad incluso en los colegios?
–Esto es curioso desde el punto de vista social. Cuando por ejemplo leo lo que se publica en otros países sobre el tema de la menstruación en los colegios y el tema de la vergüenza que las niñas sienten por sangrar, se mantiene el mismo patrón en culturas tan dispares como puede ser la europea, la euroasiática, la norteamericana o la africana. Eso se arrastra de la religión. Las tres religiones que imperan en el Occidente, más otro tipo de creencias religiosas que puede haber en los países africanos, han impregnado la idea de que la menstruación es algo sucio y los genitales de la mujer también, de alguna manera. Y eso se transmite de diferente forma en las diferentes culturas.
–¿Falta educación sexual y reproductiva en los colegios y a los jóvenes?
–No existe. Y eso supone, bajo mi humilde punto de vista, el recurso a la pornografía por todos los medios de comunicación disponibles, los niños y las niñas recurren a la pornografía con mucha frecuencia. Con demasiada frecuencia los niños asumen comportamientos sexuales imitando lo que han visto en el relato pornográfico. Son comportamientos agresivos, que no se parece en nada a la vida. Y las niñas, en muchas ocasiones heredan ese tipo de relato y los papeles de sumisión que en ellos se reflejan. El estereotipo de hombre dominante y mujer sumisa se sigue manteniendo a través de ese relato. Haría falta una educación en la que, sin tabú de ningún tipo y sin que los partidos políticos dijeran cosas que no son reales, que lograra colocar a las mujeres y a los hombres en una situación de equilibrio en la que pudieran compartir libre y voluntariamente sus sexualidades.