Un estudio de la Universidad Carlos III y el Instituto Aragonés de la Mujer atribuye un valor equivalente a más de un tercio de la actividad económica del país a esas tareas no remuneradas pero imprescindibles para el desarrollo de las ocupaciones de carácter retribuido.

«El sector de las tareas y cuidados podría suponer el 37,04% del PIB aragonés, es decir, 14.092 millones de euros» al año, estima el estudio El valor del trabajo de los cuidados no remunerados en esa ciudad, elaborado por la socióloga de la Universidad Carlos II de Madrid Paz Olaciregui para el IAM (Instituto Aragonés de la Mujer), que añade que ese dato, que «nos invita a pensar» que en realidad el PIB de ese territorio «es mucho mayor de lo que contemplan los datos oficiales disponibles», está «en línea con otros estudios previos» que sitúan ese porcentaje en el 40% para el conjunto de España, en el 37% en Galicia y en el 27,7% en Euskadi.

El cálculo se basa en la valoración a precio de SMI (Salario Mínimo Interprofesional), es decir, a 7,55 euros por unidad de las horas que, según el resultado de 384 encuestas y antes de la última subida de ese indicador, los habitantes de esa comunidad dedican a las tareas de cuidado de mayores y de menores y a las de carácter doméstico, que serían 2,92 y 2,18 millones diarias según se trate de mujeres o de hombres.

Los cuidados y las ocupaciones domésticas alcanzarían una valoración de algo más de 480.000 millones al cabo del año

La monetización de esas ocupaciones, que alcanzan una media de 4,11 horas diarias en el caso de los hombres y de 5,09 en el de las mujeres, en un reparto que se va equilibrando progresivamente llevaría respectivamente a unos cómputos anuales de 6.027 y de 8.065 millones de euros que, de ser contabilizados, elevarían el PIB de la comunidad por encima de los 52.000 millones de euros. 

Para el conjunto del Estado, y tras haber cerrado 2021 con un PIB (Producto Interior Bruto) a precios de mercado de 1,202 billones de euros tras haber recuperado más de la mitad del pinchazo pandémico, los cuidados y las ocupaciones domésticas alcanzarían una valoración de algo más de 480.000 millones al cabo del año.

«Es un estudio autónomo pero con capacidad de ser extrapolado a otras comunidades«, explica Olaciregui, que anota que la estimación del 40% del PIB a escala estatal ya fue apuntada por la Fundación La Caixa en 2009 a partir de los datos de la Encuesta de Uso del Tiempo del INE (Instituto Nacional de Estadística), que concluía que los cuidados y las tareas del hogar, con una media de tres horas y 38 minutos, ocupaban casi la mitad del tiempo que se dedica al trabajo remunerado (siete y media) y más de dos terceras partes que el de los estudios (cinco). 

Ese peso del trabajo doméstico no remunerado «plantea un interesante reto: ¿Cómo rentabilizar ese ‘trabajo no productivo’ mientras nos ocupamos de la igualdad de género?», señala el estudio ante los evidentes desequilibrios que revelan los análisis sobre el uso del tiempo. «A pesar de los progresos -añade- es vital para el sostenimiento de la sociedad reivindicar el valor de los trabajos domésticos y de cuidados no remunerados, incluirlos en las cuentas nacionales y autonómicas y ponerlos en relación con el resto de actividades y sectores económicos», añade.

El peso del trabajo doméstico no remunerado «plantea un interesante reto: ¿Cómo rentabilizar ese ‘trabajo no productivo’ mientras nos ocupamos de la igualdad de género?»

Esas dedicaciones son más frecuentes entre las mujeres que entre los hombres, en un fenómeno que se da con mayor intensidad conforme avanza la edad y/o decrece el tamaño de la población, ocupan una media de ocho horas diarias cuando son ellas quienes las realizan de manera exclusiva y de cuatro cuando son ellos y tienen efectos secundarios en el esparcimiento: «a medida que hay más miembros en el hogar las mujeres disminuyen de forma considerable y constante su tiempo de ocio, siendo en los hogares de cinco o seis miembros de apenas dos horas semanales».

«Es el reflejo de algo con raíces históricas»

Los resultados del estudio son «el reflejo de algo que tiene raíces históricas, como es la separación entre lo productivo-mercantil, que se valora en términos económicos, y el llamado trabajo reproductivo, que no es monetizable«, explica Francesco Marcaletti, sociólogo especializado en economía de la Universidad de Zaragoza, que recuerda que, en realidad, este último «crea las condiciones para que se pueda dar» el productivo.

«Esos estudios son novedosos, y se pueden ampliar a otras actividades», anota el sociólogo, que llama la atención sobre la inexistencia de «estudios de amplio alcance sobre el capital social y familiar y las posibilidades de apoyarse en ese tipo de redes«; es decir, de ‘tirar de abuelos’ para la crianza y de recurrir a parientes y vecinos para otras tareas, algo más extendido en el mundo rural, donde las redes vecinales de apoyo son casi familiares, que en el urbano.

«Hay otras esferas vitales con contraprestaciones económicas que no se contabilizan» ni forman parte del PIB además de las internas del hogar y que se encuentran «desmercantilizadas» cuando se realizan a través de esas redes, aunque sí tienen valoración (y precio) cuando la familia acaba viéndose obligada a recurrir al mercado de servicios para atenderlas, como ocurre con las guarderías, ludotecas o geriátricos, por ejemplo.

«Quien tiene la posibilidad de apoyarse en una red familiar, vecinal o de amistades puede desmercantilizar esa tarea», apunta.

En ese sentido, el informe del IAM incluye entre sus recomendaciones la de «seguir invirtiendo en políticas de igualdad y de servicios sociales (guarderías públicas y actividades extraescolares, por ejemplo), como vía fundamental para que la igualdad material sea un hecho».

«Hablamos de una cuestión pública que nos afecta a todos»

«Tenemos la impresión de que vamos a mejor», indica Olaciregui, que anota que «ese 37% es lo mínimo de lo que estaríamos hablando porque lo estamos calculando a partir del coste de la hora de SMI, que es lo mínimo. Pensamos que la valoración real puede ser más elevada».

Para la investigadora, que recomienda analizar de nuevo la situación en unos años para observar la evolución, «estamos hablando de una cuestión pública que nos afecta a todos, porque el sostenimiento de la vida familiar es clave para sostener la estructura social. Sin lo que hemos llamado ‘trabajo reproductivo’, que es productivo, no se puede producir en el resto de la sociedad, no se podría salir a trabajar».

Olaciregui sostiene que las tareas domésticas y los cuidados constituyen «un trabajo económico que supone un coste, sea económico o de oportunidad», cuya valoración resulta clave para estimar su dimensión real junto a la de las actividades de carácter productivo.

Eduardo Bayona

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FOTO: PIXABAY

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