22 noviembre 2024

La polémica, esa actitud que se fundamenta en malinterpretar intencionadamente lo que otro ha dicho para montar un pifostio, es algo que nos gusta mucho en Granada.

Casi tanto como mosquearnos porque Málaga nos pasa por la derecha en cuanto nos despistamos en esta carrera por ser líderes en algo. Y, ahora, se ha liado porque afirman que el alcalde Paco Cuenca quiere cobrar las tapas. El granadismo dormido sólo se despierta a fuerza de sobresaltos: nos cuentan que podemos perder un patrimonio artístico valiosísimo que generosamente se quiere donar a la ciudad (hablo de la situación eternizada de Casa Ajsaris) o vemos que las comunicaciones con Granada son vergonzantes y están frenando nuestro crecimiento y a nadie se le mueve una pestaña. Ahora bien, nombras las tapas y el personal se nos pone nervioso de repente. Es como tocarle los callos a los madrileños o el pulpo a feira a los gallegos. Una agresión en toda regla en la tierra del chavico, carne de portada y disputa en la prensa. Y tendría sentido siempre y cuando hubiera algo de verdad en eso de que Cuenca ha sugerido que se cobren las tapas como algunos dicen. Pero es que es falso, un intento de crear querella donde sólo hubo intento de clarificar que la gastronomía granadí es mucho más que la tapa. O podría serlo si se potenciara que los grandes cocineros (aparte de los que ya están trabajando por estos lares) miraran hacia la patria del La Alhambra; si, aparte de tapas, vendiéramos esa alta gastronomía a la que creo que se refería el regidor.

Lo cual que estamos otra vez ante la constatación que es complicado salir de la lorquiana estética (también en lo culinario) de lo diminuto, eso que deja poco beneficio y no hace rentables bares y restaurantes. La gastronomía, como el patrimonio, la universidad o la cultura (a la ciencia la seguimos esperando) debieran ser pilares para construir una identidad para el futuro si no queremos seguir lamentándonos de lo que fuimos y ya no somos. Y no ayuda tergiversar declaraciones de cargos públicos (innecesario además, porque tenemos necedades varias tan jugosas como para escribir una versión ampliada del Quijote a diario evidenciando la incapacidad manifiesta de algunos/as para desempeñar las responsabilidades que se les han encomendado).

Cuenca, al margen de ideologías, está ejerciendo de alcalde, proponiendo un modelo de ciudad y eso sorprende porque hace tiempo que aquí todo se quedaba en un selfie. Eso supone que dé opiniones, unas que se compartirán (más o menos) y otras con las que no coincidiremos y que propiciarán el debate. Por eso propagar una interpretación sesgada y parcial es peligrosamente frívolo, máxime en un momento en que en la Plaza del Carmen no existe una oposición real con discurso alternativo que enriquezca la construcción del porvenir granadino. Y esto sí es grave. Lo otro es anecdótico, coger el rábano por las hojas, porque la tapa gratis aquí no la mueve nadie, es pura idiosincrasia, como comprar tortas de la Virgen en septiembre o comer habas con salaíllas por San Cecilio. Y no obsta para reivindicar la trascendencia de potenciar como corresponde el sector hostelero. A no ser, claro, que prefiramos que los turistas se tomen aquí las tapas y luego se vayan a comer y dormir a Málaga. Mismamente como sucede ahora.